Los líderes de la conspiración del Oriente del país habían fijado la fecha del levantamiento, pero el aviso de una redada del ejército español obligó a Carlos Manuel de Céspedes y sus compatriotas de Bayamo a declararle la guerra a España, días antes de lo previsto.
Tras una noche febril dedicada a los preparativos de garantizar avituallamiento, mandar aviso a los complotados, pero especialmente, escribir el Manifiesto de la Junta Revolucionaria, al amanecer del 10 de octubre de 1868, la campana del ingenio La Demajagua, despertó a la dotación de esclavos con un repiqueteo de libertad.
El patrón, con voz emocionada los alentó a unirse a la lucha que lideraba, marcando el inicio de una larga epopeya de luchas del pueblo cubano por alcanzar su independencia.
Ante la bandera tricolor confeccionada apresuradamente por la joven, Candelaria Acosta y un millar de efectivos, nació el incipiente Ejército Libertador.
Bartolomé Masó fue nombrado segundo jefe de las fuerzas y los patriotas prepararon sus armas y equipos, no faltando las exploraciones de aquellos alrededores.
Así iniciaron los más de 100 años en los que el pueblo cubano tuvo que resolver problemas internos en el movimiento revolucionario como la desunión, el caudillismo, el anexionismo y la traición.
Los tuneros estuvieron entre los primeros en secundar el llamado a las armas de Céspedes, con muestras de valor durante todas las etapas de las guerras de independencia que llevaron al triunfo de enero de 1959.
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