El ejemplo Eliseo Reyes impulsa las causas justas por las cuales dio su sangre joven, a solo dos días de cumplir los 27 años de edad, en el enfrentamiento en la finca El Mesón como miembro de la guerrilla de Ernesto Guevara en Bolivia.
Natural del poblado santiaguero que le valió el sobrenombre, de Capitán San Luis, se incorporó a la lucha armada casi niño, iniciándose como en mensajero del Ejército Rebelde.
Desafiando su complexión adolescente mantuvo un comportamiento a la altura de las expectativas y al llegar La Habana, en la caravana de La Victoria recibió nuevas misiones como jefe de la Policía Militar en La Cabaña, responsable del G-2 de la Policía Nacional y, en 1962, delegado del Ministerio del Interior en Pinar del Río.
Su labor intensa contribuyó a la conjura de sabotajes, en la lucha ante los infiltrados agresores y contra bandidos que se libró fundamentalmente en la Cordillera del Escambray.
También su prestigio y pericia en la lucha armada, le valieron un lugar en la guerrilla del Che, para continuar la tarea de libertar a la América toda, ahora bajo el seudónimo de Rolando. El día de su muerte, cumplió la orden de poner una emboscada relámpago ante el inminente encuentro con tropas del ejército.
Como era habitual en él ocupó la posición más arriesgada, desde donde hacía frente a una potente ametralladora.
Ernesto Che Guevara, cuando se confirmó su muerte, escribió en su Diario de campaña «Hemos perdido el mejor hombre de la guerrilla, y naturalmente, uno de sus pilares, compañero mío desde que, siendo casi un niño, fue mensajero de la Columna cuatro, hasta la invasión y esta nueva aventura revolucionaria…» Muchos años después, sus restos pudieron ser sepultados en la Patria, donde se le rinde homenaje junto a sus inolvidables compañeros en el Mausoleo de Santa Clara.
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