Radio Victoria en Vivo

InicioEducaciónDesde la Edad de Oro, Martí me habla

Desde la Edad de Oro, Martí me habla

Cada vez que leo La Edad de Oro siento que Martí me habla. Me habla desde el corazón, con ternura sin par, y es posible imaginar su pose mientras lee y derrama con magisterio su sabiduría, y hechiza, desde el amor y la bondad.

Ya en la adultez, la infancia que me habita, la pureza humana que se busca cultivar, estalla de alegría con esas escenas que su autor concibió, escribió, tradujo y editó con particular devoción para las niñas y los niños de América.

¿Cómo no quedar conmovidos ante el desprendimiento de Bebé? ¿Cuánto podemos aprender del hombre chiquitín cuyo mayor talento es su buen corazón? El saber vale más que la fuerza porque «la fuerza está en saber mucho», nos enseña este maravilloso texto traducido del francés.  ¿Qué quiere el leñador?; ¡ah, la avaricia es un mal que puede llevarnos por malos caminos, Lopi!

Y con Piedad confirmamos lo que una zorra alguna vez nos enseñó: «lo esencial es invisible a los ojos». Mientras, Nené nos habla de la obediencia y del amor incondicional, de la fuerza que lía a padres e hijos en su andar; y en la Última Página conversa distendido acerca de la naturaleza, pues se han «de conocer las fuerzas del mundo para ponerlas a trabajar, y hacer que la electricidad que mata en un rayo, alumbre en la luz».

En esta herencia hermosa que ha trascendido en el tiempo conocemos también de Bolívar, de Hidalgo y de San Martín, incluso, del catalancito que una vez defendió al pueblo español contra las tropas napoleónicas… nos dice su autor que hay muchas maneras de ser héroe; en la guerra y en la paz, con grandes, pequeños y cotidianos actos. Cada letra incita a la curiosidad, al aprendizaje, al amor por la tierra «nuestroamericana»: «El abono se puede traer de otras partes pero el cultivo se ha de hacer conforme al suelo», escribe el Maestro.

En cada página hay un ímpetu del autor por promover seres humanos y sociedades mejores, «…entro en esta empresa con mucha fe, como cosa seria y útil, a la que la  humildad de la forma no quita cierta importancia de pensamiento», escribió a su amigo Manuel Mercado; y muchas fueron las ocupaciones de Martí para que las Edad de Oro llegara a sus destinatarios. Cuánto dolor trasunta su misiva al amigo mexicano, en noviembre de 1889, en la que le cuenta del triste final de aquella empresa del corazón: «Es la primera vez que, a pesar de lo penoso de mi vida, abandono lo que de veras emprendo.»

Leer más: Martí, la fuerza iluminadora de los jóvenes

Pasado el siglo XIX, la obra a la que Martí puso de manera «durable y útil todo lo que a pura sangre le había ido madurando en el alma» trascendió y fue parte de las lecturas de una Generación que en el centenario de su nacimiento demostró que sus ideas estaban vivas. Hasta la hora actual, y con seguridad hasta el futuro, el texto nacido en medio de días de azaroso bregar por la independencia es y será parte esencial de las lecturas de los cubanos.

Leer más: Cuba, los ojos que vieron a José Martí

Y uno siente que algo muy íntimo y sagrado del alma se toca cuando se lee La Edad de Oro; esa campaña martiana de espiritualidad nos toca y nos transforma para bien. Es imposible que esa conversación con el amigo sincero nos deje invariables ante el argumento de nuestras propias vidas, ante el sentido de la utilidad de la virtud, el gozo de servir, la energía de sus versos y de su prosa dedicada.

Niña y adulta agradecida, madre agradecida, puedo decir: «¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi amigo!». ¡135 años después, te leemos, Martí!

/mga/

Comente con nosotros en la página de Facebook y síganos en Twitter y Youtube

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí