Las Tunas.- Lágrimas ardientes de hombres, sollozos de mujeres, voces rajadas que gritaron «Yo soy Fidel». Otros no lograron pronunciar palabra por el quemante ardor en la garganta.
El 2 de diciembre de 2016 nadie quedó indiferente y muchos lo lloraron como a un padre querido o un hermano adorado.
El pueblo tunero amordazado por el dolor, inundó las calles para darle el último adiós al líder de la Revolución Cubana y lo acompañó en su último viaje hacia su definitiva estancia en el Cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba.
La caravana recibió el homenaje póstumo desde el puente sobre el Río Jobabo, en los límites con la provincia de Camagüey, hasta Cañada Honda, en la división con Holguín, sin dejar un lugar libre a lo largo de la carretera central.
Cuando era un joven rebelde de barba oscura y pletórico de energía, y decidido a echar por tierra la dictadura que oprimía la nación, 60 años antes, el invicto comandante había desembarcado por Las Coloradas en el Yate Granma, con la semilla insurgente que logró la independencia definitiva tras largos años de lucha.
Niños, jóvenes y ancianos, entonaron las notas del Himno Nacional durante el paso del cortejo fúnebre por el centro de la ciudad, mientras miles de banderas cubanas les daban el último adiós.
La certeza de que hasta los más nobles, los más valientes, los más rebeldes un día se marchan irremediablemente, solo fue conjurada con la certidumbre de que su obra seguirá en marcha, ahora en manos de las nuevas generaciones.
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