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Reserva cognitiva: una aliada contra la enfermedad de Alzheimer

Los síntomas de la enfermedad de Alzheimer no se manifiestan de igual forma en todas las personas, incluso en aquellas con los mismos patrones degenerativos a nivel cerebral propios de la enfermedad.

En ocasiones, los pacientes con estos patrones degenerativos no desarrollan en vida ninguno de los síntomas. Esto se debe, entre otros factores, a la reserva cognitiva (RC): concepto que se originó a finales de la década de los 80 del siglo pasado.

El cerebro tiene un conjunto de mecanismos que permiten una compensación ante lesiones o  traumatismos, conocido como reserva cerebral. La RC, por su parte, es la capacidad para tolerar mejor el daño cerebral mediante recursos cognitivos preexistentes y compensatorios, que se van acumulando a través de hábitos vinculados a la actividad intelectual.

Una alta RC sólo tendría un potencial benéfico para retrasar o desacelerar el deterioro cognitivo previo a la enfermedad de Alzheimer, ya que una vez instaurada los déficits a nivel de memoria y otros procesos cognitivos, no logran ser modificados. Esta reserva no sólo retrasa las manifestaciones de la enfermedad de Alzheimer, sino de otras enfermedades neurológicas como el Parkinson, la esclerosis múltiple y las enfermedades cerebrovasculares, y el declive cognitivo propio del envejecimiento.

El nivel de estudios es el principal factor de RC. Se relaciona con una reducción en la incidencia y la prevalencia de los síntomas, pero, una vez que se manifiestan, su efecto protector desaparecería.

La complejidad de la ocupación, la realización de las actividades de ocio, el aumento de contacto social y el ejercicio físico de intensidad moderada, también contribuyen a la reserva cognitiva. Además, existen otros indicadores, como el bilingüismo y el nivel socioeconómico, que también tienen un impacto positivo sobre la reserva cognitiva.

Entre las actividades de la vida diaria que estimulan la actividad neuronal se encuentran el estudio, la lectura, la sintonía de programas de la radio y la televisión, el disfrute de actividades culturales o deportivas, el desarrollo de hobbies, la participación en juegos de mesa, la realización de  pasatiempos (sudokus, crucigramas, puzzles), la resolución de problemas matemáticos y enigmas, y la memorización de direcciones, números de teléfono, tarjetas de banco y contraseñas.

La prevención y control de los factores de riesgo modificables de la enfermedad de Alzheimer son alternativas viables y sostenibles para reducir su impacto. El que posee mayor reserva cognitiva puede ser capaz de una mayor compensación y con ello demorar el comienzo de los síntomas y la discapacidad. El fomento de las actividades intelectuales de la vida diaria es una necesidad.

(Escrito por el Dr. Julio Antonio Esquivel Tamayo).

/lrc/

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