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El Martí que llevamos por dentro

Las Tunas.-Ciento setenta es una cifra abrumadora si de contar años se trata. Sin embargo, para nada envejece el recuerdo del Héroe Nacional de Cuba, nuestro José Martí, que amanece cada día más joven, enhiesto en el corazón de la Patria, a pesar de celebrar 170 eneros de prolífica vida guiando a su pueblo.

Su presencia en las sucesivas generaciones de cubanos desde su caída en combate, en la obra de la Revolución, en ese niño que lleva en su manita una flor para su amiga, su maestra, o para el busto de Martí que hay en la escuela, demuestra cuán cierto es que los grandes hombres no mueren, aunque desaparezcan físicamente.

Y todos los cubanos y cubanas veneramos un Martí diferente. Algunos guardamos dentro del pecho al joven que aprendió a amar a Cuba y a odiar al tirano opresor bajo la tutela de su maestro Rafael María de Mendive. Otros prefieren al que escribió el poema dramático Abdala, la novela Amistad funesta, al autor de Ismaelillo, de los Versos sencillos y los Versos libres, al periodista comprometido con su país, al corresponsal de Patria… Las múltiples facetas de la personalidad martiana hacen que resulte difícil elegir entre todas, la preferida.

Quizás para mí el organizador de la Guerra de Independencia, el articulista y fundador del periódico Patria resalte con fuerza; pero, no es posible desligar este del hombre que amó, sufrió dolores físicos, observó la naturaleza a su paso y describió las plantas medicinales y sus beneficios, el padre amante, el amigo fiel, el enamorado ardiente y respetuoso…

Por sus cualidades, Martí es un ser humano especial, aunque no hay por qué considerarlo sobrenatural; es solo alguien que se adelantó a su época y pudo alertar sobre el peligro que representaba para los países de nuestra América “el gigante que lleva siete leguas en las botas”. Alguien que utilizó la palabra como arma en defensa de la tierra natal y para unir a los cubanos en torno a un objetivo común: la libertad de Cuba.

Sus crónicas guardan el sabor añejo de las calles y plazas por las que transitó, el aliento de los personajes a quienes describió y su pluma puede ser tan sagaz y realista como inspirada en el más puro sentimiento.

Siendo una niña comencé a leer La edad de oro, y solo con los años repasé sus páginas y penetré sus más íntimos detalles: revista escrita para los pequeños de casa -para los adultos también- educativa, deliciosa, imprescindible. El Martí de La edad es uno de mis preferidos y no se agota el caudal de las enseñanzas que deja en esa obra a pesar del tiempo transcurrido desde que fuera escrita.

José Martí, fecundo e inspirado poeta, original y sincero periodista, cronista de su tiempo, de América tanto como de su amada Cuba, sin dudas es un genio, un fundador, un sabio aun cuando su muerte prematura le impidió hacer más.

Pero su obra diversa y la pluralidad de sus acciones no desdeñan al dirigente revolucionario, al internacionalista convencido, al contrario. Su afán por lograr la independencia de Cuba trasciende este marco y desemboca en su deseo de lograr la de Puerto Rico y la unidad entre los países latinoamericanos.

Por todo esto no podemos encasillar al hombre que fue, ni crear divisiones en su personalidad, en su pensamiento político. Martí es único y universal, a él debemos la inspiración al librar las más justas batallas por Cuba y el mundo; no en balde Fidel lo consideró autor intelectual del asalto al Moncada y desde entonces varias generaciones de cubanos siguen su ejemplo.

El Apóstol de Cuba cabalga en Dos Ríos, hacia el futuro, a librar otros combates por el hombre nuevo. Ese es el Martí que llevamos por dentro.

Por: Rosa María García Vargas

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