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Celia era la madre del Ejército Rebelde, recuerdos de un tunero

Las Tunas.- Tenía el raro don de exigir sin imponer, de ser imprescindible sin que nadie lo notara, de regalar sonrisas en medio de las difíciles condiciones de campaña en las montañas.

Así recuerda a Celia Sánchez Manduley el combatiente de la Revolución cubana, José Espinosa cuando siendo un guajirito de Las Tunas se sumó a la Columna 1 José Martí y tuvo la oportunidad de conocerla.

«Cuando llegué a la Sierra Maestra con el primer grupo, mi primer encuentro fue con Ernesto Labrada, a ese capitán yo lo localicé porque a mí me habían dado un papel para él.

Entonces nos mandan para un lugar llamado Palma Mocha a recoger unas armas pero por allá nos sorprendió un ciclón. Después bajamos otra vez y entonces sí nos incorporamos ya a las tropas. Pasamos la escuela de combatientes ahí en la Mina del Frío, así compartió con Tiempo 21 sus recuerdos de su incorporación a la lucha armada en mayo de 1958.

Como parte de la columna comandada por Fidel Castro, en varias ocasiones se encontró con el líder de la Revolución cubana, aunque no tuvo una relación directa con él, pero sí con su secretaria y ayudante personal.

«Con Celia si hablé muchas veces. Cuando necesitábamos algo, oiga Celia, esto, lo otro porque Celia en realidad era la madre del Ejército Rebelde. Era una mujer muy comprensible, muy inteligente también.

Ella te daba ideas, te daba mucha ayuda y si alguien quería hablar con Fidel, ella podía resolverlo o ella misma lo decidía».

Asegura que era la mano derecha de Fidel «por la confianza que había con ella y el tipo de mujer que era Celia. La calidad humana y además una guerrillera comprobada, y una persona muy sociable que se detenía y hablaba con uno, con todo el mundo».

Con el triunfo revolucionario en 1959, Celia Sánchez asumió otras desgastantes y necesarias tareas como la de organizar la historia y la papelería de la última etapa de la lucha.

Diversas obras sociales se beneficiaron con su visión de proteger la naturaleza y fomentar la solidaridad con el mundo y que hoy son orgullo del país, como, el Parque Lenin, el Palacio de Convenciones de La Habana y el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.

El 11 de enero de 1980, el cáncer traicionero consumió su cuerpo delgado y ágil dejando tantos proyectos inconclusos, y un ejemplo imperecedero para el movimiento femenino mundial.

/lrc/

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