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Alba Mariela, orgullo de ser maestra rural

Las Tunas.- Inspirada en el ejemplo de su madre, alfabetizadora y maestra, llegó Alba Mariela Arango Rodríguez a la pedagogía y a la educación rural. Más de 30 años de experiencia avalan la trayectoria de quien siente orgullo del camino y la obra  transitados. Su inclinación por el magisterio, relata, nació en la infancia: «Desde que era pequeña me ponía en la casa a dar clases a los juguetes; fue una inclinación que nació de ver a mi madre en esas funciones. Ya de adulta decidí que este sería mi camino y cursé estudios en la escuela Enrique José Varona de Camagüey.

«Aquella fue una etapa muy hermosa. Ser maestra es algo que siempre adoré. Lo llevo con mucho orgullo y si vuelvo a nacer no dudaría en escoger esta profesión», destaca quien también es una ferviente investigadora del mundo de la pedagogía.

Con la experiencia vivida, como sólida base para andar en el camino del magisterio, asume con precisión cómo debe defenderse esta obra de evangelios vivos que ella ha representado desde el sector rural. «Toda mi vida he laborado en este ámbito en el que trabajé con clases multígrados, algo que exige una atención pormenorizada a cada alumno para que se pueda apropiar del contenido de su grado.

«Un buen educador debe amar la profesión, ganarse el respeto de los niños, sus familias y la comunidad, así como ser ejemplo ante todo. A su vez, debe estudiar mucho y apropiarse de los recursos indispensables para instruir y educar, además de ayudar a los pequeños ante cualquier situación, siempre en contacto permanente con sus seres queridos. Esta es la clave de una verdadera educación.

«Todos los niños aprenden, pero el maestro debe estar bien preparado y hacer un uso idóneo de las herramientas pedagógicas; forma y método resultan aquí esenciales», apunta.

En la actualidad Alba Mariela Arango Rodríguez se desempeña como metodóloga –inspectora de la Enseñanza Primaria, también en el sector rural; esta actividad, comenta, es una nueva oportunidad para aportar a la educación cubana.

«Me siento con la responsabilidad de preparar a otros docentes noveles. Tenemos muchos jóvenes que trabajan en las zonas rurales y a quienes aún les falta conocimiento. Me regocija y me llena de orgullo poder ayudarles y que logren dar clases desarrolladoras según demanda el Perfeccionamiento y los objetivos de la Agenda 2030.»

Más de tres décadas después de que pisase un aula, por vez primera como maestra, Alba Mariela Arango continúa convencida de que la suya es la mejor profesión del mundo; de que la enseñanza es ante todo una obra de infinito amor y que en la educación reside la fuerza definitiva de un pueblo.

 

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