Dice Froilán Cruz Núñez que el cerrajero es la persona más honesta y responsable de un pueblo, incorruptible por demás.
Esa es una regla de oro de la cerrajería, oficio que conoció hace más de 40 años. Y por eso ha rechazado ofertas de altas sumas de dinero de personas que han llegado con llaves calcadas en un papel, moldeadas en un jabón o plastilinas, y para ellas siempre la respuesta ha sido un no rotundo.
«Para ser un buen cerrajero hace falta constancia, muy buena memoria y manos de artesanos, porque lleva detalles muy precisos para poder desarmar, armar, saber dónde va cada pieza»
La invención de la cerradura se atribuye a los chinos y a los egipcios y posteriormente las utilizarían los asirios y los griegos. De ahí que la cerrajería es una de las formas más antiguas de la ingeniería de seguridad, un oficio, un arte, generalmente aprendido por herencia y trasmitido de persona a persona mientras que otros conocimientos se adquieren de forma empírica.
«Mi mayor satisfacción en estos 40 años en la cerrajería es la apertura de cajas fuertes, una técnica muy fina y especializada que es muy difícil aprenderla, y haya que practicar mucho, y cuando logras abrir una de esas cajas la alegría es tanta que uno da saltos, es indescriptible.
«¿La importancia de este oficio? Tenemos la responsabilidad de los recursos de la población en nuestras manos, por eso debemos ser personas extremadamente honestas, porque la gente confía en nosotros».
Y aunque Froilán no tiene ninguna herencia de familia, él ha creado su propia escuela porque enseña a otros para que el oficio no muera, pues cada vez son menos los que se ocupan de algo imprescindible para la sociedad.
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