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Fidel, «reserva para el invierno rudo»

Las Tunas.- Seis años después de su siembra definitiva, el destino de Cuba y el de Fidel continúan en sintonía. Puestos ambos, el líder y la Isla, en el sendero de los que luchan, de los inconformes que a un sueño cumplido se trazan uno nuevo y caminan, y empujan y levantan con sus amaneceres el destino de la humanidad; este andar parece ya indivisible.

¿Existe una fórmula para hacer corpóreo lo que físicamente no está? ¿Cómo es posible permanecer aquí, abandonar la muerte física, y caminar en eterno «recuento y marcha unida»? ¿Cuál es el sustrato, la materia de esos «grandes» que nos hacen empinarnos sobre nuestra propia estatura?… tantas preguntas para entender cómo se da y cómo hacer posible la mística de que Fidel esté entre nosotros. Mas ese «estar» no es propiedad natural per se, sino que hay que sembrarlo cada día, con dedicación de jardinero; con el amor y el orgullo vastos para verlo florecer en bien de Cuba y el mundo, con signo de justicia y con la misma estatura moral de sus ideas.

Aquí, en Las Tunas, lo tuvimos en actos, instituciones, ingenios, fábricas, carreteras… aupándonos la esperanza a contrapelo de carencias e impedimentas, sembrándonos el orgullo patrio. De la aspiración y la certeza de que es posible salir adelante, brotó la frase que forma parte de la memoria popular de convertir a la provincia en “una verdadera tacita de oro”.

Como Martí, él es una presencia permanente entre nosotros, constituye “reserva para el invierno rudo”, fuente para la esperanza, manantial contra el cansancio…; es este país, con su complejidad y belleza, es poesía.

A propósito de la poesía y de cómo esta se imanta con el devenir de mujeres y hombres, en 1960, en el periódico Hoy, Nicolás Guillén escribió: “Pues poesía no es solo aquella que se encierra en el verso o en la prosa, la que puede vibrar en el lenguaje, sino asimismo la que se precipita a la acción. Tenemos la sospecha de que Fidel Castro no ha escrito nunca un pareado, pero nadie osaría negar la grandeza épica y la ternura lírica de toda su obra revolucionaria, que es un vasto poema, como ningún poeta ha escrito jamás en Cuba hasta hoy”.

En esa entrega de la que habla el Poeta Nacional está el corazón para andar, para no equivocar el horizonte, para tener la seguridad de que, amén de los reveses, se puede luchar y vencer; para mantener la convicción de que, a pesar de la probable ingratitud existe el mejoramiento humano; para confiar en la vergüenza y la utilidad de la virtud; para practicar nuestra humanidad incluso con mesa pobre y enjuto bolsillo…, para preservar este acto de amor que es la Revolución.

Caballero de la aurora, Fidel está en el torrente sanguíneo de la nación, naciendo entre los cedros y naranjales de Birán. Ahora somos los que vivimos la circunstancia dolorosa de su ausencia física, quienes tenemos el desafío de hacer que quien es «ya del viento, permanezca aquí con toda su carga de sabiduría, lucidez y entrega». Ahora somos nosotros quienes tenemos que cumplir con la palabra.

/mga/

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