Omar Mulet Ramayo nunca pensó volver a trabajar como tabacalero. Cuando se desempeñaba como supervisor primero y director después de la empresa de tabaco en Majibacoa, entre 1986 y 1994, y se empeñaba en empujar a sus colectivos para el cultivo y la cosecha de la hoja, pero siempre con discusiones colectivas y en medio del surco, junto a quienes dedicaban su vida a tan noble empeño.
“Nunca pensé regresar, a la verdad. Y ahora que me lo pregunta pienso y no me veía otra vez entre tabacos. Ya me había ido del sector, y me había jubilado, pero como no me puedo estar tranquilo, más allá de mis 70 años, pues me entusiasmaba la idea de dedicarme al cultivo de las tierras aquí en La Ceiba, en el mismo municipio donde fui dirigente del tabaco.
“Entonces llegó la oportunidad de ocupar las tierras vacías y me propuse además del tabaco, cultivar viandas para el barrio, como parte de la soberanía alimentaria de la que todos hablan , pero no se concreta en todos los lugares”.
– ¿Y la edad, no conspira contra el afán de ser tabacalero?
– Claro, sí, es un problema porque no se tienen las mismas fuerzas ni los mismos reflejos. Esto es duro y si uno es joven mejor, aunque me las arreglo y mire como tengo mi finquita, tabaco y vianda por donde quiera.
– ¿Esa decisión fue espontánea o por algo especial?
– El Partido hizo un llamado para sembrar tabaco en las tierras vacías, y como yo estaba medio oxidado ya, me dije que podía, y como me gusta el trabajo, le metí con todos los hierros. Durante la etapa tabacalera siembro, cultivo y cosecho la hoja y después me dedico a los cultivos varios como maíz, calabaza, y otros alimentos.
– ¿Cuánto acopió en la última cosecha?
– Un buen volumen, no crea. Tuve un rendimiento de 1.5 toneladas por hectárea, con más de un 59 por ciento de calidad, lo cual se considera bueno porque este tabaco es solpalo..
Ya Omar lleva tres años en la finca Vega 1, de La Ceiba. Con alrededor de cinco hectáreas ayuda además a la alimentación de la gente del barrio y se siente útil a los 70, «como un muchachón», dice y se ríe de su propia ocurrencia, mientras camina por ese pedazo de tierra que lo hace feliz.
/mga/