Las Tunas.- Adelantándose al veredicto, Fidel Castro, el 16 de octubre de 1953, concluyó su alegato de autodefensa con la enérgica frase: «Condenadme, no importa, la historia me absolverá».
La causa 37 de la Sala del Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba había iniciado el 21 de septiembre, sin embargo, en un intento de acallar al joven abogado, sus captores trataron de hacerlo pasar por enfermo y fue sacado del proceso judicial.
Luego en la pequeña sala de enfermeras del hospital santiaguero, Saturnino Lora, con una fuerte censura de la prensa y fuertemente custodiado por soldados armados, el Líder de la Revolución cubana se convirtió de acusado en acusador.
El juicio contra los asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes devino abierta denuncia del asesinato de sus compañeros de lucha, y la miseria del pueblo cubano bajo la dictadura de Fulgencio Batista.
Al reconocer a José Martí como el autor intelectual de las acciones llevadas a cabo el 26 de julio de 1953 y de las ideas de la Generación del Centenario, dejó claras sus intenciones de llevar la lucha hasta sus últimas consecuencias.
Denunció también la situación de atraso del país y expuso un programa revolucionario en el que se detallaban las leyes de beneficio popular que se implementarían si lograban derrocar el gobierno.
Recluido en Presidio Modelo, Fidel reescribió su declaración, bautizada como «La Historia me Absolverá» la cual sería sacada en secreto y posteriormente distribuida clandestinamente en todo el país, gracias al empeño de las combatientes, Haydee Santamaría y Melba Hernández.
El documento se convirtió en el programa de lucha y guía del proceso revolucionario cubano, con total vigencia hasta nuestros días.
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