Las Tunas.-Hasta los perros de la calle que se volvieron muy agresivos por la crueldad de los hombres, Mario Castro Mastrapa ha protegido, dice que recoge a los más bravos; que ha ayudado a muchos animales, primero, en unión a la Organización No Gubernamental (ONG) benéfica Pasos, y después, en Bienestar Animal Cuba (BAC), y hoy lo hace por propia voluntad, aunque colabora con ellas.
Hasta la perrita que le dio varias mordidas, se llevó a su refugio, en la calle seis de Buena Vista, donde vive, luego de recogerla cerca de la Universidad de Las Tunas. Fue su más reciente rescate, entre tantos hechos, como a los gaticos recién nacidos que tiraron cerca del mercado El Lenigrado, y unos niños descubrieron y le avisaron.
A este trabajador por cuenta propia, que hace servicio de llevar mandados a domicilio, no le importó que estuviera desnutrida, enferma y golpeada para darle abrigo temporal y atención médica. Quiere que ella y otro perrito se recuperen y «cojan unas libritas», para solo entonces, darlos en adopción, porque desea «que la gente sepa que pueden adoptar a un callejero y ponerlo bonito».
Tampoco le importó carecer de casa propia, vivir en un alquiler, y tener, entre otras mascotas, a las perritas Susi, Paloma, al Negro, a Yony, y varios mininos: a una gatica ciega, a Negra, a Pepe, al Amarillo, a Mío y al Viejo, un gato añoso recogido de la calle, en una esquina céntrica de Las Tunas, a quien un niño de sentimientos puros, le llevaba su pan, hasta pedir -junto a su mamá- socorro a este hombre de tanta compasión.
A Mario se le ilumina el rostro cuando cuenta que su amor por estas criaturas, muchas veces indefensas, viene de su madre Candelaria, de San Germán, en Holguín; y que él llegó a tener en Las Tunas 19 perros -todos con cojines para dormir- y 19 gatos, a quienes les hace casitas de cajas de cartón.
Se entristece al confesar que ha sufrido la muerte de muchos, que ha recogido «animales estropeados por sus antiguos dueños alcohólicos», abandonados y débiles, y que ha enterrado a los que no ha podido salvar, a pesar de invertir casi todos sus ingresos personales y todo su amor.
También a Mario se le rompe el corazón cuando cuenta: «he caminado casi Cuba completa, y la provincia donde he visto más animales en la calle ha sido en Las Tunas, y me he buscado problemas porque no me da la gana que los maltraten».
Muy bien sabe él que la situación económica está difícil en Cuba, pero sus animales no dejan de comer. Se las arregla, compra comida con sus escasos recursos, le da de la suya propia a los desnutridos, y hasta ha tenido que pagar para que le cocinen cuando no tiene electricidad, porque asegura: no basta con que gusten los animales, hay que hacer por ellos; y un buen padre se sacrifica por sus hijos.
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