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Mi tiempo es una locura, siempre tengo un proyecto

Las Tunas.- Al principio, me sentí inquieta. La idea de entrevistar a Miguel Díaz Nápoles “Miguelito”, periodista, realizador audiovisual y profesor universitario de larga y fructífera trayectoria, me puso “a correr”, a buscar -entre tanta obra suya- qué podría yo preguntarle.

Sabía que, en el centenario de la Radio en Cuba, recibió el Micrófono de la Radio, máximo reconocimiento de esa institución, por sus años de entrega y aportes, pero fue el aniversario 69 de “Victoria”, emisora de Las Tunas, donde se destaca y lo quieren, el resorte que abrió mis preguntas”.

-En qué lugar y circunstancia descubre Miguelito -niño o joven- su inclinación por las letras o el Periodismo? ¿Alguna influencia cercana, sugerencia, o fue algo que brotó por sí solo?

“Siempre tuve motivaciones por las letras. Desde muy joven era un lector empedernido, capaz de leer un libro en un día. Pero mi motivación mayor llegó en el periódico Sierra Maestra, cuando estudiaba fotograbado en la escuela poligráfica provincial Félix Bravo Hernández, en Santiago de Cuba, y las prácticas las hacía en ese emblemático medio de la entonces provincia de Oriente.

“Recuerdo que me escapaba del taller de Fotograbado y me iba a la redacción a ver todo el proceso de edición de un periódico y la impresión en aquella rotativa que te dejaba con la boca abierta teniendo en cuenta la época. Ahí nació mi inclinación por el periodismo y después de graduarme, como en Las Tunas todavía no había un periódico, me fui a dar clases en secundarias básicas, hasta que en 1978 al fundarse el diario 26 me llaman a integrar la plantilla de los fotograbadores. Poco tiempo después pasé a la fotografía y en 1984 paso al equipo de redactores para formarme como periodista.

“No puedo dejar de mencionar a mi primer y gran profesor del periodismo, el periodista Oscar Leandro Góngora Jorge al que llamaba El Mozo de la información por la velocidad con que escribía una noticia. Él me indicaba cómo trabajar cada género, y la cantidad de cuartillas que me rompió en su proceso de enseñanza fue, sin dudas, el método que enseñó, más allá del disgusto cada vez que me hacía pedazos un texto y lo echaba en el cesto, en tiempos en que todo se hacía en la máquina de escribir por lo que siempre tenía que comenzar de cero, y eso era lo que Góngora pretendía”.

En el año 1994, en pleno Período Especial en Cuba, muchos reporteros de periódicos fueron reubicados en la Radio, y no pocos lo hicieron muy a pesar suyo, solo por necesidad. Sin embargo, usted lo hizo para triunfar. ¿Cómo, pudo hacerlo, teniendo en cuenta las inmensas dificultades que nos sacudían en ese momento?

“La radio nunca estuvo en mis planes. La prensa plana me fascinaba y tuve muy buenos resultados como reportero, con el tratamiento de temas muy polémicos que me dieron reconocimiento en los públicos. Además, era algo que me permitía una realización plena, redactar mis textos y hacer la fotografía de mis trabajos, por lo que yo solo constituía un equipo reporteril y disfrutaba el proceso completo de la fotografía analógica desde el laboratorio y la redacción de mis trabajos.

“Sin embargo, a inicios de los años 90 en pleno Período Especial, el periódico dejó de ser diario y salía con una frecuencia de tres veces a la semana hasta que pasó a ser semanario. No sé explicar qué pasó en mi mente, pero aquello acabó con casi todas mis motivaciones por cuanto el diarismo es insustituible y fascinante.

“En ese tiempo los reporteros del periódico nos íbamos durante tres meses a Radio Victoria para apoyar el trabajo diario de la planta provincial y cuando descubrí trabajar todos los días en ese medio me enamoré del proceso productivo, de la tecnología, de la magia de crear imágenes con el sonido, y aquel periodismo me caló profundamente. Ahí me di cuenta de que estaba ante un reto mayor, y eso que siempre prefería la prensa plana.

“Entonces, el subdirector general del Sistema provincial de Radio, José Infante Reyes, que había sido mi director en 26, habló conmigo y me convenció para que me fuera hacia la radio, lo que le agradezco profundamente, porque ha sido la esencia de mi vida profesional, aunque haya trabajado en todos los medios”.

– Durante el 2001 le dio cobertura informativa a la labor de los médicos cubanos en Ghana, en el África Subsahariana. ¿Cómo llega esa misión, y cómo logró cumplirla para los medios que se le encomendaron?

“Yo fui seleccionado por la Dirección Nacional de la Radio Cubana. En ese momento ya había creado Tiempo21 e incursionaba en el periodismo hipermedia, además del radial. Al conocer que el destino era África, comencé a estudiar en profundidad ese continente y en pocos meses. Yo integraba un equipo de radio con el sonidista José Luis Blanco, de la emisora provincial de Guantánamo. Y comencé a estudiar Níger. Ya en La Habana, durante un entrenamiento previo que se alargó durante un mes, hubo un problema con Níger y nos unieron al equipo de Ghana, que era de prensa plana, con el reportero Armando Santana, del periódico Invasor, de Ciego de Ávila, y el fotorreportero Ahmed Velázquez, de Granma Internacional (lamentablemente fallecido en 2004 con solo 39 años). Y entonces, sobre la marcha comencé a estudiar todo lo relacionado con Ghana.

“Desde el inicio yo tenía la idea de no solo reportar para la radio sino de trabajar para los medios en Internet del país, lo cual el equipo consideró correcto y así lo hicimos, éramos como cuatro hermanos en un país del África, cuyo medio ambiente es muy agresivo y muchas enfermedades que nosotros no conocemos. También el equipo siempre estuvo de acuerdo de escribir de todo sobre el país”.

– A qué se tuvo que enfrentar en aquel país. ¿Qué fue lo más difícil, o que le marcó más?

“África es fascinante y en ese continente todo es diferente, incluso la pobreza. Por ello, los médicos en África tenían que enfrentarse a situaciones que ni siquiera son comunes en América.

“Nosotros visitamos dos médicos que vivían en la frontera con Burkina Faso, en una montaña, en una casa sola en medio de la selva, alejados hasta del poblado donde trabajaban y donde llovía todos los días, principalmente por la noche, y en esas condiciones quitaban la corriente eléctrica, lo que le daba un toque de misterio al lugar, con los relámpagos, los truenos, los sonidos propios de la selva. Eso fue en la primera etapa.

“Como no teníamos un transporte de la misión pues viajábamos en transporte público, lo cual era difícil (recorrimos más de 10 mil kilómetros), pero al mismo tiempo eso nos enriquecía en lo que queríamos hacer, porque nos fundíamos con los ghaneses, que son personas muy humildes y serviciales, en un país donde hay poca violencia pero siempre era un riesgo porque los viajes eran hasta de 24 horas, muchas veces por el medio de la selva, sin contar las veces que se los ómnibus se rompían también en medio de la selva y de noche.

“Así visitamos casi todas las regiones del país en el que Cuba cabe tres veces. Y como andábamos solos pues nos daba cierta autonomía y en cada trayecto buscábamos los temas sociales propios del país. Lo más difícil era la pobreza, los niños, y el contraste entre ciudades con desarrollo, como si fueran del primer mundo y la pobreza extrema en las comunidades selváticas. Los niños me marcaron. En un hospital vimos morir a una niña mordida por una cobra, otros pequeños morir por la malaria.

“Me marcó el llegar a un hospital y visitar la morgue donde había personas en refrigeración durante un año, esperando que la familia tuviera dinero para celebrar los funerales, que, en el sur, con la población mayormente cristiana, eran grandes fiestas donde se comía y bebía en grandes cantidades, con música y bailes, y el fallecido en un rincón, en segundo plano. Nosotros tuvimos en varios de esos actos. Así surgió una crónica titulada La alegría de morir.

“Me marcaron los funerales del norte, con la población musulmana, y a los fallecidos lo colocan en un pedestal de unos tres metros, sentados, y alrededor de él hay bailes con tambores y disparos de arcabuz, y al final había que ir a la casa de la familia a comer y beber pitó, una bebida tradicional hecha con maíz fermentado que sabe a rayos, pero no beberla era un desaire y eso no podíamos permitirlo. Pero, me marcaron la candidez del ghanés, las grandes ciudades como Accra, la capital, y Kumasi la capital de la región de Ashanti, la ciudad del oro, la más poblada después de Acra; la selva, tan enigmática, los baobabs, esos árboles legendarios y misteriosos del que había leído en El Principito.

“Me marcó el Castillo Elmina, enclavado en un pueblo del mismo nombre, en la región de Cape Coast, en el golfo de Guinea, la principal ruta de esclavos hacia América, donde se eriza la piel una vez dentro y donde se comprobaba la maldad de los hombres blancos con los negros cazados como fieras, entre otros hechos, y lugares que harían muy larga la lista.

“Y no puedo dejar de mencionar dos momentos muy difíciles: la muerte de la madre de Santana, quien tuvo que regresar a Cuba con José Luis, y la malaria que nos enfermó a los cuatro, pero en mi caso fue más difícil porque por desconocimiento tomé una sobredosis de medicamentos que pudo haberme provocado un paro hepático agudo y por supuesto la muerte, tan lejos”.

Escribió el libro ¨Hacia el reino del silencio¨, publicado en 2008 por la Editorial Pablo de la Torriente Brau, de la Unión de Periodistas de Cuba. ¿Por qué ese título, qué sugiere?

“Ese título sugiere que la población de Ghana y de África va hacia la muerte, que es el silencio, porque son un país y un continente olvidados, saqueados. En Ghana, de cada cinco personas, tres tenían SIDA y tuberculosis; alta mortalidad infantil, muchas muertes por malaria, por mordeduras de serpientes, fiebre tifoidea. Los ghaneses mueren jóvenes”.

– En el 2000 creó Tiempo21, edición digital de los Servicios Informativos de Radio Victoria. ¿Cómo hizo para sacar adelante, y con éxito, ese proyecto, en un momento en que los medios de comunicación (o las emisoras radiales) en las provincias cubanas no tenían experiencia en el tema?

“Hoy entiendo que fue un atrevimiento muy grande. Era 1999 y la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) en Las Tunas hizo un evento sobre cómo sería el periodismo de cara al nuevo milenio, y ya venía interesado en todo lo que pasaba en Internet y presenté el proyecto del medio de Radio Victoria en Internet con el nombre de Tiempo21 por el siglo que se avecinaba. Era yo solo, siempre con el acompañamiento de Rosa Velázquez, en aquel momento jefa de información de la planta provincial; estuvimos juntos todo el tiempo hasta que vio la luz, el 20 de marzo de ese año, sin mucho conocimiento, con mucho trabajo, barreras, incomprensiones, pero salió”.

– Durante 2016 y 2017 se desempeñó como editor de contenido en la Dirección de Multimedia, de las Mesas de Redacción y Asignaciones del canal multiestatal TeleSur, en su sede central en Caracas, Venezuela. ¿Cómo le llega esta propuesta de trabajo?

“Hoy puedo decirlo. Yo me iba para Angola, África, a impartir clases de Fotografía en la Universidad Nacional de ese país, seleccionado por la Dirección Nacional de la Radio. Ya había entregado el programa de clases, tenía el pasaporte, todo estaba previsto para viajar, pero los angolanos por alguna razón se demoraban.

“Un día, estaba en la realización de uno de los programas en video para Tiempo21 y en plena grabación me llama Onelio Castillo Corderí, entonces director nacional de la Radio Cubana. Después de saludarme, me pregunta: ¿ya estás listo para viajar?, y le respondo: sí, ¿cuándo me voy para Angola. Y me dice: para Angola no, para Venezuela, te vas para TeleSur como editor Web y esta semana tienes que estar en La Habana para los trámites, eso es ya. Solo atiné a decirle: ¡¿TeleSur!?

“Venezuela nunca estuvo en mis planes. Y TeleSur mucho menos. Yo estaba tan emocionado, tan perplejo que me quedé sin palabras. ¿Tú sabes lo que es trabajar en TeleSur? me preguntaba yo mismo. Y hacia allá me fui unos 10 días después, hacia ese multimedio emblemático que sería el gran reto de mi vida.

“Comencé en la Dirección General de Multimedia como editor durante unos 15 días, porque enseguida la editora jefa del turno de la mañana se fue hacia otro canal y Yeimy Ramírez, la directora general de Multimedia me llamó y me dijo: hace falta que a partir del lunes asumas la jefatura de edición de la mañana. Imagina, acabado de llegar. Ya era junio. A finales de julio Yeimy me vuelve a dar otra tarea: editor investigador para el tratamiento de temas en profundidad y realizar un micrositio por el cumpleaños 90 del Comandante en Jefe Fidel Castro, y así lo hice.

“Ya a finales de agosto, Yeimy vuelve a llamarme y me dice que Patricia Villegas (la presidenta de TeleSur) le había solicitado que yo pasara a la Mesa de Redacción como editor de contenido en la sala de noticias para la pantalla, y ese el gran reto, porque ya era la televisión, mucho más compleja. Ahí estuve cuatro meses, y en enero de 2017 se decidió que pasara a ser editor de contenido y coordinador del grupo de Reempaque (que se encarga de contar las historias más allá de las noticias) de la Dirección de Asignaciones, y era el editor de la mañana hasta mi regreso a Cuba, después de pasar mi gran escuela profesional, con cursos de postgrados sobre televisión, Avid, talleres con profesionales de Rusia Today”…

– ¿Cómo pudo vencer esos retos?

“Todo lo dicho anteriormente fueron grandes retos, y los pude vencer con estudio y trabajo, así no más”.

– En Radio Victoria se ha desarrollado en el periodismo hipermedia, en el radial, en la realización sonora y la dirección de programas, y es también profesor de «Comunicación Social» en la Universidad de Las Tunas. ¿Cuáles son las claves para ser tan abarcador?

– “Estudio, mucho estudio, trabajo y entrega. No hay de otra”.

– ¿Cómo se administra el tiempo o se organiza para lograrlo sin mucho estrés, ese que golpea a muchos en esta profesión, sobre todo, en los medios audiovisuales?

“Mi tiempo es una locura, apenas me alcanza porque siempre tengo un proyecto que realizar, principalmente, en los audiovisuales, además de las responsabilidades diarias como reportero. Pero lo logro, con muchas horas de dedicación”.

– Además, ha incursionado en el Cine, fue productor del largometraje Los Cuervos y el cortometraje Homoeretus. ¿De qué se trató? ¿Por qué Los Cuervos?

“Los Cuervos está basada en la novela del mismo nombre de Guillermo Vidal. Cuando el Guille vivía, él, Alejandro Lora y yo acordamos hacer una película sobre Las manzanas del paraíso. Él iba a ser el guionista literario, discutimos la idea en el patio de su casa, sentados en el suelo bajo una mata. Después el Guille muere y teníamos esa deuda, pero Las Manzanas… tenía una producción enorme, había que filmar en la cárcel y era todo muy complicado. Entonces Yuri Rojas se aparece con un guion de Los Cuervos y realizamos la película en medio de muchas incomprensiones, barreras, sin presupuesto. Y trata el tema central de la novela: un niño cuyo padre fue asesinado por su madre que estaba presa y crece con ese complejo, con ese conflicto”.

– ¿Y en el caso del cortometraje Homoerectus, de producciones Acoytes-Uneac Las Tunas?

“Homoerectus parte de un guión de Alejandro Lora, que trata sobre el travestismo, el homosexualismo; nos divertimos mucho con ese trabajo y ese cortometraje fue finalista en el Festival de Cine Latino de Nueva York, en 2009”.

– De todos estos oficios y proyectos en los que se ha enrolado, ¿cuál es el que más lo apasiona?

“Creo que todos. Me gusta todo lo que he hecho y lo que hago, aunque los audiovisuales me rompen el alma. Tengo tres guiones escritos por realizar y otros proyectos que no menciono porque han de andar ocultos para lograrlos. Solo te digo que todo lo que hago tiene una coherencia, porque hasta en mis clases de Comunicación Hipermedia, Comunicación Audiovisual y Comunicación Sonora en la Universidad, tienen que ver con lo que hago y los alumnos son mis críticos en los ejercicios con materiales que he realizado. Es una línea que no deja de tener curvas pero que va en una sola dirección”.

Así es “Miguelito”, apasionado y jovial, con espíritu de artista, mente y manos de investigador y creador.

/ydv/

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