Las Tunas.- El oxígeno podía terminar en cualquier momento; ellos estaban al tanto de la realidad de la provincia y Cuba; una pandemia había cambiado en horas la rutina del hospital más importante de la ciudad y ahora se trataba de esa capacidad natural del ser humano para resistir.
Muchos estaban en debate entre la vida y la muerte. Otros con el impacto de la enfermedad y el temor de las complicaciones.
Días antes, el 9 de agosto, parecía común en medio de la pandemia que le cambió la vida a la humanidad del siglo XXI; los reportes de infestados continuaban en ascenso y en la, hasta entonces, “provincia con indicadores de estabilidad del virus SARS-Cov2”, el panorama sanitario se volvía cada vez más adverso.
La Covid-19 se expandía entre la población del territorio, al oriente de Cuba, y sobre todo en su ciudad cabecera el número de víctimas y enfermos era indetenible. La cepa Delta de la India vagaba entre los residentes y junto a la sudafricana cobraron vidas que aún registran.
En esas horas de miedo, dolor y desesperanza, se vivió el momento más excepcional en la principal instalación hospitalaria de Las Tunas; el hospital colapsó ante la inagotable demanda de oxígeno y suministros médicos.
Ana Julia Rodríguez Vázquez estuvo allí y asumió el desafío de hacer funcionales dos hospitales en una misma infraestructura, mientras lidiaba con la enfermedad y entre la vida y la muerte.
Anita, como cariñosamente la llaman, es también una sobreviviente y una mujer coraje, que descubrió en el rigor de la Covid la esencia humana.
En audio:
/mga/
Comente con nosotros en la página de Facebook y síganos en Twitter y Youtube