El Puerto de Manatí parece hoy un pueblo de fantasmas.
No hay nadie en sus calles, su popular playa está vacía y el mar parece lamentar su soledad.
El fallecimiento de 11 personas en este poblado -por la Covid-19- ha sido algo muy duro, triste, conmovedor, porque aquí todos son como familia. Y los más de 800 habitantes del lugar están de luto por cada una de las víctimas de tan cruel pandemia.
Los pescadores, mayoría en la población, están como atados de pies y manos. Todos, sin excepción, miran desde sus casas el balanceo de sus botes muy cercanos a la costa del Atlántico, solos, como clamando por salir a pescar con sus dueños.
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Por algunos que llegaron a este lugar sin tener que hacerlo, el SARS CoV-2 hizo presencia en el poblado y comenzó a contagiar personas, cuando este era un sitio libre de Covid-19. Y todo comenzó a complicarse.
Uno de los médicos de la familia que ahora trabaja en la consulta de infecciones respiratorias, improvisada en la clínica estomatológica, muestra las huellas del cansancio en su joven rostro, aunque ya ve la luz al final del túnel. Su nombre es Alberto Aldair Fernández Villar, residente de tercer año de Medicina General Integral.
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«En estos momentos no se puede decir que la pandemia está controlada completamente pero sí ya han disminuido mucho los casos a través de las pesquisas activas y los test de antígeno, y una vigilancia constante, no solo en las casas aisladas sino en todo el poblado.
«Las personas que fallecieron pasaban los 70 años y no dijeron que tenían síntomas y la pérdida de tiempo fue lo que hizo que se complicaran cuando llegaron al hospital, algo que ha sido muy impactante en la comunidad».
La covid-19 ha sido quizás el mayor desafío para el grupo de trabajo comunitario, porque ha puesto a prueba su capacidad de respuesta para una situación en extremo compleja.
El delegado de la circunscripción 11, Alberto Ramos López, habla de los momentos difíciles en el poblado, aunque mira hacia un punto impreciso de la geografía costera y reconoce lo que han hecho para no dejarse vencer por las circunstancias, en medio de 65 casos confirmados con el virus, de las 36 viviendas aisladas, de personas muriendo, del sufrimiento en cada uno de los 336 núcleos familiares de la comunidad.
«Aquí la labor no es mía, es del Grupo de trabajo comunitario en pleno y muchas personas que nos apoyan sobre todo en las pesquisas. Yo debo resaltar lo que hacen los compañeros de las direcciones de Deporte, de Cultura, Educación, y la Gastronomía ha sido muy destacada, porque su administrador, Ramón Guerra Amado, con su gente ha sido capaz de llevar los recursos al ciento por ciento de las viviendas de la comunidad, y tenemos la tranquilidad de que existen compañeros responsables con cada uno de los núcleos familiares para garantizar la alimentación».
Todavía la situación es tensa en el Puerto de Manatí, del municipio de igual nombre, en el norte de la provincia de Las Tunas, aunque la complejidad va cediendo por el empuje de muchos. Y a pesar de que nunca se olvidarán a los muertos, no está lejos el día en que los pescadores vuelvan al mar antes del amanecer, las personas se bañen en la playita y los vecinos caminen por las apacibles calles del poblado, saludando a unos y otros, como la familia que siempre han sido todos sus habitantes.
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