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En el «Simón Bolívar», un frente común contra el SARS CoV-2

Las Tunas.- En marzo del actual 2021, la vida cambió para Ernesto Macintoch Otaño. Hasta ese mes, en esencia, era un hombre de la pedagogía, hoy, dice, está mejor entrenado para lidiar con otras responsabilidades. En tono de broma quien, ha ejercido el oficio de maestro durante 26 años comentó recientemente a un equipo de prensa que cuando esta pandemia termine «lo mismo puedo atender un grupo electrógeno que limpiar pisos en el Hospital Guevara, pues aquí nos ha tocado hacer de todo.»

Aquí, es el Centro de Aislamiento para sospechosos y positivos  al SARS CoV-2 ubicado en los que hasta hace unos meses fuera el Centro Mixto Simón Bolívar, una de las unidades educacionales de la provincia. Como al «Hombre de las dificultades», a quienes allí laboran les ha tocado plantarle batallas a los contratiempos, los propios de la Covid-19, de las circunstancias actuales del país y las derivadas del actuar humano.

La ahora unidad de salud nace, como tantas otras en la geografía provincial y nacional, de las carencias, urgencias y el talante ante el infortunio de una nación que se enfrenta a una crisis sanitaria global con una economía sitiada y en proceso de reordenamiento. Hay, en el «Simón Bolívar», mucho de voluntad ante la adversidad.

«Desde el primer momento comenzamos a hacer un grupo de adaptaciones en la estructura del inmueble para que el Centro pudiera asumir esta función», explica el directivo y menciona los cambios en la residencia estudiantil a fin de cumplir, en la medida de las posibilidades, con los protocolos de salud pública».

De los 245 trabajadores del centro, entre profesores y personal de apoyo, más del 80 por ciento ha estado allí; en pelea contra el nuevo coronavirus. Ellos han asumido las labores de  lavandería, limpieza de áreas, pantry y parte del quehacer en la Zona Roja. El trabajo es duro, incesante, y lleno de complejidades: a altas horas de la noche, incluso en la madrugada, pueden llegar pacientes inesperados a los que hay que hacerle espacio, una instalación hidrosanitaria puede romperse repentinamente o se debe aprender a operar un grupo electrógeno.

«No hemos descansado un día. La primera complejidad es en el hogar, mis hijos me preguntan «Papá, ¿cuándo vas a descansar?». Las otras son las diarias del trabajo y que asumimos con mucho amor porque sabemos que así lo requiere el momento», resume Macintoch Otaño.

«En medio de todo esto lo que más ha predominado es la sensibilidad hacia los pacientes, es el trato humano ante una enfermedad que hemos advertido altera y afecta psicológicamente a las personas. Son experiencias de toda índole que nos han dejado una mayor humanidad. Nos han aportado la certeza de que ante cualquier situación hay que crecerse y que, por supuesto, a la Covid-19 vamos a vencerla, vamos a vencerla», concluye.

Un colectivo presente y activo  

Lázaro Moya

En un Centro de Aislamiento no hay espacio para eso que la psicología describe como procrastinación. En cambio para la resolutividad, hay «visa abierta». Seis meses después esa seguridad la tiene Lázaro Moya García, el joven subdirector que, de antemano, nos dice: «cada día ha sido un reto»  o  «esto es de domingo a domingo.»

«Para nosotros todo ha sido nuevo. Tuvimos que implementar un servicio de lavandería, filtros en Zona Roja y, ante problemas con la comunicación de los familiares de los pacientes aquí ingresados, creamos una sala situacional para informar del estado de sus seres queridos. Como es algo nuevo, cada jornada ha significado un aprendizaje».

«Además, tuvimos que ayudar a implementar el grupo electrógeno, muy necesario ante cualquier corte de electricidad. Nunca habíamos trabajado con algo así y debimos aprender a manejarlo, cuánto combustible necesita, para qué tiempo de generación, las posibilidades para el funcionamiento de las neveras, la conservación de alimentos, para el funcionamiento del área de ingreso…»

Las jornadas, nos dice Lázaro, pueden superar las 15 horas de trabajo o iniciar con el alba y concluir al día siguiente; pero nada detiene a este colectivo que ha visto el sufrimiento que genera la pandemia y a él se sobrepone.

La juventud, tiempo de hacer, de crear

Rodolfo Castro Chacón

La pandemia de la Covid-19 ha reunido en un frente común a muchos tuneros. De esa comunión en contra del virus da fe el enfermero intensivista Rodolfo Castro Chacón, quien hace poco menos de un mes asume la responsabilidad de administrar el Centro de Aislamiento por la rama de salud pública. Este cambio de roles le pone alto el listón, pero ahí va, desafiando entuertos.

«Como administrador asumo el control de los recursos humanos y materiales, la organización general de la unidad y la alimentación de los pacientes; siempre procurando sacar la tarea adelante para responder efectivamente a quienes han tenido fe en que voy a despeñarme bien».

Rodolfo es, desde hace seis años, enfermero intensivista; una especialidad que requiere temple y corazón. Esa experiencia y un entrenamiento recibido respecto a cómo actuar ante el SARS CoV-2, le ha servido para hacerle frente a la pandemia. En el actual contexto, su bregar por la vida le ha llevado a un total de seis instituciones de Las Tunas donde se lucha contra el nuevo coronavirus.

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Reinier Pupo Sánchez

Como este joven, pero en otras responsabilidades, Reinier Pupo Sánchez desafía en el «Simón Bolívar»  a la Covid-19. La experiencia ha sido, como todo momento fecundo en la vida, una verdadera enseñanza para quien antes se desempeñaba en el sector no estatal y ahora asume la labor de ropero; una actividad que requiere, como todas allí, dedicación sin atender a la hora en las manecillas del reloj.

Nos cuenta que nunca había vivido algo similar. El saldo de tensiones, dolor, secuelas, miedos y angustias dejados por la pandemia le ha servido para tener mayor certeza del peligro y los riesgos de la enfermedad.

«Me siento bien ayudando a las personas y esta labor me ha dado mayor responsabilidad. Desde aquí le hago conciencia a todos los que no se protegen como debe ser y, al ser inconscientes, en muchos casos terminan en estos sitios. Debemos unirnos para acabar finalmente con esta pandemia», expresa mientras clasifica la ropa con destino a la lavandería.

De la rama del comercio, al sector no estatal en una carpintería y luego a hacerle frente a una pandemia, así ha sido el itinerario de Reinier Pupo Sánchez, un joven de 23 años que en el Centro Mixto Simón Bolívar también lucha, desde su posición, contra el virus del SARS CoV-2.

Escuche las declaraciones de Reinier Pupo Sánchez:

 ¿Por qué? Por Cuba

El centro Simón Bolívar ha reajustado sus áreas de acuerdo a los requerimientos sanitarios para atender a pacientes con Covid-19.

Si le preguntan a Yoandra Sánchez Varona por qué está allí, en un centro de aislamiento, inmolando noches de sueño y momentos de estancia con la familia, la respuesta es clara, precisa, certera, enfática.

«Me impulsa conocer, tener experiencia, amar a mi Patria: Estoy inmersa en esto porque le debo mucho a la Revolución (…) y nada más que dar mi esfuerzo, mi sacrificio por esas personas que están allá atrás (…) Yo tengo que seguir aquí porque esto se tiene que terminar un día. Yo tengo la fe y la esperanza de que saldremos adelante.»

Cubanos como Yoandra y sus compañeros de batalla hay cientos y miles a lo largo y ancho de esta ínsula, en todos los ámbitos de la sociedad. Ellos sostienen y empujan un país, su obra no es perfecta, lo saben, lo sabemos; obra al fin se construye ladrillo a ladrillo y no siempre queda como hubiésemos deseado. No obstante, ¡qué bueno tenerlos!, ¡qué bueno saber que hay personas con las que contar!

/nre/

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