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Roberto Rodríguez: del IPVCE a la Academia Mundial de Ciencias

Hace más de 20 años ya un grupo de concursantes de Biología del Instituto Pre Vocacional de Ciencias Exactas (Ipvce) Luis Urquiza Jorge quedó varado en la terminal de ferrocarril de Las Tunas, a la espera de un tren a Santiago que no llegó en horario nocturno como pensaba el profesor Antonio Vargas, sino en la mañana del otro día.

La idea era ir a toda costa a la tierra caliente para prender aún más el fuego de la competencia, ese que aún en la actualidad nadie ha podido apagar. A esa noche de espera, Roberto Rodríguez Labrada, ha regresado tanto tiempo después para recoger algunos recuerdos y traerlos a la actualidad.

Roberto (segundo de izquierda a derecha) junto al profesor Vargas y otros alumnos en el IPVCE. (FOTO/Cortesía del entrevistado)

“Así fue como nos tocó a todos pasar la noche en una especie de carpita, cercana a la terminal de trenes. Pero fue una noche divertida, amenizada con los chistes propios de Vargas, las peripecias de nosotros y algún borracho que desandaba a esas horas. Al otro día nos montamos en el tren, hicimos buena parte del recorrido de pie, llegamos a Santiago, competimos, ganamos la Copa y logramos retornar en una guagua de Las Tunas”.

Roberto Rodríguez Labrada ahora es un científico de referencia, miembro de la Academia Mundial de Ciencias, Director Adjunto del Centro de Neurociencias en Cuba y padre de un hermoso bebé, pero ninguna de las vicisitudes posteriores en su vida como universitario, profesional o del plano personal, ha podido borrar este pasaje.  Porque fue allí, en el IPVCE Luis Urquiza Jorge de Las Tunas, entre los años 1996 y 1999, cuando comenzó a andar un camino que lo ha conducido hasta lo que hoy es.

“Fue una época difícil para nuestro país  y por supuesto, incidió mucho en los estudiantes becados; pero eso no dejó ninguna huella negativa en mí, al contrario. Tengo recuerdos muy gratificantes de ese periodo, uno de los más importantes de mi vida, porque salí de abajo de las alas de mis padres, comencé a ganar experiencias como ser independiente y a conocer personas diferentes  pero con un interés común: el de avanzar por el camino del conocimiento”.

“Si algo impactó en mí durante ese tiempo, fue el claustro de profesores, todos, sin excepción de ninguno; lamentablemente algunos no están ya. Gracias a ellos el IPVCE de Las Tunas hoy tiene un lugar indiscutible de reconocimiento en la formación de profesionales en nuestro país.

Roberto y sus compañeros en el IPVCE. (FOTO/Cortesía del entrevistado)

“Pero para mí particularmente Vargas es el gran paradigma, es el profesor que más me ha marcado porque con él pude comprender lo que representa la ciencia biológica y encontrar ese bichito del conocimiento a través de sus lecciones. Eso tuvo mucho que ver con mi decisión por una carrera de la rama científica. Fue en sus clases cuando yo dije: esto es lo mío”.

Roberto recuerda al libro ¿Son los virus amigos o enemigos?, como uno de los detonantes para elegir la microbiología por encima de otras profesiones. “Hasta ese momento los virus para mí eran crueles y si en este contexto en que atravesamos por una pandemia ocasionada por la Covid-19, a mí se me ocurre decir que los virus también son amigos, seguramente no pocos me crucificarían. Pero aquello me llamó mucho la tención, comprendí que efectivamente son grandes enemigos de los seres vivos pero también pueden ser aliados. Fue así que decidí ser microbiólogo”.

Luego del IPVCE, una escalera en ascenso…

El nivel de aprovechamiento del tiempo transcurrido en un IPVCE se mide en la Universidad, es ahí donde rinden frutos las largas jornadas de estudio en la biblioteca o en el laboratorio, las lecturas y contrastes de libros que ni siquiera están en el plan docente o las preguntas más interesantes hechas en medio de un turno de clases. El caso de Roberto no fue la excepción.

“Cuando llegué a la Universidad de La Habana pude valerme de los conocimientos adquiridos no solo en Biología, sino en Química, en Matemática e incluso en las asignaturas de Letras. Yo sentía que había llegado a esta etapa con muchas herramientas, con un espíritu inconforme y la necesidad de buscar más allá de las clases, de hacer esquemas mentales de las hipótesis que queríamos probar, de cuestionarnos todo lo que en el mundo de la ciencia parecía cierto”.

Pero quedarse en La Habana y ejercer como microbiólogo ameritaba un cambio radical en la vida de Roberto. Para ello debía quedarse alquilado en la capital como hicieron otros tantos amigos a los que define de “valientes” y esa no fue su elección, tampoco regresar a su provincia natal pues en Las Tunas, contradictoriamente, no había espacio para la investigación de su interés; así fue como decidió poner su vista en el Centro para la Investigación y Rehabilitación de Ataxias Hereditarias en Holguín.

“Recuerdo que con mucho temor, desde un teléfono público contacté con el director de este centro y me aceptaron. Fui para allá con la idea de entrar al departamento de genética pero las plazas todas estaban ocupadas. De trabajar allí sería en el área de neurofisiología, una rama que había recibido muy bien en la carrera por excelentes profesores, pero que me resultaba un poco distante de su esencia, aún así asumí el reto”.

La ataxia es un trastorno que consiste en la pérdida o disminución de la capacidad de coordinación de los movimientos de las personas y es Cuba el país con mayores tasas de prevalencia e incidencia de la ataxia espinocerebelosa tipo 2. En tanto, Holguín es la provincia que más incidencia de este trastorno tiene en el territorio nacional, con 42 enfermos por cada 100 mil habitantes.

La representación considerable del trastorno en esta región del país se debe, según explica Rodríguez Labrada, al efecto fundador del gen y se remite a la época de la colonia. “Un español  entró en Cuba con la mutación y tuvo descendencia en Holguín. En esa época eran comunes los matrimonios consanguíneos, lo que posibilitó que la enfermedad se concentrara con más fuerza en la zona. Por cercanía Las Tunas es la segunda provincia del país con mayores índices de este tipo de ataxia, incluso con más casos que muchos países”.

“Mis estudios de ataxia son la expresión clara de mis sueños cumplidos como científico. Esta es una enfermedad muy cruel del sistema nervioso central, cuyos pacientes requieren de la consagración de nosotros los investigadores y los médicos.

“Casi recién graduado tuve la oportunidad de asumir proyectos de investigación, el desarrollo de publicaciones científicas y cargos asociados a ello, todo lo tomé como un reto más. Logré hacer mi doctorado en el año 2013 y gracias a eso he participado en eventos nacionales e internacionales, conocido a colegas y pacientes de diferentes partes del mundo y visitado otros centros de investigación”.

Rodríguez Labrada asume cada premio recibido como el resultado de un trabajo multidisciplinario y es que los mayores resultados científicos se obtienen en equipo; como en la pelota, deporte del que se declara un ferviente seguidor.

Justamente por estos resultados en el campo de la ataxia la Academia de Ciencias del Tercer Mundo puso sobre Roberto Rodríguez sus reflectores. Vale mencionar el hecho de que grandes personalidades de la ciencia en Cuba y el mundo, con una vasta experiencia han engrosado este selecto grupo.

“Eso se traduce en muchas horas de estudio, de desvelo, de llegar temprano al laboratorio y salir último, menos horas dedicadas a la familia. Pero he tenido la suerte de que mi esposa comparta conmigo este mundo de la investigación, lo que ha representado muchísima ayuda”.

Los apasionados por su profesión generalmente no se desprenden de sus herramientas de trabajo, ni fuera de su centro laboral. Es por eso que un médico suele fijarse en las señales que emiten las personas fuera de consulta para identificar alguna dolencia, los ingenieros civiles observan con detenimiento las estructuras de obras ajenas y los periodistas cuestionan casi todo, aunque no estén en un proceso reporteril ¿Cómo ve el mundo un científico?

“La ciencia es muy amplia y quizás los más teóricos vean el mundo distinto, a través de fórmulas, ecuaciones, de suposiciones pero los científicos que estamos más vinculados a las ciencias médicas, más aplicada a situaciones prácticas de la vida social, creo que vemos el mundo con más pragmatismo. Eso no quita que cuando en la vida diaria veamos un fenómeno no intentemos responderlo a través de un simple experimento. Sí, eso nos pasa”.

En la fórmula para crear a un buen profesional, indudablemente, los IPVCE resultan un catalizador. No significa que fuera de estos centros sea imposible lograrlo, pero lo que sí está claro es que una vez allí la evolución de los estudiantes en diferentes ramas del conocimiento es ascendente.

Pero que nadie crea que en los IPVCE solo se va a estudiar, allí también se fundan familias de amigos y se tejen historias. Por eso Roberto ha sacado de su baúl de recuerdos la primera vez que visitó la Capital, el Memorial de Ernesto Che Guevara en Las Villas o las variadas ocasiones en que escaló el Pico Turquino. También recuerda las risas de todo de grupo cuando el profe Vargas le cantó la canción “No te aferres”, de Juan Grabiel, a un alumno obstinado.

Convertirse en científico era el sueño de aquel estudiante de bachiller como el de otros tantos, sueños hechos realidad por un buen trabajo en equipo, esa es la mayor hazaña del Luis Urquiza.

/nre/

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