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San Miguel del Rompe: la hora solemne y decisiva

Si bien a principios de agosto de 1868 aún existía discrepancia entre varios líderes independentistas sobre el momento preciso y oportuno para iniciar el levantamiento armado contra el yugo colonial español, sí había consenso en que no se podía esperar mucho tiempo pues varios eran los factores que, a lo interno de la metrópoli, podían conspirar con un proceso que en Cuba venía alcanzando su clímax hacía ya un año, luego de la creación del Comité Revolucionario de Bayamo en agosto de 1857.

En gran parte de Oriente y Camagüey ardía la llama de la libertad, pero era preciso buscar consenso, limar discrepancias, organizar ideas, hablar de recursos, en un ambiente que primara sobre todo el amor a la patria y había que hacerlo con total discreción, sin llamar la atención de las fuerzas colonialistas en un lugar al que todos pudieran acudir en igualdad de condiciones.

Con una distancia prudente a recorrer por todos, los que vendrían de Manzanillo, de Bayamo, de Holguín y del Camagüey, se escoge para aquel encuentro del 4 de agosto de 1868 la finca San Miguel, del fundo de Rompe, en la región de Las Tunas, las cercanías al camino Real del Puerto del Príncipe, lo aislado de la zona, la exuberante vegetación de entonces y otras condiciones propiciaron que la cita se diera allí.

El objetivo principal de esta reunión consistió en analizar la situación, decidir lo que debía hacerse, concertar un plan de acción colectivo que contase con el asentimiento de todos los conspiradores y establecer la fecha del alzamiento para iniciar la guerra por la independencia de la patria.

Allí se escuchó por encima de todas las voces una, la del mazanillero Carlos Manuel de Céspedes, quien ya se dilucidaba como el líder a seguir, que en medio del encuentro grita: “Señores: la hora es solemne y decisiva, el poder de España está caduco y carcomido. Si aún nos parece fuerte y grande, es porque hace más de tres siglos que lo contemplamos de rodillas. ¡Levantémonos!”.

Luego de analizar dos tendencias: la dirigida al alzamiento inmediato y la que sustentaba esperar por la creación de condiciones para iniciar la lucha el siguiente año, se aprobó fijar el 3 de septiembre de ese propio año para proclamar la independencia y que volverían a reunirse unos meses después -el primero de septiembre-.

Los años han pasado, de los privilegios que la naturaleza le otorgó a este sitio de la geografía tunera quedan muy pocos, pero allí, 153 años después se respira el ambiente acogedor de aquel encuentro que trascendió en la historia patria además como la Convención de Tirsán.

Entre potreros y pastizales, a la sombra no de los mismos árboles que sirvieron de única cobija a aquellos patriotas, pero sí de otros que también sienten el orgullo como todos los tuneros, se erige el obelisco que perpetúa el hecho y la placa que lo acredita como sitio histórico Monumento Nacional.

Hasta allí este 4 de agosto, como sucede hace ya varias décadas, no pudieron llegar los pioneros, estudiantes y jóvenes a recordar el hecho debido a la actual situación de la pandemia de la Covid-19, pero en el recuerdo y la memoria de los tuneros pervive este hecho histórico como inspiración y motivación para continuar venciendo los actuales y futuros retos.

/nre/

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