Yami Montoya es una mujer alegre, optimista y dispuesta. La Covid-19 la sorprendió e impuso días rigurosos; supo de la desesperación, incertidumbre y hasta de las torpezas que lastiman la atención sanitaria en Las Tunas, y en esa lucha por la existencia comprendió que el secreto está en vivir intensamente cada instante.
Miedo, soledad, angustia y temor la habitaron entre largas jornadas de espera y tratamiento.
En su amada Santiago aguardaban sus padres, ajenos a la realidad, porque la Covid es una noticia demasiado alarmante para la cual la distancia se vuelve impotencia y el amor fraternal ni siquiera puede vencer.
Y la vida con sus asperezas le arrebató temprano el abrazo de su padre como para agolpar los dolores y dejarle la añoranza y el desconsuelo del adiós. Mientras, se estremece y la mirada se dibuja húmeda cuando confiesa que lo que más desea es abrazar a su madre y hermano.
La pequeña Amanda es la dueña de sus ilusiones y el sostén de cada día con un amor que despinta la rudeza de lo vivido y su lectura dulce se vuelve la melodía más esperanzadora.
Soy una persona diferente; la vida te cambia, reconoce, y no vacila al hacerlo. Pero en su rostro renace el brillo de la mujer triunfadora que se aferra y sigue, porque el placer de vivir vale la pena ser disfrutado.
Escuche el testimonio de Yami:
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