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Una historia de amor y de vida

Ella se nombra Odalmis Labrada Silva, y es mayor del Ministerio del Interior (Minint). Es una mujer tierna, pero dura de carácter, recia en sus acciones, disciplinada, justa, entregada a las tareas de ese órgano armado y, al mismo tiempo, la madre que no pierde un detalle de sus hijos. Y no es que se desdoble en el cumplimiento de sus responsabilidades, porque siempre es la misma, aunque en momentos y entornos diferentes.

Él es Miguel Téllez Ruda, su esposo, teniente coronel de la misma fuerza armada. Su carácter es parecido al de ella, aunque con una personalidad un poco más impenetrable, si cabe el término, pero sencillo, y se desvive por su hija Amanda en su rol de padre, que niña al fin, se apega más a él, como cumpliendo esa teoría generalizada.

Pero lo cierto es que ambos, con el tiempo contado en cada jornada, que siempre va más allá de las ocho horas, tienen una vida en común que es paradigmática, tanto para sus compañeros de trabajo como para sus familias, sus vecinos, que los ven en el barrio y sienten orgullo de ellos.

Aunque llevan 12 años de casados se conocen desde que estudiaban en el preuniversitario Evelio Velázquez, o la Hortaliza tres, del municipio de Las Tunas. Sin embargo, para ese entonces ninguno reparaba en el otro en lo que a acercamiento se refiere. Y así pasó el tiempo, y ambos, sin ponerse de acuerdo, acudieron al llamado de los combatientes del Minint que fueron a la escuela a captar estudiantes.

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Para ella aquel paso al frente fue toda una fiesta porque desde pequeña siempre quiso ser militar. Para él no tanto, su vida era la informática, aunque la carrera no tenía tanto auge en aquel entonces y no pudo materializar sus sueños. No obstante, tuvo la posibilidad de estudiar Ingeniería Eléctrica, pero le satisfacía más la idea de ingresar al Minint por su padre, su abuela Paula, que le decía como Mariana Grajales: ´y tú empínate´; y por su bisabuelo, mambí del Ejército Libertador.

Así se hicieron cadetes, y en sus inicios les resultó chocante por la férrea disciplina, y los rigores propios de la vida militar. Salieron egresados de la academia en años diferentes, hasta que un día la suerte los unió en las labores y construyeron una amistad, más allá del trabajo. Un día se descubrieron enamorados, quizás sin darse cuenta, hasta que decidieron juntar sus caminos y crear una familia.

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«Ya llevo 25 años en el Ministerio -dice Odalmis- y han sido de duro trabajo, pero de una enorme satisfacción por lo que hago. Mi orgullo viene desde que pasé el servicio militar en la frontera con la base naval de Guantánamo. Ahí comenzó mi formación. Y de todos esos años la mitad los he compartido con Miguel; ha sido lindo estar unidos en la vida profesional y personal».

Miguel lleva dos años más que su esposa en el Ministerio del Interior. Para él es un orgullo pertenecer al Minint porque ha contribuido a consolidar la obra de la Revolución. Es joven, solo 44 años y ya tiene un alto grado militar, algo poco común en esa fuerza armada, en la que los grados son difíciles de alcanzar. Es un oficial que no se detiene, y tiene que multiplicar las horas para cumplir las tareas, muy complejas.

«De los dos yo soy el que más tiempo paso fuera de la casa. No obstante, siempre busco el tiempo para estar con la familia, y cuando ella está complicada en el trabajo yo asumo. Nuestra hija Amanda me ocupa mucho tiempo, y eso me enorgullece. Tengo que darle la merienda, dormirla, siempre está encima de mí, es muy intranquila y exigente. Ambos disfrutamos del hogar, aunque en ocasiones el móvil suene y tenga que correr a un llamado determinado que no espera».

Miguel es autodidacto, estudia mucho, se prepara ideológicamente a cada momento, pero cuando tiene un chance en espera de algo comienza una partida de ajedrez en el teléfono, aunque casi nunca termina, bien porque la máquina le anuncia la derrota o porque ya tiene que ir a cumplir la tarea de turno. Pero siempre lo vuelve a intentar, y aunque es difícil ganarle al programa, vuelve una y otra vez, como un entrenamiento perfecto para el pensamiento, para la mente.

Odalmis es del municipio de Puerto Padre y vive en la ciudad de Las Tunas. Miguel nació en pleno campo, en San Antonio de los Baños, y eso le hace sentir orgullo, porque tiene alma de guajiro natural, como él dice. Su padre, como es de Oriente, vino un día para acá con su madre, y se alegra de vivir en estas tierras, aunque allá tiene sus raíces.

Generalmente, Miguel viste de civil y Odalmis de uniforme. Así, a simple vista, cuando están juntos no logran el contraste de ese binomio que conforman en la vida militar. Pero cuando los dos están vestidos con ese traje que cautiva, con esos esas estrellas en el cuello que muestran años de sacrificio, de intenso trabajo en defensa de la patria, quien los mira siente orgullo. Eso lo sabe no solo su unidad, también, y sobre todo, el barrio, su gente.

Para ambos es evidente la dicha que sienten por ser combatientes del Minint. No tienen que decirlo, se les nota a simple vista, se lee en sus ojos, más allá de su actuar ejemplar en cada acto de sus vidas.

«Siempre llevo conmigo las palabras de Fidel Castro cuando una vez nos dijo que no teníamos que tener envidia de nuestros antecesores, los fundadores del Ministerio del Interior, porque a nosotros nos había tocado una etapa muy compleja con formas muy novedosas de ataque constante. Creo que eso me impulsa cada día, además del orgullo de mi familia, de mi esposa», dice Miguel.

«Lo que más me satisface es el deber cumplido. Siempre he dado el paso al frente en todas las misiones. Me enorgullece el bien de la sociedad, de la población. Me siento reconfortado porque siempre que hay un combatiente del Ministerio en cualquier lugar, la gente se siente protegida», vuelve a decir.

– ¿Es bueno o es malo estar casado con alguien de la misma profesión, por aquello de que la casa se vuelve una prolongación del trabajo? -le espeto de momento.

– Para mí es bueno -dice él-. Es un orgullo que mi esposa sea una combatiente del Ministerio, que sea una militar. Ella conoce mi trabajo y por eso es bueno compartir todas las tareas. En ese sentido lo mejor es la comprensión que tenemos de manera recíproca.

Ella se queda callada, lo mira fijamente, como si lo contemplara, y sonríe.

– Para mí es lo mejor que me ha pasado.

Odalmis y Miguel no son únicos. Cada uno, de manera independiente, es uno más entre los miles de combatientes que como ellos hay en el Ministerio del Interior de este país que les confía la seguridad de la nación. Como pareja, como matrimonio, sí tienen sus propias características, aunque a pesar de la vida personal, de familia, los dos conforman una pequeña tropa que siempre está presta al combate en cualquier lugar que estén. Ellos se han empinado, como pedía la abuela Paula, en sus días de trabajo que siempre son largos, en ese combate diario sin tregua en sus misiones, por el bien de Cuba, de sus hijos, de la gente, que duerme segura cuando ellos se desvelan para preservar la Patria.

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Miguel Díaz Nápoles
Periodista, fotorreportero, realizador de cine, radio y vídeo, profesor universitario. Master en Ciencias de la Comunicación, Universidad de La Habana. Vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en Las Tunas. Conferencista sobre temas de Comunicación, Periodismo e Internet. Premio Nacional de Periodismo hipermedia 26 de Julio en 2006 y 2007. Ha sido galardonado en varias ocasiones con el Premio Provincial Ricardo Varela Rojas por la obra del año y de Periodismo Ubiquel Arévalo Morales y en otros certámenes del sector. Fue reportero del diario 26. Durante el 2001 le dio cobertura informativa a la labor de los médicos cubanos en Ghana, en el África Subsahariana y sobre sus experiencias escribió el libro Hacia el reino del silencio, publicado en 2008 por la Editorial Pablo de la Torriente Brau, de la Unión de Periodistas de Cuba. En 2000 creó Tiempo21, edición digital de los Servicios Informativos de Radio Victoria. Productor del largometraje Los Cuervos y el cortometraje Homoerectus, de producciones Acoytes-Uneac, Las Tunas. Durante 2016 y 2017 se desempeñó como editor de contenido de la Dirección General de Multimedia en Español, y de las Mesas de Redacción y Asignaciones del canal multiestatal TeleSur, en su sede central de Caracas, Venezuela.

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