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Marelis, oficio costurera

Tijera, hilo, dedal, agujas y 35 años de experiencia resumen el oficio de Marelis Reyna Batista. Con dedicación, esfuerzo y placer; esta costurera hace honor a una labor útil y necesaria que desarrolla hace décadas en la atelier La moda.

Muy jovencita se adentró en las puntadas de un arte milenario que a veces pareciera reservado solo para las abuelas.

«Siempre me gustó coser. Yo misma me entallaba la ropa aun sin poseer una máquina, hasta que finalmente, gracias a mi padre, tuve una y pude desarrollar esta habilidad y el gusto por la misma», declara.

Marelis advierte que cada vez son menos las jóvenes o las personas que se dedican a esta faena, al menos en la rama estatal. Antes, cuenta, el taller era toda actividad y varias mujeres practicaban el oficio, se ayudaban unas a las otras, compartían saberes y trucos… Ahora solo son tres en la atelier y aunque ya no se escucha la rítmica mecánica con la misma intensidad de aquellos tiempos, la pequeña vanguardia está siempre presta a ofrecer sus servicios a quien los precise.

«Realizamos confecciones y arreglo de prendas. Todo lo que el cliente solicite: estrechar cintura, «coger falso», confeccionar pantalones, blusas o un conjunto de vestir…en dependencia de las posibilidades y la materia prima que poseamos».

Orgullosa anda aún con la producción de mascarillas realizada el pasado año, cuando la pandemia de la Covid-19 irrumpió en el escenario nacional.

«Nunca los había hecho y, aunque algunos piensen que es fácil, les digo que no resulta tan sencillo como parece, pero tampoco muy complejo. Hicimos todos los nasobucos que la población nos solicitó. Incluso trabajamos fuera de horario. El país y todos lo necesitábamos».

Cada mascarilla implicó planchar la tela que algunos clientes llevaban y luego, ya manos en la obra, cortar el rectángulo, las tiras de amarre,  confeccionar dos pliegues, virarlos para que la primera costura terminase por dentro y después rematarla por fuera y así…cuidar que queden fuertes y permitan la transpiración.

Como costurera prefiere coser para los hombres, «son menos exigentes que las mujeres», alega Marelis y describe cuánto le desagrada desbaratar una ropa para de esta hacer una nueva prenda.

Para ella este oficio es un arte que no todos logran dominar, un don y una habilidad que algunos poseen y desarrollan a fuerza de horas de práctica y trabajo. Resume algunas pautas insoslayables.

«Primeramente hay que escoger el modelo que el cliente desea, tomar medidas, sacar patrón, cortar, coser y dar terminación de calidad y buen gusto a la pieza. También hay que ver la figura de la persona, el modelo de ropa en dependencia del tipo de tejido y demás.»

Hace años debió hacer una pausa en estas labores, pero ¡qué va! regresó. «Lo que me gusta es esto: coser», declara con una sonrisa seguida de una revelación: «Cuando tengo la máquina rota o he estado enferma siento que algo me falta, que lo necesito.»

/mga/

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