Onelia Vargas Tamayo llegó a la Oficina de la Administración Tributaria (ONAT) cuando el país estrenaba una nueva legislación al respecto. Desde entonces hasta acá no han sido pocos los retos, el primero de estos estudiar y dominar las complejidades de una actividad difícil per se y fundamental en el actual contexto nacional.
“Optar por la dirección del Departamento de Atención al Contribuyente fue una decisión un poco atrevida. Me había graduado en julio del 2011 en la Licenciatura en Derecho y bueno decidí dar este paso. Fue una época muy difícil. Había estudiado el sistema tributario, pero con una nueva ley llegaban cambios. Por otra parte, tuve que aprender a dar entrevistas en la radio y la televisión y estudiar fue una constante”, cuenta Onelia.
Poco a poco fue forjando un nuevo camino, aunque ocho años después una certeza conserva: “Bueno todavía estamos aprendiendo porque todos los días hay cosas nuevas que aprender”. A su actual desempeño en la ONAT mucho aportaron las más de dos décadas de trabajo en la Fiscalía. La verdad es que si se mira hacia atrás la vida de esta tunera tiene muchas enseñanzas y sienta un paradigma para esas mujeres que asumen múltiples desafíos.
“Yo comencé en la Fiscalía con 19 años y solo tenía el noveno grado. Ahí inicié como oficinista y ese sito fue una verdadera escuela para mí. En ese entonces ya tenía un niño pequeño. Empecé la vida laboral y en ese mismo año emprendí la Facultad Obrera Campesina donde alcancé el 12 grado”; narra Onelia y enumera entonces lo que en la práctica fueron años de superación en todos los sentidos.
“Crecimiento” es la palabra para definir lo que sobrevendría después en el ámbito familiar y profesional. La carrera de Derecho y todo lo demás supusieron robarle horas al día que no se diga, pues, al sueño.
“Ya la familia había crecido y tenía tres hijos, ya no era tan jovencita; pero decidí asumir el cuidado de los niños, la escuela y el trabajo, todo al mismo tiempo. Hubo momentos, sobre todo en el año terminal en que prácticamente no dormía. Felizmente concluí la Universidad y aquí estoy”, me dice Onelia para resumir aquel período fecundo y preñado de sacrificios.
Y sí, allí está, en una de las áreas de trabajo más visibles y complicadas de la Oficina de la Administración Tributaria. Su máxima es estar preparada para “atender a los contribuyentes siempre de la mejor manera”. Para lograrlo le ha correspondido aprender no solo de tasas, impuestos y contribuciones; sino también de las regulaciones de otros organismos que fungen como entes rectores de determinadas actividades. Le ha correspondido formarse con el estudio y el rigor del trabajo.
“La ONAT tiene la misión de recaudar los ingresos para el presupuesto del Estado. El aporte de los contribuyentes es muy importante porque están destinado a la salud, la educación, el deporte, la cultura, la seguridad social. Tenemos una misión noble y es recaudar para su posterior re distribución con fines sociales”, explica con vehemencia y en sus palabras se advierte firmeza y seguridad. Onelia se sabe parte de una obra que mira a lo común del bienestar social.
“Me siento muy comprometida con el trabajo que realizo. Todos los días trato de que este sea un poco mejor y de enseñar a las colegas de los municipios a quienes dirijo metodológicamente, procuro de inculcarles el buen trato hacia los contribuyentes que son nuestra razón de ser útil”.
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