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Erdwin Fernández Collado: detrás de cada alma perdida, hubo un niño feliz

Una escena de la telenovela “El rostro de los días” mantuvo en vilo a los espectadores de Cuba. Manuel, hermano de Sara, luego de una sucesión de eventos trágicos, cae en una depresión alimentada por su soledad y el alcohol. Su caída estrepitosa contra el pavimento y la posterior crisis epiléptica, pueden ser el descenso al fondo de sus penas y uno de los momentos de más carga emocional de esta historia.

Quizás en ese instante muchos espectadores como yo, reconocieron en el cuerpo deshecho de Manuel, el de tantos personajes de nuestra vida cotidiana. Y tal como expresaran los usuarios en sus debates habituales en el sitio oficial de la novela, esa credibilidad solo fue posible gracias a la magistral actuación de Erdwin Fernández Collado, a quien hemos visto defender en reiteradas ocasiones papeles con matices negativos o contradicciones internas desde el aspecto espiritual, como en esta ocasión.

Para conocer de cerca las interioridades de este personaje y el proceso creativo del artista para darle cuerpo y alma, dialogué vía Facebook con este actor cubano.

Usted ha encarnado muchos personajes con carencias afectivas que traslucen actitudes reprochables. El público ha llegado a sentir aversión por algunos. Qué factores podrían incidir en el hecho de ser catalogado por la audiencia como un actor de papeles negativos.

“Son los directores, la vida, el destino y yo”.

En el caso de Manuel, ¿cuál fue la materia prima que encontró para darle forma?

“Imaginación, observación y vivencias ¡Nadie es perfecto! Solamente lo que posee un ser humano. Recuerda que detrás de cada alma perdida, de la que mucha gente se burla o rechaza, hubo un niño feliz y con muchos sueños”.

Manuel es un niño infeliz. Puede ser el producto de una niñez muy consentida, y se ve solo a sus 50 años sin sus padres para protegerlo o de continuos maltratos en los primeros años de su vida. Quizás no tuvo protección ni cariño filial. Con esto quiero decirle a todos los padres que su deber es preparar a sus hijos para la vida y no a la vida para ellos”.

Fue tan real la escena en que Manuel vaga por la calle, cae y sufre el ataque de epilepsia, que por un instante el espectador olvidó que estaba frente a un producto dramatizado ¿Cómo lo logró?

“La hice y punto. No puedes tener miedo al ridículo, si no no la haces. Me llené de golpes y el cuerpo me dolió una semana; fue ficción ¿Te imaginas eso en la realidad? Se llama soledad y tristeza. En el caso del ataque epiléptico lo logré gracias al estudio: la información es poder”.

Son innumerables la familias que tienen a un Manuel ¿Cree que su historia y la forma en que se ha expuesto puede cambiar la vida de personas en situaciones similares?

“Ojalá y cambiaran algo. Es un pozo sin fondo. Solo debemos amarlos y perdonarlos. Y recuerden, la fragilidad es propia de nosotros los seres humanos”.

Entonces, ¿qué puede perdurar de la historia de Manuel en nuestra sociedad?

“Lo que perdurará será la actitud de pensar: ¡Dios mío, o naturaleza divina, guíame por el buen camino y protege a los desvalidos! No es religión, es cuestión de sentimientos.

“Siempre que vean a alguien así, no critiquen. Vean el niño bello y sano que fue, y lo que uno podría ser. Perdón es la palabra sagrada”.

Capítulo 50 en el que Manuel sufre la crisis epiléptica que conmocionó a los televidentes

La polémica en las redes es intensa, esta vez con mayor valor por la incorporación de parte del elenco a estas discusiones ¿Qué mensaje le enviaría a todo ese público que se ve reflejado en esta historia?

“Que todos los excesos son dañinos. Existe un límite inviolable que se debe respetar. Hay que dar amor pero también educación y ejemplo para compensar. Si le das todo a tu hijo será un niño malcriado, pensará que tendrá derechos sin esfuerzo, se volverá egoísta y déspota. Del otro extremo también hay un error fatal, no existe maltrato más destructivo que la falta de amor, porque estos seres siempre estarán bajo la dependencia emocional. Esto es evidente en la relación de Manuel con su hermana, su inseguridad en las relaciones, los trastornos depresivos, las fobias. Un niño criado en alguna de estas condiciones posiblemente sea una persona egocéntrica y con propensión a los vicios. Puedo enviarles a las familias este mensaje: mucho amor pero también educación y enseñanzas, siempre por el bien del ser humano adulto”.

Los actores viven muchas vidas, de esta forma el proceso teatral transgrede un simple acto de ficción para dar paso al arte de representar realidades. Cuando el público conecta con esa realidad y la hace suya, fluye la energía. Erdwin y Manuel, en su unión indisoluble, son la muestra irrefutable de eso.

/nre/

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