Las Tunas.- Una y otra vez se detenía para saludar a quienes permanecían en el centro de atención para pacientes en aislamiento, habilitado en la escuela pedagógica Rita Longa, de esta ciudad. Magdiel Ricardo Gómez cambió sus responsabilidades como docente para apoyar de forma ininterrumpida durante 50 días en las labores de higienización y el traslado de los alimentos hasta la zona roja.
Este profesor de psicología-anatomía, a sus 21 años de edad, enarbola con su ejemplo la máxima que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber.
«Hace dos meses me convocaron a la escuela para saber mi disposición para ayudar luego que fuese declarada como centro de aislamiento. Sencillamente di mi paso al frente como un joven de estos tiempos», así confiesa este tunero que conoce el valor de la responsabilidad y la reiterada palabra cuídate.
«Al principio uno tiene temor, estaba muy nervioso, uno piensa en la familia que te alerta a cada instante, pero siempre estuve consciente de los riesgos, hay que ser valiente para enfrentarse a ellos».
Desde bien temprano salía de su casa ubicada en la calle Ruby, de esta ciudad, para luego recorrer varias cuadras donde abordaba el ómnibus que lo trasladaba hasta la escuela. Las intensas jornadas hasta las 10 de la noche no mellaban su disposición, tenía un propósito, un bien mayor, contribuir al país como joven maestro.
Escuche las palabras de Magdiel:
«Primero realicé el trabajo de higienización del lugar, posteriormente apoyé como pantrista, traslaba el alimento desde el comedor hasta un punto permisible donde estaba el equipo médico y ayudaba a servir las diferentes comidas del día», precisa mientras ofrece los pormenores de lo que hacía de forma ordenada para mantener el protocolo sanitario del lugar.
Este tunero reconoce su esfuerzo solo superado por el de los médicos que permanecían allí por 15 días separados de sus familias para cumplir con un deber, garantizar la vida de un pueblo.
«Fue difícil alejarme de mis labores con los estudiantes que comienzan su formación en la Enseñanza Especial pero era necesario trabajar unidos, los más preciado es la vida y en ese perímetro era la mayor esperanza.
«Esta experiencia resultó muy importante, como ayudante contribuí a la humanidad y a que las personas sospechosas de una enfermedad poco conocida se sintieran mejor», confiesa este tunero que se ha convertido en ejemplo de su propia familia y de sus amigos.
«En el centro, a pesar de estar aislados, los pacientes se apreciaban alegres, todos vivían la emoción de un alta médica, sentir los aplausos que acompañaban a los que se iban era lo más emotivo que viví durante estos dos últimos meses, ellos rebasaban un momento difícil que les mostraba que podían seguir adelante en esta lucha».
Como cualquier joven Magdiel extraña su rutina antes de la pandemia compartir con amigos, saludar a las personas en la calle, la vida social entre los más cercanos. Él sabe que cada segundo es preciado por ello es inevitable dejar volar los pensamientos que compartirá a su retorno al aula junto a sus alumnos de primer año.
«Cuando regrese a la docencia transmitiré la experiencia y les comentaré a de la colaboración social de todos, sencillamente les mostraré el ejemplo a seguir para ser un joven de estos tiempos, de quienes apoyan y no se sientan en casa esperando a que esta situación epidemiológica acabe.
«Nunca pensé que me iba a tener que enfrentar a esta situación tan temprano en mi vida; pero gracias al apoyo de mi familia pude crecerme y desempeñar bien mi labor. Lo que me hace feliz es saber que ayudé y me sentí útil».
Por estos meses Magdiel ha tenido un mayor cúmulo de sentimientos y experiencias. Ahora está feliz, todo será diferente, porque llevará consigo la gratitud de un profesional de la educación, protagonista de una de esas historias que marcará las anécdotas de miles de tuneros en tiempos de Covid.
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