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Yalilis: estar en el centro de aislamiento es un bien mayor

La lucha contra la Covid-19 genera en la provincia de Las Tunas múltiples demostraciones de amor y solidaridad. Cada acto de sensibilidad humana, cada respuesta unida para desterrar de estos predios a esa enfermedad terrible y su huella de angustia, dolor, tristeza y muerte, es la revelación de los mejores valores del ser humano. La confirmación de cuánto podemos entregar cuando nos mueven actos de genuina humanidad.

Hace más de un mes Yalilis Espinosa Moro, directora de la Residencia Estudiantil en la Universidad de Las Tunas, no comparte con los suyos la angustia de esta pandemia y la batalla para vencerla. En este nuevo escenario enfrenta los rigores que la enfermedad genera con una nueva familia, esa que creció al calor del trabajo en el centro de aislamiento creado en la sede Lenin de la institución de la Educación Superior.

Yalilis, afirma que estar allí es «un bien mayor»;  llena de certezas comparte su experiencia, en un diálogo en el cual devela también algunas de las claves detrás de la unánime respuesta de los cubanos. Este tiempo de trabajo en el centro le ha regalado momentos sin igual como la celebración de su cumpleaños, de forma sencilla; pero al abrigo de nuevos amigos. Ha sido una experiencia totalmente nueva y aunque ya estaba entrenada en  la atención, en la Residencia estudiantil,  a familias afectadas por  epidemias, inundaciones, ciclones y cuanto frenesí de la naturaleza es posible; esta batalla ha sido diferente.

«Si habré visto cosas aquí, pero esto es nuevo, totalmente nuevo. La Covid-19 ha golpeado duro en el mundo y en Cuba también», exclama para luego resaltar que, no obstante, «si hay un sistema de salud en el mundo organizado para esta situación y que llega  a todos, ese es el nuestro».

Pero si ya perdió la cuenta de los días, lleva muy bien las de las «ganancias» que esta batalla le deja: «Lo primero que he aprendido es a respetar el trabajo del personal de servicio y aseguramiento. Antes lo veía como una paciente más y ahora que asumo el servicio de lavandería junto a otros compañeros, digo que es fuerte y hay que respetarlo. A todo ese personal de apoyo les quiero transmitir un reconocimiento. Lo segundo es que se pueden establecer conexiones de trabajo increíbles, admirar y aprender del desempeño de otros y, en último lugar, valorar el esfuerzo de mi país. Hay que agradecer porque esto no se está haciendo en otros lugares de este planeta».

Su madre anciana, dice, es ánimo y acicate para enfrentar este desafío, de ella aprendió que del deber no se escapa, se cumple. Por tales motivos está,  «dando lo mejor» y alegre «de que haya muchas, muchas personas en Cuba que estén haciendo lo mismo que nosotros, sabiendo que es la única manera de que esto se termine».

Y aunque en casa están preocupados, reconocen que su trabajo es necesario.

Para la familia tunera tiene un mensaje: «¡Qué sean disciplinados!». Al pueblo agradece también el reconocimiento retribuido con aplausos que cada noche le llegan desde los edificios cercanos a la Universidad. «Cuando rompen los aplausos es diferente, se hace un silencio y se escuchan, es muy especial», refiere  esta tunera que advierte en el pueblo cubano una resistencia y el triunfo de la alegría, aún en medio de la adversidad.

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