Cuando comenzó en las lides del trabajo social, era muy jovencita. Como tantísimos cubanos Yannaris Romero respondió a un llamado nacional, pensó que el país ofrecía una buena oportunidad para superarse y transformar, para bien, la realidad social.
Así llegó a la escuela Celia Sánchez Manduley, en la provincia de Holguín, y tras los estudios inició su camino.
Hoy es una de los más de 300 trabajadores sociales que en la provincia de Las Tunas participan de la entrega de alimentos elaborados en los comedores del Sistema de Atención a la Familia (SAF), con el objetivo de evitar la propagación del nuevo coronavirus. Más de tres mil comensales, reciben hoy en la provincia esta prestación dirigida a personas que por diversas razones están imposibilitadas de gestionarse, por sus propios medios, el diario sustento.
‟Entrego el almuerzo y la cena, todo de una vez, a nueve comensales de las circunscripciones 96 y 124 del Consejo Popular 2. La mayoría son adultos mayores, aunque también atiendo a un padre de 42 años beneficiado por la asistencia social, quien es débil visual y vive con su hijo pequeño. De esta manera, colaboramos para que no tenga que salir de casa y se dedique, en esta situación, a cuidar al menor”.
En casa Yannaris tiene dos niños que aguardan por ella, pero con su labor sabe que también hace su parte del deber. Honra, otra vez, el compromiso contraído con Fidel. Antes lo ha hecho durante la Revolución energética, en el municipio de Colón, en Matanzas; y en otras contiendas donde ha dado su aporte, como en esta batalla contra la Covid-19.
‟Hoy estamos en una misión bastante compleja, pero la asumimos con el cariño que nos caracteriza. Vamos con mucho amor a cada hogar. Es algo muy bonito y es nuestra verdadera labor porque aquí es donde demostramos la razón del trabajador social que como ya dijo nuestro Comandante, somos médicos del alma”.
Yannaris habla con pasión de su trabajo y del líder histórico de la Revolución Cubana, creador de este programa de profunda vocación humanista. Razones como esa la animan a dar más de sí misma, tal vez por eso trata ahora de reorganizar las horas para ver cómo ayuda a algunos abuelos que viven solos haciendo funciones de brigadista sanitaria.
‟Algunas personas en la comunidad me han visto para que colabore con la entrega de medicamentos. Quiero hacerlo, pero tengo que ver las posibilidades para continuar con mi labor junto al Sistema de Atención a la Familia”.
En su diaria faena atiende una vasta población: ancianos y madres solas y con más de tres hijos, discapacitados, jubilados, impedidos físicos, embarazadas de riesgo…variadas son las problemáticas sociales que forman parte del quehacer cotidiano. Comenta que nada le hace más feliz que cuando ve el fruto de su trabajo, cuando ha ayudado a un joven desvinculado o ha logrado la reinserción social de una persona antes sancionada por la ley.
‟Para llegar hasta ellos se impone el amor y el respeto; porque son personas vulnerables a quienes debes tratar con afecto y responsabilidad”.
Dice que añora los momentos en que el trabajo en la comunidad era más fácil, con menos «papeleo»; pero sortea las dificultades y realiza cada trámite con la satisfacción de ayudar, de ser útil, de cumplir con su misión social.
‟Ante la noticia o la entrega de un recurso como sabanas, toallas, colchones u otros precisados por quienes no tienen todas las necesidades básicas cubiertas en sus hogares, la felicidad es tremenda. Para ellos ha sido ver en mí la luz y así me lo han dicho. Soy como trabajadora social muy reconocida por ellos, muy querida por esas personas y eso me hace sentir orgullosa de mi trabajo”.
Cuba se engrandece con la obra diaria de gente como Yannaris Romero. Ellos, con su labor, acompañan, salvan, y ayudan a restituir el decoro de quienes anhelan aportar más a la sociedad o se encuentran vulnerables ante la vida. Con tales energías se anda en estos días en los que todo el país, aún sin abrazos ni besos, pone mayúsculos empeños en tocar la puerta de cada cubano, en particular de los más frágiles ante la adversidad.
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