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Titanes de la innovación

No imaginó el legendario ingeniero Demetrio Presilla López que su obra sería la precursora de la Asociación de Innovadores Y Racionalizadores (ANIR); una dinastía de trabajadores que con absoluta humildad y entrega han sacado adelante la industria cubana durante más de 60 años de Revolución.

Así como el insigne trabajador del Sindicato Minero-Metalúrgico, asumió el compromiso de poner a funcionar la Fábrica Comandante Pedro Sotto Alba y demostró la capacidad de los cubanos contra el sabotaje norteamericano; cada día, miles de innovadores y racionalizadores imponen inteligencia, sacrificio, creatividad e ingenio, a las innumerables limitaciones de una industria signada por la obsolescencia tecnológica y el cerco comercial contra Cuba.

¿Qué fábrica, central cañero, combinado deportivo, escuela cubana, servicio gastronómico o de la salud no ha sido depositaria de la sapiencia y la entrega de estos trabajadores? ¿Cuánto no ahorra un innovador cuando sustituye una pieza y restablece un servicio o impide la detención de un ciclo productivo?

¡Con cuanta humildad he visto a los innovadores referirse a su labor, a veces sin calcular que en ese cotidiano bregar representan el heroísmo del pueblo tunero y del cubano en general!

Admira conocer de las innovaciones tecnológicas realizadas en el Centro Provincial de Electromedicina para la recuperación de riñones artificiales, del trabajo de automatización del laminador de barras de acero en Acinox o del Conjunto de Soluciones a un Molino de la UEB Pelayo Cusidó, perteneciente a la Empresa  Cárnica, las que permitieron mejorar la calidad del producto y disminuir el tiempo de elaboración.

Si hablamos de trabajo sin esperar remuneraciones, de humildad, de tiempo bien empleado, de horas de pensamiento y ejecución; hay que hablar de los aniristas y su incansable quehacer. La lista sería entonces extensa, como vasta es la obra en centros de la provincia de Las Tunas como la Empresa de Productos Lácteos, los centrales azucareros,  Muebles LUDEMA y un sinnúmero de entidades.

Conozco de innovadores cuyas manos regias durante años domesticaron el metal para crear una pieza y adaptar otra. Trabajadores que debieron aunar conocimientos y hasta estudiar para solucionar un problema que habría generado pérdidas a la economía; gente sencilla pero de grandes obras. Ellos merecen todo el respeto y el reconocimiento moral y social del pueblo.

Los innovadores y racionalizadores de Las Tunas, como los de toda Cuba, han estampado su sello creador en innumerables productos y servicios, así como lo hizo aquel ingeniero metalúrgico cuya pieza de repuesto fundamental fue saberse útil, amante de su trabajo y de su país.

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