Las Tunas.- Cuando Carlos González Díaz habla de la Cruz Roja la mirada se le llena de satisfacción. Hace 13 años su vida se unió a este mundo donde prevalece el altruismo y puede honrar la herencia de los valores que le inculcan sus ancianos abuelos.
Desde sus 28 años confiesa que es tan grande lo que hace la Cruz Roja por las personas y los conocimientos aprendidos como uno de sus voluntarios, que las palabras se vuelven minúsculas para definir esa labor.
En su mente está muy nítido el día que logró salvar a una pequeñita que había tragado agua en una de las piscinas de Las Tunas. La alegría de su juventud lo había llevado allí como un vacacionista más, y ante la ausencia de salvavidas no dudó en realizar la reanimación y arrebatarle a la muerte una vida.
Tampoco olvida a aquel joven que quedó inconsciente tras tirarse en el Río Las Arenas y logró sacarlo con la suerte de que en una vaquería cercana estaba un carro y pudo socorrerlo hasta el hospital.
La Cruz Roja trabaja en medio de ciclones, conflictos bélicos, en piscinas, concentraciones de público y más, explica; mientras recuerda que fue un primo quien le habló de esta Sociedad Humanitaria cuando apenas cursaba los estudios secundarios.
Es un trabajo totalmente gratis y por eso debe gustarle y tener la sensibilidad, confiesa Carlos, y una sonrisa de bondad se le dibuja en el rostro.
Hoy alerta a la joven generación a cuidarse mucho y evitar aventuras que expongan la vida. Llama a pensar mucho antes de actuar. Es su preocupación los jóvenes que se van solos hasta ríos o playas.
“Para mí lo es todo; voy a seguir hasta que tenga fuerza, y hay que gustarle mucho. La Cruz Roja es vida”.
En Las Tunas más de mil 300 personas son voluntarios de la Cruz Roja y tienen esa riqueza única que se llama humanismo.
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