Natacha Reyes Escobar, Esnilda Romero Mañas y Ángel Luis Batista Santiesteban
Waldo es un hombre feliz, se le nota a simple vista. Cuando habla la pasión desborda sus palabras. Él vive en un universo verde, matizado por infinidad de colores y formas. Le falta espacio, pero no en su corazón.
Biólogo y botánico, su afinidad por las plantas le ha llevado a convertir su casa en un pulmón verde en el centro de Las Tunas. Allí, entre zunzunes y el canto de otras aves, el visitante siente que se traslada a una dimensión diferente.
Tan cuidadas y conservadas están sus plantas, que apena caminar por los estrechos pasillos que quedan libres en su techo por el temor a estropearlas.
Es fascinante apreciar su vasta colección de cactus cubanos, de suculentas y de otras cuyas semillas han viajado incluso en el sobre de una carta desde lejanas latitudes.
La familia se ha contagiado, y también ayudan al cuidado, conservación y propagación de las especies que embellecen su cotidianidad.
En ese pequeño entorno los relojes funcionan diferente, la sensación del transcurrir del tiempo parece ralentizarse para dar paso a la paz y armonía propias de los espacios naturales y escasos en las ciudades con su constante ir y venir.
Y es que Waldo Bonet Mayedo resulta inspiración en tiempos donde cambio climático recarga discursos hasta aburrirnos, él es defensor de la belleza y nos muestra el camino para empezar el necesario mejoramiento ambiental.
En su casa, especie de santuario natural, ha demostrado cómo sacarle provecho a la tierra más seca de Cuba.
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