Las Tunas.- Cada Patria está hecha de la sangre de sus hijos y los restantes hijos tienen el deber de proteger el legado que dejaron quienes murieron de manera prematura, llenos de sueños, dispuestos a entregar más y con el corazón henchido de ideales y sentimientos nobles.
Nombres hay muchos, de hombres y de mujeres, jóvenes casi todos, y su edad y su ejemplo obligan a preguntarse: ¿Qué habría sido de ellos si una bala enemiga o herramientas de torturas no hubieran encontrado sus cuerpos?
Seguramente fueran parte de la sociedad cubana actual. Aunque muchos ya habrían muerto, por otras razones, hubieran puesto un cúmulo de energías y voluntades en la construcción de la nueva nación, que despertó con la aurora gloriosa de la primera jornada de 1959.
Cuba inmortaliza cada día a los Mártires de la Revolución. Pero, especialmente el 30 de julio, como tributo permanente de recordación a un héroe que pasó a la eternidad con solo 22 años, allá en su natal Santiago, haciendo frente a los proyectiles que agujerearon su piel, mas, no sus ideas.
Frank País García era su nombre. La clandestinidad lo conoció como David, el jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de julio y artífice indiscutible del levantamiento del 30 de noviembre, en apoyo a los expedicionarios del yate Granma.
Su muerte junto a Raúl Pujols Arencibia fue un crimen abominable; pero llenó de honores y simbolismo al santiaguero Callejón del Muro, un lugar que se repleta de flores, brazaletes y banderas aunque pasaron 62 almanaques.
Ese día, y los posteriores, su ciudad se vistió de luto. Había muerto Frank País. Y el pueblo hizo de su dolor una muralla indetenible. Ni siquiera la tiranía batistiana pudo impedir el grandioso homenaje al valeroso muchacho. Cuando supo de su muerte, el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, dijo: ¡Qué monstruos, no saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado!…”
Apenas seis meses después del enero de victorias, el 26 de julio de 1959, se realizó una importante e histórica reunión del Consejo de Ministros, en el Cuartel Moncada y ese día quedó aprobada una trascendente decisión que perdura hasta hoy: declarar el 30 de julio de cada año como “Día de todos los mártires de la Revolución Cubana”.
La propuesta fue hecha por Pedro Miret Prieto y resumía el dolor del pueblo por tantas vidas que se perdieron hasta alcanzar la verdadera soberanía.
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