Las Tunas.- Con amor profundo y egoísta de madre, tocaría a Leonor Pérez Cabrera el destino de sufrir la pena de no comprender el camino escogido por su primogénito: José Julián Martí.
Nacida en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias y educada en los patrones tradicionales, vino a Cuba muy joven y formó con el también español, Mariano Martí, una familia bendecida con ocho hijos que fueron criados en la pobreza pero con dignidad.
Su natural inteligencia la convirtió en la guía prudente del hogar y trabajó junto a sus hijas para contribuir con el exiguo salario del esposo y garantizar una esmerada educación al único varón y futuro sostén de su vejez.
La vida azarosa escogida por Pepe agotaría su corazón desde que fuera encarcelado siendo apenas un niño hasta que cayó combatiendo por la libertad en los campos del oriente de Cuba, el 19 de mayo de 1895.
Incapaz de renunciar a sus ideales, Martí también sobrellevó penosamente el daño que provocaba a la autora de sus días. De ello habla la nutrida correspondencia entre los dos.
«Mírame, madre, y por tu amor no llores: Si esclavo de mi edad y mis doctrinas. Tu mártir corazón llené de espinas. Piensa que nacen entre espinas flores», escribió Martí al dorso de su fotografía cuando fue prisionero político del gobierno español.
Aún le tocaría a Doña Leonor soportar la penosa suerte de sobrevivir 12 años a su hijo. Murió a los 79 años en La Habana, el 19 de junio de 1907, sumida en una gran pobreza.
Madre del más universal de todos los cubanos y líder independentista determinante en nuestro continente, los nacidos en la Mayor de las Antillas tenemos una deuda de amor y gratitud con Leonor Pérez Cabrera.
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