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Realengo 18, la fuerza de la razón

Entre las luchas por defender el derecho a la tierra, destacan en Cuba los hechos conocidos como Realengo 18, pues en ese lugar de la geografía de la actual provincia de Guantánamo, un grupo de campesinos, se alzaron con la consigna de «Tierra o sangre» dando un ejemplo de firmeza y valentía.

El Consejo de Veteranos de Guantánamo, había logrado en 1920 que el Realengo fuera establecido como tierra del Estado. No obstante, en marzo de 1932 una disposición anuló el acuerdo y le dio un respaldo legal a los latifundistas que durante años intentaron apropiarse de los fértiles terrenos del Realengo 18.

Para oponerse al desalojo, los campesinos asentados en la zona constituyeron la Asociación de Productores Agrícolas del Realengo 18 y Colindantes, y escogieron como su líder a Lino de las Mercedes Álvarez, quien contaba con gran prestigio como veterano de las guerras de independencia de Cuba.

Según el testimonio escrito por el periodista cubano Pablo de la Torriente Brau, cuando el terrateniente Federico Almeida decidió extender los límites de sus tierras hacia la zona de Realengo 18, 160 hombres, machetes en mano, notificaron al ingeniero que no podía continuar la trocha de los deslindes.

Otros, montados a caballo bajarían hasta la cuidad de Guantánamo en son de protesta contra la trocha abierta en sus tierras amenazadas por el desalojo.

Poco después llegaría un ingeniero acompañado de una fuerte escolta de guardias rurales. Lino al frente de 800 serranos, le salió al paso. Desde La Habana, el dictador Fulgencio Batista vociferó: «La trocha se hará, cueste lo que cueste». Los guajiros ripostaron «Tierra o sangre».

Días más tarde, en «El Saíto», se produjo el primer encuentro. Sumaban miles los campesinos que impidieron el acceso a las fuerzas militares, aunque no hubo derramamiento de sangre ante la prudente retirada de los soldados.

Diversos sectores sociales, como el estudiantado, y el primer Partido Comunista de Cuba, comenzaron a expresar su solidaridad con los campesinos y los obreros azucareros amenazaron con huelgas.

Tras tensas conversaciones, el 11 de noviembre de 1934 se firma el «Acta de La Lima» documento que refrendaba las demandas campesinas sobre la propiedad de la tierra y la invalidación de la orden de prisión para los dirigentes y todos aquellos que habían tomado parte en la rebelión.

La resistencia de aquellas humildes familias fue una alerta para que el pueblo cubano tomara conciencia de la miseria en que vivía sumido el campesinado, obligado a sobrevivir trabajando tierras ajenas, siempre ante el temor del desalojo.

Solo con el triunfo revolucionario de 1959, la firma de la Reforma Agraria garantizó que el derecho a la tierra, la tenga quien la trabaja.

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  1. Es muy bueno el artículo aunque algo omiso en cuanto a que pierde prestancia si no se menciona a Teodoro Pereira, quién nos organizó y oriento, nos hizo ver el camino para defender lo nuestro.
    La historia no está completa sí solo se menciona una parte.
    Soy campesina, nací en ojito de Agua en el Realengo, conocí a Teodoro y su lucha. Honor a quien honor merece.

    Saludos

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