Los carnavales de Santiago de Cuba tomaron una connotación diferente a partir de aquel 26 de julio de 1953 cuando un grupo de revolucionarios se lanzaron contra los casi invulnerables muros de los cuarteles Moncada, de la ciudad oriental y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo en aras de cambiar el destino del pueblo cubano.
Un centenar de jóvenes dirigidos por Fidel Castro partió en caravana desde la Granjita Siboney, en las afueras de la ciudad santiaguera, irrumpió en el cuartel Moncada para levantar el espíritu de rebeldía nacional.
El objetivo de la acción era tomar las armas, entregarlas a las masas y convocar a la huelga general. Para lograrlo, el movimiento disponía de un programa político que planteaba resolver los males que aquejaban a la nación.
Una patrulla de recorrido exterior advirtió la presencia de los combatientes y frustró el factor sorpresa que era la clave del plan de ataque. Se entabló un intenso combate en el que los soldados batistianos dominaban en cantidad de armas, calibre y posición.
Durante el enfrentamiento cayeron ocho revolucionarios; solo Abel Santa María y su grupo, se mantuvieron combatiendo hasta las 8:30 de la mañana para proteger la retirada de una maltrecha columna que se internó en las lomas de la Gran Piedra.
El enemigo desató una sangrienta persecución contra los moncadistas.
Abel fue un gran ejemplo de resistencia ante tanta crueldad. Murieron asesinados 52 revolucionarios y 18 fueron detenidos y enviados a prisión, entre ellos Fidel, Raúl Castro y Juan Almeida.
A pesar de aquel revés, la sangre derramada antes y después en las calles de las ciudades, campos de batalla y en las mazmorras represivas no fue sacrificio en vano, sino lección histórica y obra revolucionaria multiplicada.
El asalto de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, despertó la conciencia nacional. La presión popular obligó a que las rejas del Presidio Modelo se abrieran meses después y pronto, el Movimiento 26 de Julio guió las posteriores etapas del proceso revolucionario como el desembarco del Granma, la lucha clandestina y en la Sierra Maestra, hasta el triunfo de enero de 1959.
Los imponentes muros que escondieron el terror y el crimen en aquella época, protegen hoy sueños y esperanzas en la Ciudad Escolar 26 de Julio, primer cuartel convertido en escuela.
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