La Habana.- El 10 de abril de 2018 se conmemora el aniversario 149 de un hecho fundacional cubano, la Asamblea de Guáimaro, magna reunión de patriotas que, en medio del fragor de la guerra que marcó el inicio de los 100 años de lucha del pueblo, fundó la República en Armas.
La Revolución por la Independencia iniciada el 10 de octubre de 1868, necesitaba la unidad patriótica y un Estado que la representara ante el mundo, de esta forma surgiría el frente anticolonial para llevar adelante los objetivos político-militares de la nación cubana. A esta labor se dedicaron los mambises en el legendario Guáimaro, en la provincia actual de Camagüey.
La reunión de los revolucionarios se llevó a vías de hecho los días 10 y 11 de abril de 1869, en el pintoresco caserío de edificaciones de tejas, a 78 kilómetros de Santa María del Puerto del Príncipe, la capital de Camagüey. Guáimaro era territorio de Cuba Libre gracias a las victorias obtenidas por los camagüeyanos alzados el 4 de noviembre anterior en Las Clavellinas.
Al cónclave acudieron patriotas de las tres regiones de la Isla que disputaban al colonialismo el dominio de la Perla de las Antillas: cuatro representantes por la Capitanía General de Oriente, con Carlos Manuel de Céspedes como principal figura, cinco por la Asamblea de Representantes del Centro –es decir, de Camagüey, entre ellos Ignacio Agramonte y Salvador Cisneros Betancourt–, y seis por la Junta Revolucionaria de Las Villas, dirigidos por Miguel Jerónimo Gutiérrez. El Occidente participó en la persona del habanero Antonio Zambrana, quien formó parte de la delegación camagüeyana.
Los nombres de aquellos fundadores son: Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Zambrana, Salvador Cisneros Betancourt, Francisco Sánchez, Manuel Betancourt, Jesús Rodríguez, Antonio Alcalá, José María Izaguirre, Honorato del Castillo, Miguel Jerónimo Gutiérrez, Arcadio García, Tranquilino Valdés, Antonio Lorda y Eduardo Machado, quienes dieron lo mejor de su intelecto para levantar una República cuyo suelo la mayoría de ellos regaría con su sangre al caer en el campo del honor.
Las discusiones fueron intensas pero predominó el sentido común, pues sabían que, por encima de sus opiniones e intereses, estaban la Patria que nacía y la necesidad impostergable de la unidad revolucionaria.
Céspedes, iniciador de la causa mambisa, era un experimentado jurista y, al valorar las razones de los jóvenes abogados Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana, no opuso resistencia y aceptó formar un gobierno de carácter civilista, a pesar de las condiciones de una dura guerra contra un enemigo poderoso.
Se promulgó una Constitución, redactada por Agramonte y Zambrana, basada en tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, que recogió los derechos y aspiraciones de un pueblo en revolución y fundaba, para el concierto de las naciones, la República de Cuba en Armas, el Estado Nacional por el que los patriotas estaban dispuestos a combatir hasta las últimas consecuencias.
La primera Constitución de la historia cubana contenía 29 artículos, resultado de los debates que con espíritu democrático y patriótico enriquecieron la convención. Predominó el Poder legislativo, en consonancia con los principios del movimiento revolucionario francés de 1789.
Entre las trascendentes decisiones tomadas en Guáimaro destaca la selección de los principales símbolos de la Patria: El Himno de Bayamo, escrito por Pedro Figueredo y cuya letra se estrenó el 20 de octubre de 1868. El Escudo de la Palma Real y La Bandera de la Estrella Solitaria, que ondeó en la toma de Cárdenas en 1850, confeccionada por Miguel de Teurbe Tolón y su familia para Narciso López, y que fue enarbolada en 1851 por el patriota Joaquín de Agüero durante su conspiración en Camagüey.
Debido al origen de la enseña patria, años después, el Apóstol José Martí la consagró, al expresar que estaba purificada por la sangre derramada por los cubanos en las batallas de la manigua redentora.
Como reconocimiento a Carlos Manuel de Céspedes, que había alzado su propia bandera, tejida por su hija y su esposa, en el Grito de La Demajagua, se acordó que a partir de entonces, dondequiera que se reuniesen los legisladores, este estandarte presidiría, junto al de la Estrella Solitaria, las sesiones parlamentarias, lo cual se ha cumplido hasta nuestros días.
Otro hecho destacado fue la participación de la mujer con la intervención de Ana Betancourt, esposa del mambí camagüeyano Ignacio Mora. Sus palabras fueron proféticas: «¡Ciudadanos, aquí todo era esclavo, la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. Llegó el momento de libertar a la mujer!».
Uno de los acuerdos más trascendentes fue declarar la igualdad ante la ley a todos los habitantes de la Isla de Cuba, lo que de hecho implicaba admitir la abolición de la esclavitud. Luego de proclamar la Independencia, esta era la más revolucionaria de las disposiciones de la Asamblea de Guáimaro en el camino de forjar la unidad en la búsqueda de la libertad.
El 11 de abril se procedió a elegir los órganos de la Revolución: se constituyó la Cámara de Representantes presidida por Salvador Cisneros Betancourt. Se aclamó como Presidente de la República de Cuba en Armas a Carlos Manuel de Céspedes, con Manuel de Quesada como General en Jefe del Ejército Libertador y Francisco Vicente Aguilera como Secretario de Guerra.
Céspedes, al aceptar su nombramiento, expresó: «[…] la institución de un gobierno libre y democrático, era el voto más ferviente de mi corazón… eso bastaba para que juzgare retribuidos los servicios que, con vosotros, haya podido prestar a la causa de la independencia cubana… Cuba ha contraído, en el acto de empeñar la lucha contra el opresor, el solemne compromiso de consumar su independencia o perecer en la demanda, en el acto de darse un gobierno democrático, el de ser republicana…Cubanos, con vuestro heroísmo cuento para consumar la Independencia, con vuestra virtud para consolidar la República. Contad vosotros con mi abnegación».
A la Asamblea de Guáimaro, solo puede criticársele el excesivo control del poder legislativo sobre el ejecutivo y los militares en medio de un conflicto bélico. Vale recordar una frase del Comandante en Jefe Fidel Castro en el Centenario del acontecimiento: «[…] aquel empeño de constituir una república en plena manigua, aquel esfuerzo por dotar a la república en plena guerra de sus instituciones y de sus leyes. Cualesquiera que hayan sido los inconvenientes, las dificultades y los resultados, fue admirable».
La valoración de José Martí hace justicia a aquellos Fundadores. El Maestro decía que orientales y camagüeyanos tenían razón, solo que unos contemplaban exclusivamente la guerra inmediata y otros la República futura. Significativamente, en homenaje a la Asamblea de Guáimaro, Martí proclamó oficialmente el Partido Revolucionario Cubano el 10 de abril de 1892, calificándolo de «organización en que se combinaban la república democrática y la acción enérgica».
La Asamblea de Guáimaro fue una experiencia política que dejó sembrado un ideal democrático germinado en tradiciones de legalidad. Como continuidad del documento mambí, su contenido ha sido luz para las generaciones de revolucionarios cubanos durante los 100 años de lucha, sufrimiento y heroísmo por la independencia y la soberanía de la nación. (Rafael de la Morena/PL)
/ymp/
Comente con nosotros en la página de Facebook y síganos en Twitter y Youtube