Inmortalizado en innumerables fotografías siempre sonriente y con la mirada chispeante, es difícil para quienes lo conocemos desde su leyenda de héroe revolucionario, imaginar a Camilo Cienfuegos Gorriarán, de mal humor o apesadumbrado por el fracaso.
Y es que sus leyendas de los tiempos de la lucha armada en la Sierra Maestra y en el llano hablan de su picardía de cubano que siempre busca la parte buena de las cosas y enfrenta las dificultades con optimismo.
La Imagen y el recuerdo de Camilo siempre van ligados al valor y la intrepidez que lo distinguió desde que se enroló con los 81 restantes tripulantes del yate Granma.
En cada combate en la Sierra fue ganando la confianza de Fidel Castro, el respeto de su tropa y el amor incondicional de los campesinos.
Sobre él recayó la responsabilidad ya con grados de Comandante de dirigir la columna, Antonio Maceo, y llevar la guerra al occidente del país.
Su firmeza y lealtad para enfrentar a traidores y enemigos, lo forjaron como combatiente y jefe capaz de llevar adelante las más arriesgas y delicadas operaciones.
También, junto al Che Guevara, de quien aprendió la responsabilidad de ser revolucionario, formó una inseparable pareja de amigos-hermanos-héroes, que devino en el ejemplo más enaltecedor de la amistad y la comunidad de ideales.
La desaparición del Comandante de la sonrisa amplia, a los 27 años, dejó un vacío inmenso en el corazón de los cubanos. Su cuerpo nunca fue encontrado. Quizás por eso, la esperanza de que esté entre nosotros y en todas partes nunca se apaga del todo a pesar del paso de los años.
Hoy, el protagonista de tantas batallas, el héroe de aquellas leyendas llenas de bravura y también de tanto ingenio, cumpliría 86 años de edad y su ausencia aún duele.
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