Tres disparos acabaron con su vida, aunque con uno, el que le atravesó el corazón, hubiese bastado. Casi eran las 8:30 de la noche de aquel 22 de enero de 1948, y Cuba perdía a uno de sus hijos más valerosos, Jesús Menéndez Larrondo, el dirigente sindicalista, el hombre íntegro, el defensor de los trabajadores.
Invitado por Francisco (Paquito) Rosales, primer alcalde comunista de Cuba, el líder azucarero bajó del tren aquel día en Manzanillo, pero no pudo adentrarse en esa ciudad costera ni reunirse con obreros del lugar
El sicario Joaquín Casillas Lumpuy, quien poseía el grado de Capitán, estaba empecinado en llevárselo detenido, a pesar de la inmunidad parlamentaria de Menéndez Larrondo, miembro por el Partido Socialista Popular a la Cámara de Representantes.
Con serenidad, el líder de los trabajadores se negó y dio algunos pasos, pero el asesino sacó su arma y disparó con furia, para apagar la existencia de quien era querido por miles de personas en todo el archipiélago.
Días de tristeza ese y los siguientes, cuando trabajadores de centrales azucareros, industrias y otros sectores del país se enteraban de la lamentable noticia. El manto del dolor se extendía por el territorio nacional.
Había muerto el niño nacido en un bohío de tablas de palma y techo de guano en Encrucijada, actual provincia de Villa Clara; el vendedor ambulante, el machetero, el purgador de azúcar, el joven valeroso, el organizador de manifestaciones, el impulsor del Sindicato Nacional Obrero de la Industria Azucarera, el revolucionario intransigente, que ganó el cariño y admiración de muchos.
Dejaba de existir físicamente el dirigente que fue decisivo para lograr el Diferencial Azucarero, una modesta elevación de los salarios y los niveles de vida de los obreros y campesinos vinculados a la agroindustria azucarera, el descanso retribuido, la creación de la Caja de Retiro y Asistencia Social para el sector, el pago de horas extras y la higienización de los bateyes.
Allá, en la terminal de ferrocarril en Manzanillo, ciudad de historia, donde cayó mortalmente herido, se levanta un monumento en su homenaje, como eterna recordación a quien merece toda la admiración de los cubanos.
Cientos de granmenses, en representación de todo un pueblo, acudirán este 22 de enero a ese lugar, para dedicarle canciones, poemas y palabras de reafirmación patriótica, con la emoción de estar en el sitio en el cual cayó un hombre valeroso, pero donde se sentirá siempre su luz de ser humano y revolucionario ejemplar. (Por Yasel Toledo Garnach/ ACN)
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