Washington.- Intentos de asesinatos, conocimiento sobre acciones terroristas contra Cuba y planes de realizar atentados en Estados Unidos para culpar a la isla son temas que abundan en los documentos acerca del homicidio del expresidente John F. Kennedy.
Desde el 26 de octubre pasado los Archivos Nacionales norteamericanos han publicado de forma semanal documentos de la investigación acerca el crimen ocurrido en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963, visto aún como un misterio para muchos amantes de las teorías conspirativas, investigadores y público general.
Pero más allá de los detalles sobre el magnicidio, que no parecen aportar elementos de consideración a lo ya conocido, destacan las revelaciones y confirmaciones sobre esfuerzos de destruir la Revolución cubana y asesinar a su líder histórico, Fidel Castro.
Las acciones o planes contra la mayor de las Antillas pueden leerse en numerosos documentos de los casi 30 mil publicados en el último mes, muchos de los cuales habían salido antes a la luz de forma incompleta.
Entre los materiales que pueden consultarse ahora se hace referencia a unos papeles distribuidos en mayo de 1961 entre figuras como Kennedy, su vicepresidente Lyndon Johnson, y los secretarios de Estado, Dean Rusk; y Defensa, Robert McNamara.
Tales documentos, con el nombre Cuba y el comunismo en el hemisferio, expresaron en uno de sus apartados que la supervivencia del gobierno de Fidel Castro probablemente no suponía una amenaza directa para la seguridad de Estados Unidos.
Sin embargo, la preocupación expresada en ellos era que «alteraría fundamentalmente los términos de las relaciones de América Latina con Estados Unidos», y podría ser interpretado por los grupos gobernantes de la región como evidencia de debilidad por parte de Washington.
Tal argumento puede explicar en parte el empeño en planificar estrategias, operaciones y programas contra la isla y sus dirigentes, el apoyo a los grupos anticubanos establecidos en Florida e, incluso, los contactos con figuras del mundo de la mafia.
Planes y pretextos para una invasión
Uno de los memorandos se refirió a la planificación de una nueva invasión a Cuba, tras el fracaso del intento de penetrar por Playa Girón en abril de 1961, y en el mismo hubo alusiones a números específicos de tropas, duración de la operación, y el tipo de armas y unidades militares.
Dentro de la Operación Mangosta, el programa más significativo de los puestos en práctica tras el fracaso en Girón, una nota del 12 de marzo de 1962 detalló el uso de lanchas navales de la Armada, aviones de carga de la Fuerza Aérea y submarinos.
Materiales de ese mismo mes aludieron a un encuentro en el que participó el fiscal general Robert Kennedy, hermano del presidente, quien preguntó sobre el secuestro de algunos líderes cubanos y la posibilidad de usar áreas controladas por el Reino Unido para organizar una invasión.
En agosto, la administración tenía un plan de invasión más detallado, el cual incluía el empleo de 71 mil soldados y 35 mil infantes de marina en suelo cubano, y otros 29 mil uniformados en puestos de apoyo.
Pero quizás entre las informaciones más perturbadoras de esos documentos están las ideas de desarrollar una campaña de terror en Miami y otras ciudades de Florida, así como en Washington DC, con la colocación de bombas o el hundimiento de barcos de inmigrantes cubanos, para culpar al país caribeño y buscar pretextos a fin de enviar tropas a la isla. Otras acciones que se valoraron entonces bajo la operación fueron armas biológicas destinadas a arruinar los cultivos de la mayor de las Antillas, con el fin del provocar hambruna.
Muchas tramas para asesinar a Fidel
Entre los propósitos de la CIA y otras agencias norteamericanas contra la Revolución cubana, Fidel Castro fue siempre un blanco habitual, como se ha visto en documentos dados a conocer a lo largo de los años y como confirmaron estos archivos.
«Los planes involucraban una serie de esquemas extraños y, en al menos una instancia, comprendían algún contacto con elementos del crimen organizado. Entre los medios considerados estaban el veneno, las píldoras de botulismo y el uso de grupos cubanos del exilio», indicó un reporte de 1975.
Según el texto, la CIA estuvo envuelta en intentos de homicidio contra el dirigente en fechas tan tempranas como 1959 o 1960.
Otro documento de 1975, sobre la participación de la agencia en esquemas de homicidio a líderes extranjeros, señaló que Robert Kennedy conocía sobre un complot para buscar a un pistolero que disparara contra Fidel Castro.
A decir del material, el fiscal general comunicó al Buró Federal de Investigaciones (FBI) que la entidad de inteligencia contrató a un intermediario para acercarse al mafioso Sam Giancana y proponerle un pago de 150 mil dólares con vistas a encontrar a alguien que cometiera el asesinato.
En esa misma línea, un memorando del FBI de 1964 describe una reunión en Florida en la que se acordó desembolsar 100 mil dólares por el asesinato de Fidel, 20 mil por el de su hermano Raúl Castro, e igual suma por el del guerrillero argentino-cubano Ernesto «Che» Guevara.
Uno de los materiales hizo alusión a un proyecto de la CIA que estableció un sistema de recompensas financieras para los cubanos por «matar o entregar vivos a comunistas conocidos».
Otros dos planes contra la vida del Comandante en Jefe cubano pretendían aprovecharse de su interés en el buceo.
En uno de los casos, la agencia quiso utilizar la relación establecida entre el líder revolucionario y el abogado William Donovan para que este le regalara un traje de buceo contaminado con hongos causantes de una enfermedad cutánea y con el bacilo de la tuberculosis.
Donovan, sin embargo, no siguió las indicaciones de la CIA, sino que se presentó con ‘un traje de buceo sin contaminar como un gesto de amistad’.
En los textos se describieron, asimismo, ardides para hacer explotar una concha marina en las áreas donde Fidel Castro buceaba o inyectarle veneno mediante un bolígrafo con una aguja hipodérmica.
La CIA y el terrorismo de Luis Posada Carriles
Entre los archivos se encontró, además, el expediente secreto del terrorista de origen cubano Luis Posada Carriles, informante de la CIA, pero considerado tan peligroso que la propia agencia lo tenía vigilado.
Cuando en 1976 explotó en Barbados un avión de Cubana de Aviación con 73 personas a bordo, a raíz de un atentado del cual Posada es considerado el autor intelectual, la CIA estuvo muy preocupada de que su relación con él se hiciera pública.
De acuerdo con el diario El Nuevo Herald, que examinó los textos revelados, un resumen de la CIA de julio de 1977 dio cuenta de una reunión en República Dominicana entre Posada, Orlando Bosch y otros individuos, con el mayor del ejército estadounidense de origen cubano Juan Armand Montes.
El documento describe a Bosch como «el líder terrorista de los exiliados cubanos» y cita a un coronel dominicano según el cual el objetivo del encuentro era discutir «varios planes terroristas», entre ellos colocar bombas en aviones y misiones diplomáticas.
Posada, quien permanece libre en Miami pese a las continuas denuncias de Cuba por sus actividades terroristas y los pedidos de extradición de Venezuela, fue detenido junto a Bosch en este último país tras ser identificados como los principales organizadores del atentado contra el avión de Cubana.
Según los materiales, la CIA estaba al tanto de pruebas que lo incriminaban, aunque consideró que eran «circunstanciales», y un cable secreto señaló que las autoridades venezolanas tenían «evidencia que implica al sujeto 201-300985» [número de identificación de la CIA de Posada] en la voladura de la aeronave.
A partir de la información entregada por la agencia, el Departamento de Estado concluyó que Posada parecía ser «la persona que planeó el sabotaje» del avión, un hecho por el cual las autoridades estadounidenses nunca lo acusaron. (Martha Andrés Román/PL)
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