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Gervacio Sánchez Moisés: Soy el hechicero de la tribu

Las Tunas.- Primero se niega a la entrevista, dice que esos “homenajes” a su edad -73 años-, le parecen despedidas. ¿Y esas cosas doctor?, si usted está de pelea, le persuado, lo convenzo, y ya no sabemos exactamente cuándo se ha encendido la grabadora e inicia el diálogo que difícilmente resuma su hoja de vida.

Dice que de su consulta casi todas las personas salen riendo, que no entiende mucho por qué, que al parecer mezcla la psiquiatría con el espiritismo, y yo sólo sé que entre el pueblo de Las Tunas le sobra el Sánchez Moisés porque para quienes le conocen o han escuchado de sus saberes, basta con decir “profe Gervacio”.

Por estos días es noticia el Hospital Psiquiátrico Provincial Docente Clodomira Acosta Ferrales, de esta ciudad, la institución acaba de cumplir 27 años y ello resulta más que suficiente motivo para conversar con quien fuera su fundador y director durante 15 años.

“Lo primero que voy a decirle es que esta provincia no tenía hospital psiquiátrico y el territorio dependía de dos camas semanales que le asignaban en los centros asistenciales de Camagüey, Santiago de Cuba y La Habana, hasta que nos dispusimos a abrir nuestro propio centro hospitalario en la misma institución que sirvió para atender a los pacientes afectados durante la crisis de la polineuropatía”.

Así fue como en un local rodeado de cristales, sin las condiciones ni el personal preparado, comenzamos a ingresar los primeros pacientes, cuenta Gervacio seguro de cuáles fueron los inicios del «Clodomira», en aquel septiembre de 1993.

De la creación de la comunidad terapéutica y de la brigada de pacientes que participaba en todas las tareas del hospital, es de lo que más le emociona hablar: “siempre se les hizo saber que el hospital era la casa de todos, y que como tal había que cuidarlo”.

En esos comienzos está lo que el galeno entrevistado llama anecdótico. De inmediato le cuenta a la Agencia Cubana de Noticias que en cierta ocasión la tropa del «Clodomira Acosta» llegó al municipio de Jobabo para participar en el corte de la caña, y cuando el jefe de pelotón se enteró que eran pacientes siquiátricos quiso persuadirlos dándoles la merienda, a lo que ellos se negaron diciendo: No, nosotros tenemos que llevar el vale y cumplir con la tarea, tenemos que cortar esa caña.

Pero hay otra mucho más interesante de cuando hubo un accidente en un camión en el que desgraciadamente falleció un médico pediatra y fueron nuestros pacientes quienes impidieron que el vehículo cayera al barranco, comenta.

“Cuando menos recursos tuvimos ellos se hacían cargo de sustentar muchas de las labores del establecimiento. Hacían actividades de todo tipo y sólo eso ya resume cuánto se benefició Las Tunas con la apertura de esta institución, en la que como director permanecía desde bien temprano en la mañana hasta la noche”.

Y así fueron pasando los años hasta que el doctor Gervacio fue enviado en el 2008 a cumplir misión internacionalista en Timor Leste, fecha en la que entregó la dirección de la que ha sido su segunda casa, incluso a veces la primera, y en el que ha aprendido que la psiquiatría es su vida.

“La vida me ha demostrado que los pacientes psiquiátricos son un amor de personas, desgraciadamente existen muchos prejuicios que llevan a que las personas les tengan miedo, pero ellos son seres humanos que por situaciones específicas o factores hereditarios se enferman y que sólo hay que brindarles cariño”.

Muchos me han dicho “papá” porque les he profesado amor y respeto, expresa para luego hacer una pausa larga que denota emoción y humildad.

“Ahora digo que soy el hechicero de la tribu, y que tal y como los guerreros acudían al más viejo de la aldea para buscar aprobación ante la lucha, ahora son los residentes de la especialidad de Psiquiatría General quienes se acercan a mí en busca de consejos”. Apenas repara que he estado grabando toda nuestra charla.

No sólo hay que tener conocimientos de psiquiatría –enfatiza– sino también de las leyes y otras esferas, y en el acto levanta un libro enorme que dice que le acompaña hace más de 50 años. “Es un Pedro Pons”, y allí busca a veces las respuestas como un incansable estudiante.

“De todas las ramas de la medicina esta es para mí de las más humanas y sensibles, pero el psiquiatra tiene que saber también de medicina general”. De un salto rememora su misión en la guerra de Somalia y Etiopía, en el 78, experiencia que -según él- le preparó y humanizó mucho más como profesional de la salud.

Graduado en 1975 en el hospital provincial Vladimir Ilich Lenin, de Holguín, tras realizar sus primeros estudios de la carrera de medicina en Santiago de Cuba, el profe Sánchez Moisés dice que no ha hecho nada extraordinario en el «Clodomira» más que cumplir con su deber.

Aún así, ese señor alto, de piel negra y andar pausado que nació por allá por Cueto, en la antigua provincia de Oriente, en 1946, permanece como profesor asistente y son esos pasillos los que lo llevan a ser un eterno alumno de la vida y de la psiquiatría y a seguir pensando en el hospital, incluso cuando está en su propia casa.

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