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¡Qué maravilla es ese papá!

Las Tunas.- Cuando su compañera en la vida publicó su foto en plena producción de nasobucos, se llovieron las manifestaciones de admiración, respeto y agradecimiento.

“¡Qué maravilla es ese papá!”, repitieron sobre toda las mujeres. “¡Eleutelio mi héroe!!!”, escribió una usuaria en las redes; mientras dos amigos, expresaron: “Magnífico, hermano. Bendiciones. Cuídense mucho” o  “¡Qué clase tipo! ¡Y buenos que quedan!”.

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Y es que aunque todos los que le conocen saben de las habilidades de Rigoberto Utra Arévalo, lo mismo como técnico de electrodomésticos, albañil, dulcero, informático y un sinnúmero de destrezas que le convierten en multioficio; pocos se imaginaron que hasta con la costura era capaz de entenderse.

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Pero Rigo, como le conocen todos, de costura nada sabía. Sí de arreglar máquinas de coser, como la de su propia casa que andaba rota y tras la reparación, se estrenó, hace unos días, nada más y nada menos, que en la confección de nasobucos.

[penci_blockquote style=»style-3″ align=»none» author=»»]“Esto salió a raíz de la necesidad primero de mi familia y después del vecindario. No tengo conocimientos de costura para nada, simplemente he reparado algunas máquinas de coser. Y de ahí, más o menos la habilidad de dar algunas puntadas en la tela. Vi el tutorial que salió en la televisión de cómo confeccionar el nasobuco, seguí los pasos, muy sencillos,  y logré hacer uno, luego hice otro y después otro y otro… y los fui perfeccionando”, cuenta Rigoberto.[/penci_blockquote]

La voz se corrió rápido, pues en tiempos de la COVID-19, estas mascarillas protegen, salvan. De manera que desde la primera vecina que llegó hasta su puerta con un corte de tela y el pedido posterior de otra para un padre anciano, ya han sido varios los beneficiados. Aunque la verdad es que este tunero, intérprete del noble gesto, no se anda creyendo que lo hecho es obra grande. Será por aquello de que “las cosas buenas se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno pasar”.

“Los vecinos, muy agradecidos y bueno la gente en el barrio me conoce como que soy multioficio pero se han asombrado también de esta nueva variante. La gente me ha ayudado, vienen y me traen recortes de tela, un carretel de hilo, y más o menos así he ido haciendo los nasobucos. La familia también coopera y, de esta manera, ayudamos a todos en el vecindario y a quien le haga falta. Estamos dispuestos a cooperar y ayudar”.


Cuando entrega parte de su trabajo y tiempo a algún familiar o amigo, también ofrece un consejo, necesario e imprescindible en este contexto: “Sí, les explico que hay que usarlo. ¡Hay que usarlo! Es muy importante en estos tiempos porque protege tanto para no contagiar a otras personas como para no infectarse uno. Así se cuida de la salud personal y no se está expuesto porque no se sabe quien tiene la enfermedad y, bueno, les recomiendo que lo usen y les explico cómo ponérselo y quitárselo”.

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Mientras converso pienso en José Martí y en ese aforismo en el que sentencia: “Se es bueno porque sí; y porque allá adentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien, o se ha dicho algo útil a los demás”, así que le pregunto cómo se siente de poder ayudar.

[penci_blockquote style=»style-3″ align=»none» author=»»] “Mucha satisfacción, sentimiento de alegría, de gozo. No hay felicidad más grande que la de poder ayudar a otras personas. Me siento orgulloso de dar mi aporte, mi granito, viendo el esfuerzo que está haciendo mi país, las autoridades, los médicos…todo el empeño para evitar que esto  se expanda.[/penci_blockquote]

 

Yo en lo personal me siento muy orgulloso de ser cubano, de tener un  sistema de salud como el que tenemos. No poseemos grandes tecnologías ni grandes cosas pero sí tenemos  una organización, un  espíritu solidario, una disposición de colaboración muy grandes. Nuestro país nos ha enseñado eso: a cooperar unos con otros, a darnos la mano, y el cubano se distingue en el mundo por ser así. Y en la calle te das cuenta de eso, aunque siempre hay sus excepciones”, subraya con naturalidad y satisfacción.

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Cuando salí de ese «palacio de familia» donde habita Rigo, con su esposa e hijos, debo decirlo, iba henchida de dicha: había logrado la entrevista, superado mi timidez -aunque el entrevistado necesitó hasta un trago de café para rebasar la suya- y había confirmado, una vez más, que la humanidad, en cualquier sitio del orbe, se construye de gestos cotidianos y aparentemente  pequeños; solo que magnánimos en su esencia y significado. Hay gente, así, con corazón para dar y el amor pasa por las acciones. Así somos los cubanos.

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