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La entrevista de mi vida

Leonardo Padura es un hombre aferrado a su generación, a su casa de Mantilla, en La Habana, a su condición del pelotero que no pudo ser, a sus personajes, que lo acompañan por casi 30 años, porque ellos son de alguna forma los amigos de la adolescencia, la juventud, de su vida toda.

Mario Conde quizás refleje rasgos de su vida y de su propia personalidad, con ese ingrediente tan cubano que lo hace a él mismo un personaje singular en su propio medio.

Cuando evoca a Conde, junto al Flaco Carlos, Josefina, Tamara, el Conejo, Candito el Rojo, tal vez esté evocando a su propia generación, tal y como fue. Y digo tal vez porque eso solo lo sabe él, a ciencia cierta.

Es Padura un hombre que no puede prescindir de Cuba, pero sobre todo de su casa de Mantilla, donde vivieron su bisabuelo, su abuelo, nació su padre, donde ha escrito toda su obra, y por mucho que recorre el mundo siempre tiene que regresar a su hogar, porque él es un mantillero furibundo, que cada día, cuando se levanta, tiene que respirar su barrio, su gente.

En la literatura cubana es una leyenda viviente. El escritor que se ha hecho famoso con la novela policíaca y Mario Conde, quizás algo fuera de lo común en Cuba, porque retrata de alguna manera parte de la realidad del país en asuntos menos conocidos. En este sentido busco un referente y solo encuentro a Wichy Nogueras, aunque sus tramas policiales eran diferentes a las de Padura, porque en general se circunscribían a la lucha de Cuba contra los enemigos de la Revolución.

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Leonardo Padura, en el comedor de su casa, en Mantilla.

Pero más allá de eso, de lo policial como género, para mí él mismo constituye uno de los rasgos de más cubanidad en la literatura de la Isla, porque la cubanidad va hacia la calidad de la cultura cubana, es una condición que está en el espíritu, en el propio sentimiento de la persona, en su actitud ante la vida.

Desde noviembre pasado concebí esta entrevista, cuando asistí a la ceremonia en la que lo hicieron miembro de la Academia Cubana de la Lengua. Cuando se la propuse él aceptó con mucha gentileza, pero el encuentro demoró por sus compromisos de trabajo dentro y fuera del país. Hasta que en una tarde de febrero recibo un mensaje para realizar el diálogo.

[penci_blockquote style=»style-3″ align=»none» author=»»]Escuche la entrevista con Leonardo Padura

Ir a descargar[/penci_blockquote]Así, repasando el cuestionario para encontrar qué le falta pero sobre todo qué le sobra, llego a su casa de Mantilla, con el miedo propio de una periodista joven que se enfrenta a lo que hasta ahora será la entrevista más difícil de mi corta vida profesional, la entrevista de mi vida.

Me recibe con cara de felicidad, después de una intensa mañana de trabajo en una de sus novelas. Estoy nerviosa y asustada y creo que él se da cuenta y me brinda café, y para darme confianza me habla como si nos conociéramos de toda la vida aunque sea la segunda vez que nos vemos, quizás porque él pudo experimentar lo mismo alguna vez cuando muy joven se inició en el periodismo y se enfrentó a entrevistados difíciles.

Nos sentamos en el comedor, amplio, ambientado más con sus trofeos y reconocimientos por su obra, que por las cosas propias de este tipo de habitación. Viste de una manera muy sencilla, alejado de toda formalidad, en camiseta, short, chancletas, quizás para hacerme sentir más cómoda.


Así, frente al escritor cubano que quizás haya sido el más entrevistado dentro y fuera de Cuba, inicio el diálogo y sus respuestas viajan a la velocidad de la luz, como si conociera el contenido de cada pregunta, con las que intento andar por caminos inéditos, alejados de lo trillado, de lo que otros hayan podido preguntarle, aunque siempre habrá puntos de coincidencia porque todo cuestionario a Padura tiene que abarcar su vida y su obra literaria desde lo más íntimo hasta lo más conocido.

Durante los años 80 fundamentalmente hizo periodismo, según sus propias palabras tanto, que decidió dejarlo porque no tenía tiempo para escribir literatura que era su interés fundamental. ¿Algún arrepentimiento o fue la decisión correcta al paso de los años?

[penci_blockquote style=»style-3″ align=»none» author=»»]«Yo creo que las cosas ocurren en la vida porque de alguna manera hay una predestinación a veces que las organiza. El hecho de que cuando yo me gradué en la Universidad de Filología comenzara a trabajar nada más y nada menos que en El Caimán Barbudo, que se convertiría en esos momentos en la revista cultural más importante de Cuba después de un período muy oscuro de los años 70, y luego en el diario Juventud Rebelde, me hizo aprender a hacer periodismo haciendo periodismo.[/penci_blockquote]


«Esos nueve años trabajando como periodista fue muy importante para mí como escritor, porque escribí mi primera novela Fiebre de caballos, que es una novela de aprendizaje en todos los sentidos, tanto para el personaje como para mí; escribí mis primeros cuentos que forman un libro: Según pasan los años, pero sobre todo hay un proceso que me parece importante: si tú lees Fiebre de caballo y después lees Pasado perfecto, que yo escribo entre 1990 y 1991, vas a ver que hay un cambio, una evolución, un crecimiento, en mis posibilidades como narrador, y yo creo que eso se lo debo al ejercicio del periodismo que hice en Juventud Rebelde.

La entrevista de mi vida«Yo siempre digo en todo el mundo que tuve la posibilidad en Juventud Rebelde de hacer periodismo en Cuba escribiendo de lo que yo quería, como yo quería y con la longitud que yo quería. Éramos un equipo especial que escribía para la edición dominical al que le dieron toda la libertad.

«En ese marco fue en el que yo pude ensayar lenguaje, estructuras, tratamiento de personajes, tener un conocimiento de la historia no oficial cubana, que fui escribiendo para el periódico y me permitió tener ese crecimiento como escritor. Así que creo que el hecho de haber pasado por el periodismo ha sido fundamental para mí como escritor».

Fiebre de caballos no es solo una historia de amor, sino la primera novela de Leonardo Padura, escrita entre 1983 y 1984 y publicada en 1988. Además de ser su primer texto, ¿tiene alguna relación muy especial con él, cree que si no lo hubiese escrito hoy Padura sería el mismo escritor que es? ¿No cree que fue como un punto de partida en el que ya se definió un estilo y una forma de ver la vida? ¿Sigue sin avergonzarse de ese texto como una vez afirmó?

«Mira no lo sé, ahí cuesta un poco más de trabajo entender si algo que pasó si no hubiera pasado cambiaría mucho. Yo creo que había cosas que estaban deseando ocurrir y ocurrieron de alguna manera y una fue escribir Fiebre de caballos, una novela de la cual yo no me arrepiento, pero siempre la veo como una novela de aprendizaje, y haberla escrito me enseñó que había algo que yo era capaz de poder decir, aunque no sabía cómo lo iba a poder decir. Y fue como cumplir una etapa en una carrera para empezar ya en esa recta en la que sigo, con el personaje de Mario Conde y con la novela que he escrito en estos años».

¿Fue esa obra la que inició realmente el universo narrativo de la tetralogía Cuatro estaciones, integrada por las novelas Pasado perfecto (1991), Vientos de Cuaresma (1994), Máscaras (1997) y Paisaje de Otoño (1998)?


«De alguna manera, porque es como haber creado las bases de un mundo en el que me estoy moviendo todavía. Ese grupo de muchachos que en los años 70 estudian en un preuniversitario es una experiencia personal, la historia que cuento es una historia de ficción, pero a partir de esas experiencias personales y generacionales, porque creo que si hay una característica en mis libros es el hecho de que hay una perspectiva generacional de lo que ha sido la vida en Cuba muy marcada, con el personaje de Mario Conde y en las novelas en que no aparece Mario Conde, en la Novela de mi vida, o El hombre que amaba a los perros o en toda la parte de Herejes en que Mario Conde no es protagonista, siempre hay esa perspectiva generacional, siempre hay ese personaje de mi generación que está relacionado con algún proceso de la realidad cubana, y un concepto que es muy importante y que sigo explotando hasta hoy en una novela que estoy escribiendo ahora mismo, que es ese grupo de amigos, la relación de un grupo de amigos, lo importante que ha sido esa comunidad de intereses, de experiencia, perspectivas, que vivió mi generación, que fue muy gregaria, como somos los cubanos, que es un sello de identidad de esa generación».

De esa tetralogía, ¿con cuál de los textos quedó más complacido, hablando no solo de la parte literaria, sino desde lo personal?

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Padura, cuando recibe su condición de miembro de la Academia Cubana de la Lengua.

(Ríe) «No me preguntes eso porque no te puedo decir con cuál. Mira, yo creo que con cada una de esas novelas y cada novela que he escrito es la mejor novela que yo he podido escribir en el momento que la escribí, y si no es mejor ha sido por falta de capacidades, pero no por falta de empeño y por eso creo que cada uno de esos libros tiene un espacio.

Pasado perfecto es la creación de Mario Conde. Fue es un libro que rompía una  manera de entender la novela policíaca en Cuba y sufrió esas incomprensiones. De hecho la primera edición sale en México y cuando se publica en Cuba se hace por una colección no policial, sale como segunda novela, pero antes gano con Vientos de cuaresma el Premio Uneac de novela, lo cual fue muy importante además de que Mario Conde cobra su carácter como un personaje que va a continuar apareciendo en otros libros.

En video ceremonia de entrega del Premio Princesa de Asturias de las Letras a Leonardo Padura

Pero Pasado perfecto fue mi primer premio de la crítica, después viene Máscaras, una novela con la que gano el premio Café Gijón, lo cual me permitió que una editorial española se interesara en mis libros, y con la cual llevo trabajando 23 años, y ese fue el inicio del conocimiento de mi literatura internacionalmente.

«Paisaje de Otoño en su momento es como una descarga, una liberación de una estructura con la cual yo me sentía preso, y que me permitió después escribir un texto como La novela de mi vida, en la que rompo con todo lo que había escrito anteriormente, y empiezo a hacer una literatura con otras características, es decir que cada una tuvo su importancia en su momento».

La lectura de ficción ha sido suplantada de alguna forma por la lectura de investigación para sus novelas, como pasó con los títulos La novela de mi vida, La Neblina del ayer, El hombre que amaba a los perros, Herejes. ¿Esto ha sido bueno o malo o cree que la lectura de ficción es vital en la vida del escritor? Y si es así, ¿cómo se ha sobrepuesto a esa carencia?

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En plena creación.

«Yo he cultivado las dos lecturas. Yo soy un escritor diferente a la mayoría de los escritores que desde jóvenes sienten la necesidad de contar alguna historia, de escribir algunos versos y yo esa necesidad no la tuve nunca.

[penci_blockquote style=»style-2″ align=»none» author=»»]Yo expresé mis necesidades en la niñez, la juventud y la adolescencia a través del juego de pelota. A mí lo que más me gustaba en la vida era jugar pelota y lo hice. Yo quería ser pelotero, finalmente no pude serlo pero no es una frustración porque si fuéramos a contar todos los niños cubanos que soñaron con ser peloteros la lista fuera enorme, aunque ahora los niños quieren parecerse a Leo Messi y en mi época los niños queríamos parecernos a Pedro Chávez y Manuel Alarcón.[/penci_blockquote]


«Por lo tanto soy un lector tardío, y leí en su momento lo que tenía que leer. Leí El Conde de Monte Cristo cuando tenía 14 o 15 años y fue una revelación y luego todas las lecturas académicas de literatura de mi época desde la enseñanza de aquellos tiempos y ya en el preuniversitario comienzo a leer un poquitico más y en la universidad hice dos carreras: la carrera académica y la carrera de la lectura en un momento en que yo podía aprovechar más ese acercamiento a la lectura y después he seguido siendo un lector muy consciente de lo que voy buscando en la literatura.


«Para escribir yo necesito leer novelas, de escritores que me digan algo en lo que están escribiendo; por eso soy un lector que relee mucho. Cuando escribo novelas que requieren de una investigación histórica eso también es una satisfacción y a veces tengo la sensación de que disfruto tanto el hecho de investigar como el hecho de escribir porque me permite no solo ese ejercicio de superar mis ignorancias sino de conocer determinados mundos, determinados procesos históricos desde una perspectiva muy interior. En cada una de esas novelas como en el periodismo de los años 80 siento que me completo como individuo en la medida que amplío mis conocimientos de determinados elementos de la realidad».

¿Por qué Conversación en La Catedral es la obra que siempre lee cuando va a escribir sus libros? ¿Qué secreto o qué códigos tiene ese texto que le es imprescindible para escribir su propia ficción?


«Hay varios escritores con los que yo tengo una deuda de aprendizaje muy grande, escritores que de pronto pueden parecer muy grandes o que de pronto pueden ser muy cercanos en lo que pretendían en la literatura, lo que lograron a través de la literatura.


«Yo leo y releo la obra de Salinger, por ejemplo, leo y releo la cuentística de Hemingway y algunas de sus novelas, Carpentier que es elemental para comprender de lo que fue el Caribe, Cuba y la formación de un ser latinoamericano, además del nivel estilístico y conceptual.

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La autora, junto a Padura, el día en que lo nombraron miembro de la Academia Cubana de la Lengua.

«Pero Conversación en la catedral yo considero que es la gran catedral justamente de la novela latinoamericana del siglo XX , creo que es una construcción a nivel lingüístico, a nivel estructural, de personaje, que por lo menos a mí me comunica con toda una serie de intenciones y necesidades y de posibilidades de la literatura que siempre me resulta inspiradora, me resulta un libro que me moviliza a la hora de intentar escribir los míos».

Cuando escribió La transparencia del tiempo, confesó en una entrevista que escribir novelas es el reino de la libertad. ¿A qué se refiere al margen de lo técnico? ¿No es así en el cuento, en los guiones para cine, por ejemplo?

«Sí, mira. Te contaba un poco cómo había hecho ese periodismo en Juventud Rebelde. Pero por ejemplo, recientemente para una sección que están publicando en el New York Times sobre los 60 años de Revolución escribí un artículo sobre la emigración, y lo que ha significado para los cubanos en estos años de Revolución, y la última versión de este artículo tuvieron que contar casi palabra por palabra, letra por letra para que entrara en el espacio, que se le había concebido.


«Eso es realmente una camisa de fuerza y yo sentía que había análisis que merecían más espacios y no lo tenía, y eso me está pasando con el periodismo. Con el guión de cine te pasa lo mismo, y cuando escribes tienes que tener la conciencia muy clara de que estás haciendo un trabajo de servicio, de que hay unos señores que son el productor y el director que toman las decisiones finales.


«En una serie como Las cuatro estaciones, en Paisaje de otoño, precisamente, hay un momento en la novela que a mí me gusta mucho, y que revela mucho al personaje y es el momento en que Mario Conde recoge a un perro en la calle. Bueno esa secuencia que mi esposa Lucía López y yo la habíamos escrito tuvimos que quitarla porque no había dinero para que hubiera un perro porque eso significa un entrenador, con dos perros iguales, un tiempo de trabajo, y no había dinero para eso.

«Y eso ocurre con frecuencia en otras formas de escritura incluido el cuento en el que siempre tienes que trabajar con un espacio más o menos limitado. En la novela por el contrario tú puedes ser periodístico, ensayístico, filosófico, muy narrativo muy descriptivo, muy evocativo, puedes moverte en el tiempo, en el espacio, los personajes pueden tener una libertad de crecimiento y de profundización que nadie te limita y por eso te digo que es el reino de la libertad, el género en que el escritor tiene todas las posibilidades de la creatividad, y las puede explotar».

La entrevista de mi vidaPrecisamente esa novela, La transparencia… fue la octava pieza de la saga de Mario Conde, un policía controvertido, pero con él todos los amigos-personajes que forman parte de su vida, quizás desde Fiebre de caballos, que fue como un punto de partida. ¿Hasta cuándo perdurarán esos personajes con el paso del tiempo? ¿No tiene miedo que un día se quede sin Mario Conde, El Flaco, El Conejo, Josefina…?

«Ese es un mundo con el cual yo he convivido durante 29 años. Yo creo a Conde en 1990 y publico La transparencia del tiempo en 2018 y ahora he escrito un relato que se ha publicado en el periódico El mundo, de España y va a salir en una revista colombiana, con el personaje de Conde.

«Este personaje me ha permitido hacer varios ejercicios importantes y no son solo ejercicios de carácter literario, sino también de reflejo de la realidad cubana a través de un largo período y con miradas hacia un pasado más cercano o más lejano en dependencia de lo que ocurra en cada una de estas novelas; me ha permitido romper esquemas genéricos, escribir novelas en las que en la mitad es que se produce un asesinato y desde el inicio se siente que es una novela policial, como pasa en La neblina del ayer; hacer un examen de lo que es el paso del tiempo en lo físico y en lo mental para un individuo y a través de Conde he evacuado ese cuestionamiento, ese conocimiento individual.

«Así que creo que el personaje de Mario Conde y su universo me va a seguir acompañando durante un tiempo. Creo que al personaje ahora se le crean diferentes dificultades porque en la próxima novela Conde tendrá 65 años por lo que sus características físicas ya no serán las mismas, aunque en su caso no es tan importante porque él es más cerebral que físico».  

En una entrevista a la revista Ideele, aseguró que «para poder escribir como lo hago, necesito estar inmerso en la realidad cubana». ¿Ese es un concepto que pervive en su pensamiento, en su concepción de su propia vida personal y literaria?

«Yo soy primero un cubano, después soy un ciudadano cubano, y después soy un escritor cubano. Pero todo eso es mentira. Yo soy un habanero y un escritor habanero, pero también es mentira. Yo soy un mantillero, soy un ciudadano de Mantilla y soy un escritor de Mantilla, y eso sí es verdad.

«Y ahora me voy a ir a la parte más abarcadora: yo creo que muchas veces el concepto de Patria es un concepto que se caracteriza por una cierta invisibilidad. Uno se identifica con los símbolos patrios, o escuchas una música, o ves un juego de béisbol y tienes esa cercanía. Pero hay cosas muy concretas, muy sacadas de un contexto muy específico que de alguna manera uno identifica con la Patria. Y mi identificación con la Patria tiene que ver con este barrio donde nací y donde vivo, donde nació mi abuelo, mi bisabuelo, mi padre, y todo eso se ha convertido en una relación muy visceral, con un contexto que es el de este barrio, con el de La Habana, con el de Cuba y de ahí una mirada que cada vez trato de que sea más universal».

La entrevista de mi vidaEntre sus premios más importantes están el Premio Nacional de Literatura (2012), el Princesa de Asturias de las Letras (2015) y el  Internacional de Novela Histórica Barcino (2018). Si tuviera que quedarse con uno, ¿cuál seleccionaría?

«Hay varios premios que tienen significados muy especiales. Hay un premio que yo quiero mucho del que casi nadie se acuerda, que se llama Puerta de espejo, que daba la biblioteca nacional José Martí, a los libros de los autores cubanos más leídos, y yo lo gané varias veces, lo cual significaba que mis libros eran los más solicitados en la red de bibliotecas de Cuba, y es muy significativo porque no tiene nada que ver con un jurado, ni con otros escritores, ni con instituciones.

«Fueron importantes otros premios que gané en Cuba como el David, el 13 de Marzo. Después llegó el premio Café Gijón, de novela, muy importante desde el punto de vista editorial, desde lo interior hasta lo promocional de mi literatura. También el Premio Nacional de Literatura de Cuba, y después el premio Princesa de Asturias, con un prestigio muy grande internacionalmente, al que por cierto se le dio muy poca difusión, aunque es muy importante no solo para mí sino para la literatura cubana.


«El hecho de que hace dos años haya recibido el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de México, una de las más importante de América Latina, que yo sea el segundo cubano que lo obtiene después de Márquez Sterling como diplomático en 1920, que yo sea el único intelectual de ejercicio artístico de la Isla que lo obtenga, es sin dudas un reconocimiento muy grande».

El jurado que entregó el Premio de Novela Histórica Barcino estuvo basado en que sus obras «son novelas escritas con los recursos del género negro que se convierten en relatos existenciales, sociales y, naturalmente, históricos». ¿Está de acuerdo con ese criterio?

«Ese premio y la fundamentación del jurado ha sido uno de los piropos más lindos que me han echado en mi vida porque es un premio de novela histórica, que ellos fundamentan que yo he ganado ese premio por el hecho de estar escribiendo una historia.

Leonardo Padura y ‘La transparencia del tiempo’

«El planteamiento de tu pregunta se complementa con una afirmación que hacen ellos que dice: la Cuba revolucionaria se puede conocer  a través de las novelas de Mario Conde como la España de la democracia se puede conocer a través de las novelas de Manuel Vázquez Montalbán. El hecho de que un jurado de novela histórica esté viendo que un escritor escribe de un presente y esté escribiendo de la historia de ese presente es un reconocimiento muy particular a mi literatura y que a mí me halagó muchísimo».

Usted es Miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua. ¿Algo especial en ese reconocimiento, si en verdad lo ve como tal?

«Por supuesto que lo veo como tal. El que yo perteneciera de manera honorífica o numeraria a tres academias de la lengua: Panamá, Puerto Rico y Costa Rica y que no perteneciera a la de Cuba era inadmisible, según los propios académicos cubanos, y para mí es un reconocimiento además de lo que puedo hacer por la cultura de mi país».

¿Por qué su rechazo al reguetón?

«El reguetón es una de las desgracias que le ha ocurrido a la música cubana y en general a la música popular latinoamericana.

«Yo estoy preparando la reedición, 20 años después, del libro que hice con entrevistas a los músicos de la salsa. Se publicó en Cuba, México y Estados Unidos, y una de las actualizaciones que hago en ese libro es una larga entrevista con Rubén Blades que ha sido el hombre más constante en la defensa de la salsa. Coincidimos en el sentido sobre el hecho de que decayera la salsa por muchas razones, evolutivas, musicales, comerciales, de mercado, por un cambio de estructuras de distribución, y surgiera un fenómeno como el reguetón, que tiene condiciones de carácter social detrás, pero también causas de carácter económico y político en su origen.


«El reguetón yo lo veo como una consecuencia, no como una causa. Y en el caso específico de la realidad cubana es una consecuencia de una lamentable pérdida de valores de una crisis de carácter ético que ha sufrido Cuba a partir de los años 90. El reguetón es consecuencia de una manifestación moral, con una letra agresiva. Yo creo que el reguetón en Cuba pasó de la fase erótica a la pornográfica y de la pornográfica a la escatológica, de una manera que a mí me resulta sorprendente, con su pobreza rítmica.

«Yo no soy bailador, conozco la música como melómano, pero sobre todo porque me interesa la vida de los músicos, de lo cual he escrito y eso me ha permitido tener un conocimiento de la música del Caribe y de la música cubana en particular, porque es una manifestación tan importante para la cultura cubana que sin la música y la pelota no podríamos existir. Este es un país que podría prescindir de sus escritores, de sus pintores, pero jamás de sus músicos, y por eso el hecho de que se esté cultivando una música tan pobre desde el punto de vista formal y musical es lamentable para Cuba».

 ¿En qué se sustenta para afirmar que al Premio Nobel de Literatura le hace falta una revisión?

«Necesita una revisión porque muchas veces las cábalas que se hacen no se cumplen. El hecho de que hace dos años le dieran el Premio Nobel de literatura a Bob Dylan, que se merecía el de la música, pero al darle el de literatura demuestra que hay una serie de maneras peculiares de entender la literatura

«Ha habido escritores tan importantes como Milan Kundera o el fallecido Philippe Ros, que no lo obtuvieron, ahora murió Amos Oz, uno de los aspirantes, y entonces lo ganan escritores que uno dice dónde está la verdadera densidad literaria de esos escritores.

«Me pasó con Patrick Modianó, que intenté leerlo y no pude, como mismo creo que Mario Vargas Llosa lo merecía muchísimo, pero hay otros escritores que están tan lejos de la grandeza de ese Vargas Llosa que realmente uno dice: bueno esto debería tener otra perspectiva, otra mirada».

¿En sus obras más inmediatas, sigue Mario Conde?

«Va a seguir aunque en esta novela que estoy escribiendo no aparece. Esta que escribo es una historia que tiene mucho que ver con la dispersión de los cubanos de mi generación por el mundo. Arranca en los años 89-90, y llega hasta el año 2016, y es una novela con personajes cubanos que viven en Estados Unidos, Puerto Rico, España, Argentina, y en Cuba, por supuesto, y no aparece Mario Conde pero no descarto que el próximo libro tenga a Conde como protagonista».

Finalmente en La neblina del ayer usted hace una dedicatoria a Lucía: “Una vez más y como debe ser: para Lucía, con amor y…» Yo siento curiosidad y muchos lectores también pueden sentirla por esa y. ¿Sería indiscreta si le pidiera que completara esa frase o prefiere dejarla en suspenso? O mejor, ¿es Lucía López Coll, su esposa, como una polea transmisora de energía profesional y personal sin la cual le hubiese sido difícil la vida? Usted decide cuál pregunta me responde.

«Evidentemente Lucia está en la dedicatoria de muchos libros, y está en la esencia de muchas cosas de mi vida incluido mi trabajo como escritor.

«Ella no solo ha sido mi compañera de la vida adulta, hace 40 años que convivimos, tenía 19 años cuando comenzamos y ya es una señora de 59, y yo era un muchacho de 22 y ya tengo 63. Todo ha sido al lado de ella, ha sido una compañera muy importante a la hora de escribir mi literatura y no solo ha sido mi primera lectora sino mi crítico más despiadado».

«Hay una condición que al escritor no le puede fallar y cuando le falla es un grave problema. Eso lo advertía Hemingway en una entrevista que daba por los años 54 o 55,  y decía que todo escritor debía tener un detector innato de mierda. Yo tengo la suerte de que no solo tengo el mío sino que también tengo el de Lucía.

«En la novela que estoy escribiendo ahora tenía un elemento dramático que cambiaba el rumbo de la historia, y cuando empecé a escribir me dijo: te fuiste por la vía más fácil, y eso me puso contra la pared, porque tenía toda la estructura de la novela a partir de ese acontecimiento, pero ella tenía razón, y me puse a pensar hasta que encontré otra manera más eficiente.

«Y ese hecho de tener a alguien como ella al lado mío ha sido muy importante, y además es la persona que me acompaña, que me sostiene, que me da una estabilidad muy importante para poder escribir, porque un escritor de novelas necesita determinadas condiciones y una de ellas es la estabilidad económica y emocional,  y la parte emocional Lucía me la ha garantizado durante todos estos años».

Se agota el cuestionario aunque podría estar hablando con Padura muchas horas más, porque su verbo cautiva y sus razonamientos pueden hacer que uno se replantee un concepto sobre un asunto determinado.

Aunque estoy satisfecha con la entrevista estoy inconforme y como en deuda conmigo misma, porque se me quedaron preguntas que pudieran retratar un poco mejor el pensamiento y el actuar de este hombre fuera de la literatura, desde lo interior, allá donde comienza el alma. Pero, aun cuando parezca contradictorio, también me alegra, porque desde ya me propongo una segunda parte de este diálogo, aunque no se lo haya dicho, y así completaré la segunda parte de la entrevista de mi vida.

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