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Zabala, confesiones de un comparsero

La tradición que ha llenado la vida de Edilberto Agüero Rodríguez tuvo su detonante en 1952 en medio de los primeros carnavales celebrados en Las Tunas

«Mi padre, un joven muy inquieto y con aptitudes para la música, decidió reunir a un grupo de amigos y hacer su propia fiesta. El tiempo fue consolidando lo que había iniciado como un juego y a pesar de no tener el patrocinio de las empresas que por aquellos tiempos apadrinaban a los grupos de este formato. En 1956 nace la comparsa Estampas tuneras.

«Durante los primeros años de la Revolución, siempre una empresa apoyaba a estas agrupaciones, por tal razón el nombre sufrió algunas variaciones en dependencia de la institución: por ejemplo, Estampas tuneras la madera, Estampas tuneras el concar, Estampas tuneras el serrucho, pues recibían la colaboración del Aserrío, la Empresa Cárnica y una carpintería, respectivamente».

¿Qué ha significado mantener un legado familiar que trascendió a una tradición popular?

«Fue un reto que asumí desde muy joven pues mi padre confió en mí al ser el mayor de tres hermanos – los tres mosqueteros como muchos nos reconocen- . Cuando él decide separarse totalmente yo no podía decir que no. Mi padre fue un hombre que nos forjó a base de sacrificio, del buen gusto y de un sentido popular muy claro. Él amó y respetó mucho las raíces, el folclor de la provincia, esas tradiciones que con el tiempo se han desvanecido. Temo por esa pérdida de la identidad que, sin dudas, significaría perdernos a nosotros mismos».

[penci_blockquote style=»style-3″ align=»none» author=»»] Escuche entrevista con Edilberto Agüero (Zabala)

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Trabajar directamente con el pueblo permite establecer una retroalimentación constante. ¿Qué recuerdo lo ha marcado?

«Al regresar  a las  calles luego de una pausa de cuatro años, me propuse hacer algo diferente para romper con lo convencional. Sin perder la esencia de la comparsa decidí insertar algo de nuestra música antológica para incentivar el gusto por la obra de autores como Ernesto Lecuona, José White o Dámaso Pérez Prado. Algunos me tildaron de loco porque no comprendían cómo sería capaz de mezclar esa música con el jolgorio popular.

«Recuerdo con mucho cariño a una niña que al escuchar La bella cubana, de White, comenzó a llorar, yo tuve que separarme en ese instante de la comparsa por la emoción. La respuesta del público fue una sorpresa y tal ha sido el agradecimiento que hasta ahora cuando Zabala llega todos hacen silencio».

Los intereses de la juventud están garantizados en una comparsa con más de medio siglo de fundada.

Actualmente tengo el orgullo de tener la comparsa más joven de Las Tunas. Me encanta trabajar con jóvenes porque me llenan de frescura, lo importante es no perder el sello, lo autóctono, sin negar la dialéctica porque los que están bailando ahora con nosotros no son aquellos de hace 60 años».

¿Qué ingrediente le ha dado a esta agrupación la capacidad de entrar en el corazón del pueblo tunero?

«Lo primero es mucho respeto por lo que hacemos y a quienes se lo entregamos. Cuando se trabaja con sensibilidad, teniendo en cuenta que quien recibe el producto puede ser un niño, un joven o un anciano,  todos respetan. No hay secreto».

Han pasado muchos años desde que el sueño del joven Zabala se hizo realidad. El buen gusto, el apego por las tradiciones y la unidad familiar han perpetuado la esencia de Estampas tuneras, una comparsa que tiene como dueño a todo un pueblo.

/mdn/

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