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Elecciones en Cuba, derecho de luz

Elecciones en Cuba, derecho de luzCasi es 11 de marzo, otro día histórico para Cuba, fecha de elecciones generales, de participación popular y democracia. Más de ocho millones de hijos de esta nación, acudiremos a las urnas este domingo desde las siete de la mañana para, junto a pioneros uniformados, la Bandera Nacional y el Escudo, ejercer un derecho de luz.

Elegir los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular y delegados a las provinciales será mucho más que una acción, constituirá la selección de quienes representarán nuestros intereses, debatirán y trazarán políticas para seguir construyendo una sociedad mejor.

Quienes aparecerán en las boletas serán personas del barrio, de nuestros centros laborales y otras con una trayectoria sobresaliente, propuestas en las circunscripciones y en organizaciones estudiantiles y de masas.

Este proceso comenzó en cada una de nuestras comunidades, muy cerca de los hogares, cuando nominamos a los candidatos a delegados de circunscripción, y luego los elegimos, todo muy diferente a lo que sucedía antes de 1959.

El sistema electoral en el país antes de esa fecha se caracterizaba por las campañas, la compra de votos y una gran cantidad de dinero en función de unos pocos para llegar a las «sillas de oro», a los cargos que les aseguraban riquezas, aunque también debían pagar a quienes ayudaban en sus propósitos.

Cada cuatro años la ciudadanía podía escoger al máximo dirigente de la nación, pero las propuestas salían de los partidos políticos, los cuales solían ser controlados por sectores de la oligarquía doméstica, estrechamente ligados a Estados Unidos (EE.UU.)

Las primeras elecciones de alcaldes, concejales, tesoreros y jueces municipales y correccionales en Cuba fueron realizadas en junio del año 1900, en ocasión de la intervención estadounidense que frustró la independencia real.

Para ese sufragio existieron requisitos como tener 21 años o más, saber leer y escribir o poseer bienes muebles o inmuebles por valor de 250 pesos en moneda de EE.UU., haber servido al Ejército Cubano antes del 18 de julio de 1898 y haberse licenciado «sin nota desfavorable».

Por supuesto que muchos no participaron y apenas votó el 14 por ciento de las personas con edades para hacerlo.

Entre las arbitrariedades durante la etapa se incluyen rechazo a individuos para inscribirse en el registro electoral aunque tuvieran los requisitos exigidos, ocultamiento de listas de votantes, cambios de nombres de electores, coacciones en el momento del sufragio…

Las primeras para presidente fueron en 1901, cuando Tomás Estrada Palma ganó sin oposición luego de que Bartolomé Masó, quien fue Mayor General del Ejército Libertador y último Presidente de la República en Armas, en la manigua, se retiró por la falta de garantías electorales.

Mucho hemos escuchado de los fraudes durante aquel período, las pancartas extravagantes, las promesas incumplidas y hasta golpes de Estado, como el del 10 de marzo de 1952, encabezado por Fulgencio Batista. En ciertas ocasiones, se registraron más votos en algunos lugares que cantidad de personas censadas.

Nuestros abuelos, vecinos y otras personas de mucha edad son fuentes de historias y testimonios de cómo era antes, incluido el bayamés Juan Francisco Pedreira Sánchez, quien cuando adolescente fue limpiabotas y vendedor de dulce de coco, su madre hacía carbón y lavaba y planchaba ropa de otros, para obtener algo de dinero.

Con tristeza, narra que antes de 1959 existía mucha pobreza, y los políticos compraban los votos para lograr sus objetivos.

Este hombre de piel blanca, espejuelos y andar rápido a pesar de las marcas del tiempo en él, quien ahora es padre de un médico, resalta que el domingo irá muy temprano a las urnas, lleno de energía y entusiasmo, consciente de la importancia de hacerlo con responsabilidad y como derecho ganado gracias a la Revolución.

En julio de 1992, fue aprobada la actual Ley electoral, la cual profundizó el sentido democrático. El propio Fidel Castro manifestó el 15 de mayo de 1993:

«Es una fortuna el método este que estamos usando, que es incomparablemente más democrático que el método del pluripartidismo y es la aplicación de un concepto muy revolucionario en materia de democracia: el concepto de que el pueblo postula y el pueblo elige».

Este 11 de marzo ir a las urnas sería otra manera de ser consecuentes con su pensamiento y ejemplo, una forma de contribuir al presente y futuro de una nación, impulsada por el heroísmo, el valor y la fuerza de un pueblo, todos nosotros, capaz de elegir a sus representantes desde los barrios y seguir conquistando victorias. (Yasel Toledo Garnache/ACN)

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