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Carlos Baliño, un cubano de alma hermosa

Carlos Baliño: digno ejemplo de patriota, antiimperalista y marxista-leninistaCarlos Benigno Baliño y López, uno de los precursores más lúcidos del pensamiento marxista cubano, se recuerda como un decidido defensor de la independencia de Cuba y de los derechos de los obreros.

Cuando se habla de Carlos Baliño, casi todo el que conoce algo de su biografía evoca su formación irrevocable de socialista que lo llevó a ser puente entre dos generaciones y a fundar los dos partidos que conducirían a lo mejor de sus contemporáneos por el camino de la lucha armada: el Partido Revolucionario Cubano, PRC, (1892), junto a José Martí, y el Partido Comunista de Cuba (1925), al lado de ese otro grande de nuestra historia, Julio Antonio Mella.

Sin embargo, fue largo y fructífero el bregar de Baliño, quien nació el 13 de febrero de 1848, en Guanajay, en la antigua provincia de Pinar del Río. Allí cursó estudios de teneduría y de arquitectura, pero no los concluyó. Muy joven aún colaboró con artículos y poemas en El Fénix, El Alacrán y La Crítica, publicaciones todas de Guanajay.

Obligado por la persecución a su familia a partir del vínculo de su padre con actividades independentistas, Baliño se fue a Estados Unidos, donde se desempeñó como tabaquero mientras escribía para periódicos y revistas sobre la explotación a los trabajadores.

Fue en 1892 cuando conoció a José Martí, y se sintió cautivado por la personalidad del prócer cubano con quien coincidía en ideales y aspiraciones.

Se sumó con pasión a las actividades revolucionarias: participó activamente en la fundación y dirección de clubes de base del PRC, cumplió tareas en la recolección de fondos en su gremio y escribió artículos en el periódico Patria llamando a desarrollar la revolución. 

Sobre la intensa actividad patriótica de Baliño y su ideal socialista escribió Martí numerosos elogios: «es un cubano de alma hermosa que padece por las penas de la humanidad y solo podría pecar por la impaciencia de redimirlas», diría una vez refiriéndose a Baliño.

En otra oportunidad aseguró: «Fortuna verdadera para Thomas­ville y para Cuba, es que vayan allí hombres como Carlos Baliño, que sabe conciliar la libertad ardiente con la elevación que la acredita y asegura, que padece, angustiado, de toda pena de hombre».

Y es que Baliño conquistó por sus méritos la amistad y confianza de Martí: no podía ser menos si el aventajado colaborador asimilaba y ponía en práctica con rapidez las ideas de El Maestro.

En una carta al patriota Rafael Serra, del seis de octubre de 1894, Baliño dejó clara su posición antimperialista: «Yo sé que usted defenderá la República de Cuba, independiente y soberana, y que hará guerra sin cuartel a la idea anexionista, que si se realizara, pondría a las clases desheredadas de Cuba, los productores, bajo la férrea planta de la plutocracia americana».

La intervención de Estados Unidos en la Guerra Necesaria y el escamoteo de la victoria del Ejército Mambí fueron un duro golpe para Baliño, quien no se amilanó y continuó luchando por ver a Cuba libre de toda opresión.

Comenzó entonces una nueva etapa, no menos arriesgada y azarosa. Su labor se encaminó fundamentalmente a propagar las ideas del marxismo en Cuba y a combatir las posiciones anarquistas y reformistas dentro del movimiento obrero.

En 1903 encabezó el Club de Propaganda Socialista, primer núcleo divulgador de las ideas de Marx y Engels en Cuba, mientras colaboraba en la construcción de distintas organizaciones también de carácter socialista, como el Partido Obrero, el cual poco tiempo después adoptó el programa redactado por Baliño y recibió el nombre de Partido Obrero Socialista de Cuba (1904).

Junto a Julio Antonio Mella fundó el Partido Comunista, el cual contribuyó a organizar con el fin de que representara a sus compañeros, los obreros, y a todo el pueblo en su afán de alcanzar la frustrada libertad.

Contaba por aquellos días con 77 años, pero su avanzada edad no le impidió cumplir con su deber revolucionario; si acaso, fue acicate para desafiar a la tiranía que ya no podía detener el empuje de la organización partidista encargada de guiar a los trabajadores hasta la total emancipación.

Un año más tarde, el 18 de junio de 1926, murió el patriota; con su deceso la clase obrera y el movimiento comunista acabado de surgir, perdían a uno de sus líderes más capaces.

La vida y obra de Carlos Baliño constituyen un ejemplo para las nuevas generaciones. Aprehenderlas y beber de ellas lo mejor de nuestras tradiciones de lucha es compromiso y obligación. Sus ideas patrióticas, antimperialistas y marxistas-leninistas conducirán por siempre a la vanguardia de la sociedad por el camino de la libertad, la justicia y la paz.

/ymp/

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