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El sabotaje a La Coubre, lección no aprendida por el imperio

Se iniciaba el segundo año de la Revolución cubana en 1960 y  la administración del presidente Dwight D. Eisenhower había dado luz verde a todos los planes terroristas y de guerra económica contra laisla vecina, y entre sus prioridades se encontraba impedir que el Ejército Rebelde y las Milicias Nacionales Revolucionarias adquirieran armas para defenderse.

Un ejército mercenario dirigido por la CIA se entrenaba en  Nicaragua, Guatemala y en EE.UU. para invadir Cuba y reeditar una acción similar a la que la inteligencia estadounidense realizó con éxito contra el gobierno nacionalista de Jacobo Arbenz, en Guatemala, en 1954.

Para entonces era una prioridad para los círculos de poder norteamericanos impedir que la Isla  recibiera armas para su defensa, y entre las preocupaciones de la Casa Blanca se encontraban los armamentos belgas que eran enviados, como los Fusiles Automáticos Ligeros (FAL), considerados  entre los mejores de su época, en cumplimiento de contratos firmados con  la industria bélica de Bélgica desde 1959.

En ese contexto, en la mañana del viernes cuatro de marzo de  1960, el vapor francés La Coubre, procedente de Amberes, Bélgica, arribó a la rada habanera con una carga  de cerca de 100 toneladas de granadas y municiones.

Poco después de las tres de la tarde explotó dicha nave sorpresivamente, lo cual activó la alarma en toda la ciudad, se inició el auxilio de los heridos y el rescate de los restos de las víctimas hasta que una segunda explosión más poderosa que la anterior ocasionó la mayor cantidad de muertos.

El propio líder revolucionario Fidel Castro y otros altos dirigentes se presentaron en el lugar y solo por minutos de diferencia no  coincidieron con la segunda detonación, programada evidentemente para descabezar la Revolución, teniendo en cuenta que estar en la primera línea de los acontecimientos y del enfrentamiento en esos difíciles tiempos  era una práctica inalterable.

Ese vil sabotaje se llevó la vida de más de 100 trabajadores y combatientes, incluyendo seis marinos galos, y causó centenares de heridos.

En investigaciones posteriores se conoció que el buque tuvo como pasajero  a un periodista estadounidense nombrado Donald Lee Chapman, algo poco usual en un barco que transportaba explosivos y quien supuestamente se encaminaba  a su natal Nebraska  y  lo dejaría en Miami, bastante alejado de su destino, en cuyo puerto, además, abordarían ciudadanos de la Unión.

También existen informaciones que implican a la dictadura de Leonidas Trujillo en el hecho, quien al menos tenía conocimiento de los planes por funcionarios de EE.UU.

Según una nota secreta desclasificada, enviada a R.R. Rubottom, secretario asistente de Estado para los Asuntos Interamericanos, el entonces embajador norteamericano en República Dominicana, Joseph S.

Farland, le informaba el 25 de marzo de 1960 que «a través de una fuente militar se había podido confirmar que Porfirio Rubirosa, ex oficial del ejército, era uno de los que estaba detrás de los acontecimientos del barco francés».

Asimismo, refería que por otra fuente se conocía que el reciente viaje a Bélgica del general Espaillat, exjefe del Servicio de Inteligencia Militar de Trujillo, había sido con el propósito de «crear los mecanismos de sabotaje».

Desde La Habana pocos días después Emile Rosieer, embajador de Bélgica, en un informe a Pierre Wigny, ministro de Relaciones Exteriores de ese país, realizó las valoraciones siguientes:

«Todo el mundo, de hecho, está convencido de que la doble explosión  es el resultado de una maniobra de sabotaje. Es la opinión tanto del hombre en la calle como la de los testigos inmediatos».

Y sobre la implicación directa de Washington expresó: «… no se puede negar que esta responsabilidad no queda completamente descartada, en la medida que los EE.UU. toleran en su territorio las actividades de ciertos cómplices de la antigua dictadura».

Los investigadores cubanos  lanzaron desde aeronaves cajas de municiones y granadas que venían en la embarcación sin que estallaran, lo cual evidenciaba que había ocurrido un sabotaje orquestado por la CIA y sus cómplices mientras el barco se encontraba en Europa, probablemente al instalar un artefacto explosivo en alguna caja de municiones que se activó cuando fue movida.

Hasta el momento, el gobierno norteamericano y su comunidad de inteligencia se han negado a desclasificar documentos sobre el suceso.

El Comandante en Jefe Fidel Castro en la despedida de duelo de las víctimas del sabotaje el cinco de marzo    expresó […] sabremos resistir cualquier agresión, sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte.  Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir Patria.  Y la disyuntiva nuestra sería ¡Patria o Muerte! […]”.

A casi 60 años de aquellas palabras, el imperio fortalece el bloqueo  económico, financiero y comercial contra la ínsula, incrementa su política de amenazas, olvidando las  lecciones de la historia que demuestran que las actuales generaciones de revolucionarios cubanos son fieles al legado de resistencia  y victoria  al que el Comandante en Jefe llamó  aquella lejana mañana de 1960. (ACN /Jorge Wejebe Cobo)

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