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Celia de Cuba, el hermoso sentido de darse

El 6 de mayo de 1961, en una terraza del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín hizo el primero de cuatro retratos al líder cubano. Las coordinaciones para concretar este encuentro las realizó Celia Sánchez y con este conocimiento vuelvo, entonces, a confirmar la silenciosa manera de esta mujer para estar en sitios inimaginados y dar paso a lo fecundo, e imperecedero.

Por su costumbre de regalar juguetes a los niños pobres de Media Luna el Día de los Reyes Magos, la bautizaron como Celia Esther de los Desamparados, y hasta el día de hoy ese signo de bondad llega en historias disímiles que alimentan el imaginario popular.

¿Qué fuerza habitaba a aquella mujer menuda, de frágil aspecto y probado valor? ¿Cuán hondo llegaron las enseñanzas del padre, martiano profundo, humanista en su obra médica? ¿Por qué ese darse silencioso, esa «modestia compleja»? ¿Cómo descubrirla entre las imágenes que la retratan pocas veces atenta a la cámara?

http://www.cubadebate.cu/opinion/2023/05/09/celia-sanchez-manduley-la-mas-autoctona-flor-de-la-revolucion/

Nos resta descubrir de la amiga, la guerrillera, la joven que situó a Martí en el lugar preciso para su estatura de cubano; la mujer que amó y sufrió desventuras, la hija que honró en el último adiós al doctor Sánchez Silveira, como mejor podía hacerlo, peleando por la Patria, por los pobres.

Quines a conocieron cuentan que solo les temía a los ratones, que gustaba del café y poco comía. Que subía y bajaba lomas con absoluta facilidad, que para defender a Cuba fue Norma, Carmen, Liliana y Caridad. Alguna vez, una compañera diría «Celia estaba en todo y no aparecía en nada» porque tenía una silenciosa manera de darse y hacer cumplir sus sueños y los de otros.

https://oceansur.com/galeria/celia-sanchez-la-flor-mas-autoctona-de-la-revolucion-cubana

Tesorera no solo de los rebeldes, sino también de esas joyas de lo que hoy se denomina el Archivo de la Revolución, guardó con celo documentos históricos originales y desafió esbirros hasta que el rigor de aquella vida la empujó a la Sierra. Fue la “madrina oficial” del naciente Ejército Rebelde y la primera combatiente, primera de muchas con historias sorprendentes y de admirar.

Y así abonó, con ternura y fuerza, con celo y denuedo, la belleza de una obra que hizo suya: la Revolución. Si queremos viajar hacia nuestras esencias debemos, como cubanos, conocer más a Celia. Un buen comienzo sería aquel 9 de mayo, ciento tres años atrás, en un pueblito llamado Media Luna. Bien contada, la historia de la hija de Manuel Sánchez Silveira y Acacia Manduley Alsina, se convierte en un relato apasionante.

 

/lrc/

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