Las Tunas.- En la provincia de Las Tunas, proteger los suelos se ha vuelto un imperativo porque de su calidad y cuidados dependen los frutos que dé al cabo de un tiempo y eso lo saben muy bien los tenentes de tierra, que se dedican a la ganadería y los cultivos varios.
Al catalogarse, en su mayoría, como regulares o malos, se hace necesario aplicar materia orgánica de manera constante porque es la forma de enriquecer las capas superiores y, por tanto, aumentar las potencialidades para la nutrición de las plantaciones.
Asimismo, se impone mejorar el drenaje, surcar contra la pendiente, realizar acciones de nivelación y evitar la erosión mediante la siembra de plantas que actúan como barreras vivas y la paulatina sustitución del aniego, método de riego que lastima la superficie.
En el territorio tunero, como en toda Cuba, la salud de los suelos es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria y la sostenibilidad del país. Si estos problemas no se alivian, pueden comprometer la productividad de las tierras, la economía y la población.
Por ello, implementar prácticas de preservación es una tarea urgente y prioritaria para las autoridades y los campesinos. Y el mejor ejemplo está en el presupuesto que se asigna cada año al plan de mejoramiento y conservación que desarrolla la delegación territorial del Ministerio de la Agricultura.
Ese programa requiere un enfoque integral que involucre técnicas agrícolas sostenibles, como la rotación de cultivos, el uso de abonos orgánicos y la protección de las coberturas vegetales, todo lo que aumenta la fertilidad y mantiene la biodiversidad del suelo.
Además, el uso racional del agua y la disminución de los agroquímicos son otras estrategias para minimizar el impacto ambiental y mantener la calidad de las tierras agrícolas, en lo que son determinantes la participación activa de los tenentes y la capacitación.
Es primordial que los productores comprendan la importancia de cuidar la tierra y que transmitan esos conocimientos a las nuevas generaciones. Esa es la clave no solo para preservar los suelos, sino para garantizar un futuro más resistente y productivo, en medio del cambio climático y las limitaciones de recursos materiales.
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