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La huella del plástico

Por: Dr. Alejandro Mestre Barroso.

Lo que iniciamos desentrañando como la «pandemia silenciosa», su impacto tóxico en nuestra salud evoluciona ahora hacia una verdad ambiental. Mientras Cuba se prepara para el Día Mundial del Medio Ambiente 2025 con la inspiradora consigna «Sin Contaminantes por Plásticos», debemos sumergirnos en la profunda y a menudo devastadora huella ecológica de estos materiales, una crisis que no espera y que ya está redefiniendo nuestros ecosistemas.

UN GRITO SILENCIOSO BAJO LAS OLAS

Los océanos, cuna de la vida y reguladores insustituibles del clima global, se han transformado dolorosamente en el sumidero de una avalancha de desechos plásticos.

Estudios recientes del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estiman que alrededor de 11 millones de toneladas métricas de plástico se vierten en nuestros mares anualmente, una cifra que podría triplicarse para 2040 si no se toman medidas drásticas. Esta masiva incursión no es solo un problema estético, sino una catástrofe ecológica con consecuencias letales para la vida.

Los animales marinos, desde el plancton microscópico hasta las grandes ballenas, se enfrentan a un doble peligro, el enredo y la ingestión. Las tortugas marinas confunden las bolsas de plástico con medusas, su alimento natural, provocándoles obstrucciones intestinales fatales. Las aves y otros animales quedan atrapados en redes y anillos de plástico, sufriendo heridas, ahogamiento o inanición. Según informes recientes del PNUMA, más de 800 especies marinas y costeras se ven afectadas por la contaminación, ingestión o el enredo.

El daño no se detiene en la macrofauna. Los plásticos, al degradarse por la acción del sol y el oleaje, se fragmentan en partículas cada vez más pequeñas conocidas como microplásticos y nanoplásticos. Estos diminutos fragmentos son ingeridos por peces pequeños y organismos filtradores, introduciendo así los aditivos químicos tóxicos que contienen, como los ftalatos y bisfenol, de probada peligrosidad para la salud humana como abordamos anteriormente.

Investigaciones han demostrado que los peces que ingieren microplásticos pueden sufrir problemas de crecimiento, comportamiento anormal, y una menor capacidad reproductiva. Esto no solo amenaza la biodiversidad marina, sino también la seguridad alimentaria de millones de personas que dependen del pescado como fuente primaria de proteína.

JARDINES SUMERGIDOS

Los arrecifes de coral, a menudo llamados las «selvas tropicales del mar» por su increíble biodiversidad, son particularmente vulnerables a la contaminación plástica. Un estudio publicado en la revista Science, hace unos años, reveló una correlación alarmante, la probabilidad de enfermedad en los corales aumenta drásticamente cuando entran en contacto con plástico, pueden dañar físicamente los delicados pólipos de coral, creando abrasiones que facilitan la invasión de patógenos. Además, asfixiar a los corales al bloquear la luz solar necesaria para la fotosíntesis de las algas simbióticas que viven en sus tejidos y les proporcionan nutrientes esenciales.

En un mundo donde los arrecifes ya luchan contra el blanqueamiento inducido por el aumento de la temperatura del mar y la acidificación oceánica, la presión adicional del plástico es una sentencia casi segura para muchos de estos ecosistemas. La pérdida de arrecifes no solo significa la reducción de biodiversidad, sino también la disminución de la protección costera contra tormentas y la merma de recursos pesqueros vitales para las comunidades locales.

AMENAZA INVISIBLE EN LA TIERRA

Si bien el impacto en los océanos ha acaparado titulares, una frontera emergente y preocupante de la investigación científica se centra en cómo los microplásticos están afectando los ecosistemas terrestres, especialmente la agricultura. Los microplásticos no solo contaminan los mares, están presentes en nuestros suelos, en el agua dulce e incluso en el aire que respiramos. Llegan a los campos de cultivo a través de diversas vías, lodos de depuradora utilizados como fertilizantes, aguas de riego contaminadas, la fragmentación de plásticos agrícolas como los acolchados y el polvo atmosférico.

Estudios recientes, que están comenzando a pintar un panorama inquietante, sugieren que la presencia de microplásticos en el suelo puede tener efectos perjudiciales directos sobre las plantas. Investigaciones publicadas en revistas como Environmental Science & Technology y Nature Food en los últimos años han comenzado a desentrañar estos mecanismos. Se ha observado que los microplásticos pueden alterar la estructura del suelo, su capacidad de retención de agua y la actividad de las comunidades microbianas beneficiosas.

Más alarmante aún es la evidencia de que los nanoplásticos, partículas aún más pequeñas, pueden ser absorbidos por las raíces de las plantas y translocados a otras partes, incluyendo hojas y frutos. Una vez dentro de los tejidos vegetales, estos invasores diminutos parecen interferir con procesos fisiológicos cruciales.

Estudios de laboratorio y en invernadero han indicado que la exposición a ciertos tipos y concentraciones de microplásticos puede:

Afectar la fotosíntesis: Las partículas plásticas pueden inducir estrés oxidativo en las células vegetales, dañar los cloroplastos (los orgánulos donde ocurre la fotosíntesis) y reducir la producción de clorofila. Una fotosíntesis menos eficiente se traduce directamente en una menor producción de biomasa y energía para la planta.

Impactar la germinación y el crecimiento: Se ha reportado que la presencia de microplásticos en el sustrato puede inhibir la germinación de las semillas y reducir la longitud de las raíces y los brotes en diversas especies de cultivo.

Alterar la absorción de nutrientes: Los microplásticos pueden interferir con la capacidad de las raíces para absorber nutrientes esenciales del suelo, llevando a deficiencias nutricionales en las plantas.

Disminuir la reproducción y el rendimiento de los cultivos: La suma de estos factores (estrés fisiológico, reducción de la fotosíntesis, problemas de crecimiento y nutrición) lógicamente apunta a una disminución en la capacidad reproductiva de las plantas y, por consiguiente, una merma en el rendimiento de las cosechas.

Contaminación por microplásticos.

Estos hallazgos son especialmente preocupantes para naciones como Cuba, donde la soberanía alimentaria y la productividad agrícola son de vital importancia. La idea de que una «pandemia silenciosa» de plástico no solo afecta nuestra salud directamente, sino que también socava la base misma de nuestra cadena alimentaria terrestre, debe ser un llamado a la acción.

HACIA UN FUTURO SIN CONTAMINANTES POR PLÁSTICOS

El lema de Cuba para el Día Mundial del Medio Ambiente 2025, «Sin Contaminantes por Plásticos», no es un eslogan, constituye una necesidad imperante. La contaminación es un problema complejo sin soluciones fáciles, que requiere un enfoque multifacético que abarque desde la reducción drástica en la producción y consumo de plásticos de un solo uso, hasta la inversión en investigación para comprender mejor sus impactos y desarrollar alternativas verdaderamente sostenibles y biodegradables.

Resulta fundamental la innovación en el diseño de productos, promover sistemas de economía circular en los que el plástico se reutilice y recicle eficazmente, así como mejorar la gestión de residuos a nivel local y global. Es imprescindible apoyar las investigaciones científicas que continúan develando los efectos ocultos de los microplásticos y aquellas que busquen sustitutos ecológicos y biodegradables.

La transición hacia un futuro con menos plástico no será sencilla, pero es esencial para la salud de nuestro planeta. La herencia que dejemos a las futuras generaciones depende de las acciones que tomemos hoy para frenar esta marea plástica que amenaza con ahogar nuestros mares y esterilizar nuestra tierra.

El compromiso de Cuba resuena como un faro de esperanza y un recordatorio de que la protección del medio ambiente es una responsabilidad compartida y una inversión en nuestro futuro colectivo.

/mga/

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