Por: Alberni Poulot
MiradAcadémicA
En la liturgia religiosa de cada pueblo existe un acto o forma de comunicarse con sus dioses. Una manera de contactar con ellos, para ser escuchados y luego respondidos, es una peculiar forma que se le denomina orar.
El “padrenuestro” o “Padre Nuestro” es la oración cristiana más común y según se relata en el Evangelio de Mateo (Mateo 6, 9-13) y el Evangelio de Lucas (Lucas 11, 1-4) fue elaborada por Jesús de Nazaret.
En unas de sus partes reza: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Con independencia de que el término bíblico «pan», es para referirse al sustento diario y que simboliza que Dios cuida del pueblo, y les proporciona una fuente infinita de alimento, es correcto afirmar, que el pan existía como alimento específico. En los tiempos de Jesús, era digno de reyes y el plato principal en las mesas más afortunadas. Los pobres lo comían de cebada; los ricos, de trigo. El grano se molía entre grandes piedras, una labor que casi siempre recaía en las mujeres, aunque estas, discriminadas, casi nunca lo probaran.
En nuestra cultura alimenticia y dietética, el pan es el alimento base del desayuno cubano. Desde 1959 es símbolo y sinónimo de derecho conquistado, de igualdad en la distribución y acceso a las riquezas productivas.
Hoy, en medio de la crisis económica que vive el país, el pan va dejando de ser “nuestro” y “de cada día”. La gente no entiende, y no es fácil entender, por qué el Estado no tiene pan y el “privado” sí, incluso, algunos cuentan con una “batería” de “vendedores comunitarios y a domicilio”, donde el pan se vende a 120 o 130 pesos, los de “bolsa” de 10 panes, de 50-60 gramos, entre 230 y 260 pesos y los llamados panes para hamburguesas, ocho a 320 pesos. Quien puede, se da el gusto, quienes no, comemos disgusto.
En un artículo publicado en Cubadebate, con fuente informativa en la ACN, el 13 de septiembre de 2024, se dio a conocer que Cuba enfrenta dificultades con insumos como la harina de trigo para la producción del pan de la canasta familiar normada, pero que a pesar de las limitaciones “se asegurará que ese alimento llegue a cada consumidor”. Así, categóricamente.
Lo expuesto por Anayra Cabrera Martínez, directora general de Política Industrial del Ministerio de la Industria Alimentaria (Minal), como contingencia, que supuso que, “para poder mantener la oferta a la población, desde hoy se reducirá el peso del pan de la cuota de 80 a 60 gramos de manera temporal y su precio será de 75 centavos”; lo cierto es que lo prometido:
“La disminución permitirá que en los próximos días se garantice su producción y se distribuya sin afectar a la población ni a las instalaciones priorizadas como centros escolares y de salud”, rara, o excepcionalmente se ha cumplido. Y esto es lo que más nos choca como consumidores.
Por su parte Maydel Linares Ramos, vicepresidenta primera del Grupo Empresarial de la Industria Alimentaria (GEIA), refirió que ante la situación, ese organismo superior de dirección del Estado junto a la Empresa Cubana de Molinería, identifican en todo el país volúmenes de harina para poder cubrir la demanda requerida en la canasta básica.
“La Cadena Cubana del Pan, una de las entidades pertenecientes al GEIA, continúa con sus ventas de pan liberado como resultado de los encadenamientos productivos con formas de gestión no estatal como micro, pequeñas y medianas empresas, cooperativas no agropecuarias y trabajadores por cuenta propia, lo cual permitirá cierta estabilidad en la entrega de ese producto, detalló”.
De allá para acá (el próximo 13 de mayo se cumplirán 8 meses, 240 días, o sea, más de 2/3 de un año, sin que se vislumbre salida a la contingencia, a lo coyuntural, a lo que se supone no sea a largo plazo, permanente o eterno) la apreciación de esos directivos, más los que representan, evidentemente han adolecido de objetividad, realismo, rigor y responsabilidad en sus análisis, estimaciones y conclusiones. Las siguientes afirmaciones lo demuestran:
“se asegurará que ese alimento llegue a cada consumidor”;
“para poder mantener la oferta a la población”;
“La disminución permitirá que en los próximos días se garantice su producción y se distribuya sin afectar a los consumidores ni a las instalaciones priorizadas”;
“volúmenes de harina para poder cubrir la demanda requerida en la canasta básica” y,
“lo cual permitirá cierta estabilidad en la entrega de ese producto”.
La realidad demuestra todo lo contrario. El deterioro del servicio, prácticamente inexistente, es tristemente palpable. ¿Cuál es la cobertura de venta de pan subsidiado, o pan de bodega, de bolita, o del Estado, como lo conoce nuestro pueblo?, pues, por mi cuenta de padre de familia, de dos o tres escasos días a la semana; quiere decir, que entre 12 o 15 días se vende pan, ¿el resto de los días?, pues a batirse con los precios abusivos y especulativos de los llamados “panes caros”, los que puedan.
Y acoto, que, en todo el mes, y disculpen la referencia personal, hay que comprar “panes caros”, pues, tengo dos niñas, y a ambas, para poderles asegurar el desayuno y su merienda escolar, la madre y yo, tenemos que renunciar a nuestras respectivas cuotas. ¿Qué jubilado, pensionado, vulnerable, con un módico salario de 1528 pesos (incluso con más) puede autogestionarse durante un mes el pan fuera del de la bodega?, Y si, además, es el caso de una madre soltera, que puede o no estar trabajando, y tiene bajo su amparo a uno, dos o tres menores, ¿cómo se las arregla?
Lo descrito no es para hacer catarsis ideológica ni agregar desesperanza, es para remover la conciencia y sacudir la visible e impermisible inmovilidad, conformismo y hasta cierta apatía e insensibilidad de algunos de los que les corresponde resolver la situación.
Duras son las palabras, pero más dura es la realidad, que, por incompetencia, ineficiencia y hasta insuficiencia no acabamos de resolver, y hay un pueblo que manda, demanda y estoicamente espera una solución definitiva, a esta situación, que va pareciendo de abandono para muchos.
¡¡¡Y ESTO TIENE SOLUCIÓN!!! (no grito, hago énfasis). Hay alternativas posibles. Solo digo eso.
El pan, u otra variante alimenticia, tiene que seguir siendo NUESTRO Y DE CADA DÍA.
No hay que esperar a que el “Señor” nos lo dé, tenemos que dárnoslo, trabajando y bien, nosotros mismos. ¡Y SÍ SE PUEDE!
/lrc/
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