Ciento 15 mil 794 habitantes de la provincia de Las Tunas clasifican como adultos mayores de 60 años o más, lo que representa el 22 por ciento del total de personas que viven en los ocho municipios del territorio, que clasifica como el noveno del país más envejecido.
Esto constituye un reto para la provincia por cuanto el envejecimiento poblacional, propio de las sociedades más desarrolladas, requiere de una sólida estructura económica y social para la atención a esas personas, y en la actualidad se cuenta con 10 hogares de ancianos que acogen a 512 adultos mayores, una cifra baja.
También existen 10 casas de abuelos que funcionan de forma estable y 11 grupos multidisciplinarios de atención gerontológica, y hay 13 escuelas de cuidadoras en comunidades de la provincia, en las que se dota de conocimientos y habilidades sobre la atención de personas enfermas o en situación de discapacidad y se les prepara para manejar el estrés, identificar y reducir las cargas, y lograr un adecuado ajuste emocional de los adultos mayores que requieran de sus servicios.
En Las Tunas, la tasa de mortalidad en ese segmento poblacional es relativamente baja por el cuidado a esas personas, sobre todo por parte de la familia y las instituciones del Estado.
La esperanza de vida en Las Tunas es de 80,45 años en los hombres, la más alta de Cuba, mientras la de las mujeres es de 79,16, solamente superada por la provincia de Holguín.
Hace ya algunos años el país muestra el envejecimiento de su población y en 2022 alrededor del 23 por ciento de los cubanos superaba los 60 años, lo que representa más de dos millones 478 mil personas en ese grupo etario.
La larga esperanza de vida de la sociedad requiere de políticas públicas que amparen a las personas de la tercera edad. Esas personas deben tener prioridad en el transporte, por ejemplo, las colas en cualquier establecimiento, y el diseño e implementación de oportunidades para los ancianos, porque sus cuerpos lo necesitan, sus organismos lo necesitan.
Hoy para los adultos mayores acceder a los medicamentos regulados por tarjetas, es un verdadero problema. Y no solo porque no se concibe desde la propia farmacia, sino por la sociedad, y algunos hasta los miran mal, con desdén por ser alguien que compre delante. ¿Será posible?
Igualmente, la seguridad social en el caso de las personas de la tercera edad no debería ocuparse solo de la chequera. Es preciso una mirada abarcadora que llegue hasta los servicios que necesiten, como el comercio y la gastronomía. No es solo ocuparse de los que viven solos, es necesario una prioridad para todos en su propio entorno social, para que se tengan más en cuenta en todos los sentidos.
Y hablo hasta de alimentos, que es imprescindible. Hay que pensar en garantizarles los alimentos que necesitan esas personas, por encima de quienes no han llegado a su edad, aunque llegarán, a pesar de que algunos no lo crean.
Con ello quiero decir que los adultos mayores deben tener una atención diferenciada, aun cuando no clasifiquen como vulnerables, aunque el concepto de vulnerabilidad pueda tener muchas interpretaciones.
El envejecimiento poblacional en cualquier país lejos de ser un problema debe ser un orgullo. Pasar de los 78, de los 80 y hasta más es muestra de una vida sana.
Si para el actual 2025 se estima que la población mayor de 60 años supere el 35 por ciento de toda la sociedad, qué vamos a hacer, cómo prepararse para algo que es inevitable, con esa esperanza de vida que es de la más alta del mundo.
Hay que reflexionar y actuar en consecuencia, y eso le corresponde en primer lugar a quienes tienen la responsabilidad de su atención.
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